MEDIOS Y COMUNICACION
Qué hace el fútbol con la TV
María Graciela Rodríguez reflexiona
sobre el fútbol y la televisión a propósito del Mundial 2014 y pregunta si el
uso de los medios electrónicos representa una “intromisión” de la organización
sobre el “espíritu del deporte”.
Que el fútbol y la televisión son,
desde sus inicios, un matrimonio destinado a perdurar, no cabe ya ninguna duda.
Y desde esa evidencia, muchas palabras han sido dichas, desde notas de opinión
periodísticas, hasta tratados filosóficos, tratando de responder a la pregunta:
¿qué ha hecho la televisión con el fútbol? Montañas de palabras han declamado
que, a caballo de los negocios, la televisión mercantilizó al fútbol; que los
espónsores aparecen hasta en la parte de atrás de los pantalones de los
jugadores; que los partidos mundialistas se juegan a horas insalubres; que la
disciplina ha cedido terreno al juego; que la tendencia a la especialización ha
llevado a que haya arqueros-máquinas utilizables solo para atajar penales. Y
tantas otras cosas más.
El Mundial Brasil
2014 lleva esos interrogantes al extremo. Y esas imágenes en cámara lenta que
tanto deleitan, y que permiten observar al detalle, entre otras cosas, la marca
y el diseño de los botines, también habilitan a invertir la pregunta. Ya
sabemos lo que hizo la televisión con el fútbol; ahora, ¿qué hace, o mejor
dicho qué hará, el fútbol con la televisión? ¿Se instalarán las imágenes
capturadas por las cámaras como evidencias de acciones propias del juego? El
hockey y el tenis ya las han incorporado, junto con otras tecnologías. Claro
que se utilizan “a demanda” y con limitaciones; el juego se tornaría
aburridísimo –e imposible– si ante cada duda del árbitro se parase la contienda
para verificar un offside, un penal, un saque dentro o fuera de las líneas. Y
en este Mundial de Fútbol, a partir de lo que pasó en Alemania vs EE.UU. en
Sudáfrica 2010, se agregó la posibilidad de chequear con imágenes
computarizadas a posteriori, si la pelota entró o no en una ocasión de gol.
Claro que se incluyó solo en las transmisiones, y no en la toma de decisiones.
Todavía.
¿Qué ocurrirá con
estas tecnologías, especialmente en deportes como el fútbol, destinado a seguir
siendo fenómeno de masas mundial? Concretamente nos preguntamos qué ocurre,
mejor dicho qué va a ocurrir, con las imágenes para el caso de las faltas y sus
sanciones: ¿es válido recuperarlas a posteriori para que las cámaras se erijan
en jueces –y verdugos– de las faltas cometidas por los jugadores y que los
árbitros no sancionaron oportunamente? ¿No está siendo este el caso en el
Mundial 2014?
El árbitro no le sacó
tarjeta a Luis Suárez por su mordisco a Giorgio Chiellini; tampoco a Camilo
Zúñiga por la fractura a Neymar da Silva Santos Júnior (aunque en este caso el
árbitro sí consideró que había falta pero optó por conceder la ley de ventaja).
El código disciplinario de la FIFA permite imponer sanciones en forma
retroactiva ante “errores obvios” del árbitro. ¿A qué se refiere con “errores
obvios”? Si, después de esos “errores obvios”, a Suárez lo sancionaron con
tanta dureza por un mordisco, ¿qué sanción le correspondería a Zúñiga? ¿Fue o
no un “error obvio”? ¿Y cuántas otras faltas, que no han tenido consecuencias
serias, podrían ser re-evaluadas a la luz de las imágenes de televisión?
¿Debería la FIFA volver a ver todos y cada uno de los partidos buscándolas?
¿Cuánto tardaría en decretar quién es finalmente el merecedor de la Copa?
Y ya que estamos
subidos a esta especie de tren contrafáctico, ¿la FIFA solo tiene que ocuparse
de verificar las faltas, o quizás debería también regresar sobre penales u
offsides no cobrados? Imaginemos a los integrantes del comité disciplinario,
sentados en los sillones de una oficina, pasando una y otra vez las imágenes
de, por ejemplo, un penal simulado. E imaginemos que, tras una ardua
deliberación, sancionan, pongamos por caso, a Arjen Robben, decretando entonces
que México y no Holanda, pasó a octavos. Vuelta atrás, a re-armar la grilla.
Me pregunto qué dirán
los filósofos del deporte sobre el fair play, la igualdad de oportunidades, y
otros “valores” deportivos. ¿No sería esto, acaso, una “intromisión” de la
organización sobre el “espíritu del deporte”?
* Docente
investigadora Unsam-UBA
MEDIOS Y COMUNICACION
La huella del otro *
Marta Riskin advierte que los medios
primero construyen al culpable, luego naturalizan presuntos delitos mediante
reiteraciones y, finalmente, dictan su condena, convocando consensos virtuales
antes que la suscriba un eventual magistrado.
Por Marta Riskin **
Desde el punto de vista estrictamente
técnico, la comunicación con el otro puede establecerse entre personas y
máquinas, entre máquinas o entre sujetos.
Sin embargo, la
comunicación humana insiste en eludir similitudes y la precisión electrónica o
lógica de emisores y receptores.
Quienes comparten
mensajes pueden usar análogos recursos teóricos y perceptivos e interpretarlos
de modo diferente o bien coincidir con desconocidos de ajenas cosmovisiones.
En los complejos
intercambios humanos intervienen habilidades personales, universales,
culturales y, bajo capas de convenciones y convicciones, universos de señales
sutiles. Huellas primarias sobre las cuales, educación y adiestramientos,
experiencias y elecciones personales instalan gustos y disgustos, adhesiones y
prejuicios. Cuanto más profundos e inconscientes sus surcos, más automáticas
serán las respuestas.
Datos inocuos si,
durante el proceso de concentración global de la economía, no se hubiesen
desarrollado tecnologías de manipulación de conciencias, contenidos y formatos
de comunicación, tan capaces de vender productos y administrar necesidades y
consumos como de fomentar conductas acríticas y adictivas en audiencias
mundiales.
Para que los
estímulos desalienten el pensamiento crítico y cedan control social efectivo a
la anomia se necesita de jueces, cómplices y silencio.
Nadie se sorprenda
entonces que una palabra como “extorsión” tenga tanta importancia para los buitres
y sus socios.
Difícil libertad *
Un siglo de metódico
trabajo de marketing social para maximizar ganancias corporativas aún
manifiesta el implante de hábitos y valores que convirtieron a valiosos
intelectuales en escépticos fabricantes de papers, a sindicalistas en patrones
y a tanto militante por un mundo mejor, en empleado al servicio de intereses
que otrora despreciaba.
Las violaciones a los
derechos comunicacionales son digeridas por sus víctimas del mismo modo como lo
hacen algunas víctimas de otros delitos: justifican al agresor y hasta exigen
castigos para quienes las defienden o se atreven a rebelarse. El poder de los
medios masivos es más evidente a la hora de promover fanatismos.
Primero construyen al
culpable, luego se naturalizan sus presuntos delitos mediante reiteraciones y,
finalmente, se dicta su condena convocando consensos virtuales, antes que la
suscriba un eventual magistrado.
En esta etapa de la
batalla cultural, las víctimas por exposición mediática aún son habitantes de
un mundo donde la libertad continúa traduciéndose como caos. Señalan la
urgencia de seguir desnudando operaciones y consignas que promueven
egocentrismos y dobles estándares y de crear simultáneamente gestos y antídotos
que aceleren los tiempos de labranza y cultivo de normas humanitarias.
Alcanzar mayores
espacios de mutua libertad siempre parece demandar la apertura a debates
genuinos y la formulación de propuestas que convoquen todas las tradiciones
intelectuales e imaginarios posibles.
Sostener plataformas
de debates ofrece oportunidades para elegir entre confrontaciones estériles y
un trabajo que transforme conflictos y coincidencias en acciones de mutuo
beneficio.
“El rostro de mi
prójimo...
una alteridad... que
abre al más allá” *
Asumir
responsabilidades colectivas junto al Otro también significa profundizar en las
huellas de diversas construcciones superestructurales, nutrir negociaciones,
aceptar compromisos.
Cuando la libertad
abandona al mármol se ejercita entre opciones encarnadas, logra concentrarse en
dualidades más hondas y apartarse de las superficiales. Por caso, la difusión
de audiovisuales exhibiendo a bárbaros que fueron profundos pensadores y a
civilizados intelectuales que desplegaron brutalidades asesinas en defensa de
mezquinos intereses, perturbó los tradicionales duelos entre las categorías
“civilización” y “barbarie”.
Sólo a partir de que
el Estado interviene en el intercambio comunicacional y garantiza el acceso a
la emisión y recepción de diversos sectores de representación popular, los
ciudadanos no necesitan definirse por su pertenencia al rebaño. La puesta en
valor de las elecciones personales y comunitarias y los disensos y acuerdos que
aportan los debates cuestionará no pocos prejuicios y capacidades personales
para disfrutar de una sociedad cada vez más inclusiva.
Un país multicultural
como Argentina ofrece hoy la enorme oportunidad para diseñar, entre todos, y
desde el sur del planeta, los próximos e históricos cambios de paradigma.
Después de todo, las
coherencias entre la teoría y la práctica son la mejor vidriera de la
efectividad de las políticas éticas y solidarias, confirmando con alegría,
“como se hace” para que la Patria sea el Otro.
* Emmanuel Levinas
(1906-1995).
** Antropóloga
Universidad Nacional de Rosario.
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