DIALOGO CON LA INVESTIGADORA DEL CONICET, DOCTORA LAURA GUELMAN
Para escucharte mejor
La exposición al ruido causa disminuciones en las capacidades auditivas y afecta el sistema nervioso. La estrategia denominada “ambiente enriquecido” se configura como un modo –no farmacológico– útil para prevenir daños mayores en el oído humano.
Por Leonardo Moledo
–Cuénteme en qué trabaja.
–Nosotros empezamos hace tres o cuatro años a estudiar el efecto del ruido sobre el sistema nervioso, específicamente, con el objetivo de localizar alguna injuria ambiental que pueda afectar dicho sistema de forma directa o indirecta. Se sabe que el ruido produce efectos sobre la audición y que personas que son expuestas al ruido durante muchos años de su vida y muchas horas por día tienen problemas desde temprana edad. Sin embargo, muy poco se sabe sobre los efectos extraauditivos del ruido, y eso es lo que nosotros estamos empezando a estudiar.
–Se observa, por ejemplo, en el caso de los adolescentes y sus asistencias a recitales de rock o a boliches.
–Bueno, yo tengo hijos adolescentes a los que por suerte no les gustan este tipo de eventos muy ruidosos, pero yo asistía a eventos de adolescente. En realidad, lo que ocurre es que nuestros experimentos son con ratas, y no podemos asimilar directamente lo que ocurre con una rata con lo que ocurre con un adolescente. Exponemos a las ratas en una etapa infantil y después las evaluamos en la adolescencia. Y lo que encontramos, principalmente, son alteraciones en la memoria, en ciertas estructuras del sistema nervioso. En 2012 publicamos un artículo al respecto que tuvo bastante repercusión: existe una fuerte preocupación acerca de lo que pasaba si se exponía a los adolescentes a ruido muy elevado.
–¿Qué cambios puede generar?
–Bueno, lo que nosotros vemos con las ratas es que con una sola exposición de dos horas se producen efectos a largo plazo. La exponemos en la infancia y en la adolescencia encontramos alteraciones en la memoria. Igualmente, en un trabajo que acaba de salir hace unos días, demostramos que si esa rata no es re-expuesta al ruido posteriormente, eso se revierte con el tiempo.
–Y ustedes se ocupan también de radiaciones.
–Sí. Con las radiaciones ionizantes, siempre estudiamos el efecto de distintas injurias sobre el sistema nervioso en desarrollo, porque cuando está en desarrollo es mucho más vulnerable que cuando es adulto. Y las radiaciones demostraron que podían alterar distintos tipos de memoria cuando el animal es expuesto en etapas muy tempranas, en general, dentro de las 24 o 48 horas del nacimiento. Y eso afecta distintos tipos de conductas relacionadas directamente con el hipocampo, que es una estructura del sistema nervioso que media este tipo de preguntas.
–Las radiaciones ionizantes, aclaremos, son capaces de extraer electrones de los átomos y, por ende, de romper moléculas de ADN.
–Claro. Nosotros empezamos a estudiar estas radiaciones porque son utilizadas en los aceleradores lineales de electrones para el tratamiento de distintos tipos de cáncer, en los tratamientos de radioterapia. Estas radiaciones lo que hacen es justamente impedir que las células tumorales se reproduzcan. Lo que nosotros buscamos al exponer al animal a la radiación sin que tenga un tumor es justamente estudiar cómo la radiación puede afectar los tejidos sanos, y lo que encontramos es que, de hecho, si hay algún individuo que tiene que ser expuesto a un tratamiento de radioterapia, los tejidos circundantes, que no son tumor, pueden resultar afectados.
–Eso es obvio, ¿no? Porque los rayos no distinguen...
–Claro. La intención, entonces, es buscar algún fármaco que pueda prevenir estos efectos.
–¿Hay algo?
–Tengo varios trabajos publicados al respecto. Basándonos en el mecanismo de acción de las radiaciones ionizantes, que es la generación de estrés oxidativo...
–¿Qué es?
–Es un mecanismo que la radiación genera dentro de la célula al romper distintas macromoléculas (proteínas, lípidos, ADN), especies muy reactivas. Esas especies reactivas pueden a su vez afectar otras proteínas y componentes celulares y conducir –finalmente– a la muerte de la célula. Los fármacos para prevenir el estrés oxidativo tienen, entonces, que actuar mediante un mecanismo antioxidante. Cabe destacar que en todos los casos que utilizamos fármacos como forma de prevenir el estrés oxidativo encontramos una respuesta parcial, no del ciento por ciento. El último trabajo que publicamos el año pasado mostró que el estradiol –una hormona femenina que se utiliza tanto en los anticonceptivos como en los parches de estrógenos– es capaz de prevenir el estrés oxidativo. La ventaja que tendría usar un estrógeno es que se trata de un fármaco en el que ya están estudiadas todas las fases de investigación preclínica y clínica. Podría ser una nueva indicación del estrógeno, eventualmente. De todos modos, tendría algún problema de ser usado en hombres. Entonces existen unos compuestos que son análogos, que son similares al estradiol, pero no tienen la capacidad de producir los efectos hormonales. Sería un estrógeno no feminizante.
–¿Qué más hacen en el laboratorio?
–Yo tengo estas dos líneas de trabajo, sobre las cuales dos becarias terminaron sus tesis doctorales este año. Ahora se incorporaron dos becarias que trabajan con la línea del ruido, y analizamos si hay alguna forma no farmacológica de prevenir los efectos de la exposición al ruido. Una de esas estrategias no farmacológicas es lo que se llama “ambiente enriquecido”.
–¿Qué es?
–Una jaula especial donde uno coloca a los animales: es mucho más grande (el doble o el triple de alto), tiene varios pisos, tuberías por donde las ratas pueden moverse, una rueda, lugares para esconderse, juguetes que se van cambiando día por medio. Además, se les suministra un alimento diferente al balanceado. Todo eso genera una estimulación sensorial y social que es capaz de mejorar distintos tipos de conducta de memoria. Hasta ahora lo que observamos es que las variaciones en algunos tipos de comportamiento, como por ejemplo con respecto a la ansiedad, son restauradas cuando la rata es expuesta al ambiente enriquecido en el período posterior a la exposición al ruido.
–Eso es difícil de pensar en personas, ¿no?
–No es tan difícil. De hecho, nosotros lo pensamos con unos colegas de hospital público, para ver cómo se puede implementar en bebés de terapia intensiva, por ejemplo, que están expuestos a altos niveles de ruido. No hay mucho escrito sobre el tema, ni en el país ni en publicaciones internacionales. Pero más o menos lo que encontramos es que hay distintas intervenciones que se pueden hacer en seres humanos: una sesión diaria de masajes, la voz de la madre cantándole o hablándole una cantidad de días. En un adulto, una clase de gimnasia podría ser un ambiente enriquecido, una clase de yoga o de canto, lo mismo. Todas esas cosas podrían semejarse a un ambiente enriquecido.
–¿El ruido de la calle puede incidir?
–En las calles más ruidosas de Buenos Aires se registraron niveles de más de 120 decibeles, lo cual está muy por encima de los mecanismos internacionales de control de ruido. Estos organismos proponen que no tiene que haber un nivel mayor de los 80 decibeles para conservar la salud. Si una persona trabaja ocho horas por día con esos niveles, es muy probable que tenga problemas auditivos y extraauditivos en el futuro. Acá, en Buenos Aires, hubo un proyecto de ley hace algunos años, que creo que quedó en la nada, para controlar los niveles de ruido en los boliches. La idea era poner un aparatito para evitar que se superaran los 100 decibele
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