A NOVENTA AÑOS DE UNA DE LAS MAYORES MATANZAS ARGENTINAS DEL SIGLO XX
Napalpí, la masacre impune
El 19 de julio de 1924, unos 700 indígenas fueron cercados por la policía en el Chaco: quienes no murieron baleados, fueron degollados. Habían protestado por la explotación a la que eran sometidos. Recién ahora se puso en marcha una investigación. Hoy habrá un acto.
Un mural recuerda en el lugar la
masacre que incluyó a mujeres, ancianos y niños.
Por Darío Aranda
Fue una de las mayores masacres argentinas del siglo XX. Al menos 700
víctimas, incluidas mujeres, ancianos y niños. Quienes no murieron por las balas
policiales, fueron degollados con machetes y hachas. El motivo de la represión
fue la negativa a ser mano de obra esclava, denunciar maltratos y, también, el
ser indígenas. La orden fue política; el motivo, económico (el avance algodonero
y la necesidad de brazos para la cosecha), y los ejecutores fueron la policía y
grandes terratenientes. Sucedió en Chaco, hace noventa años, y hoy los pueblos
indígenas conmemoran la matanza que se conoce como “Masacre de Napalpí”. El
crimen aún sigue impune. “Es crucial analizar la masacre de Napalpí en el marco
de un proceso social genocida que sigue teniendo consecuencias sobre los pueblos
originarios”, afirmó Marcelo Musante, integrante de la Red de Investigadores en
Genocidio y Política Indígena.
En 1922, el radical Marcelo T. de Alvear había reemplazado en la
presidencia a Hipólito Yrigoyen. El Territorio Nacional del Chaco ya se
perfilaba como el primer productor nacional de algodón. La superficie sembrada
en Chaco era de 100 hectáreas en 1895. Para 1920 había crecido exponencialmente:
50 mil hectáreas.
La Reducción Aborigen de Napalpí (a 120 kilómetros de Resistencia) era un
espacio de sometimiento donde los indígenas eran obligados a trabajar en
condiciones de semiesclavitud. Los maltratos eran frecuentes y no tenían los
mismos derechos que el resto de la población.
En julio de 1924, los indígenas qom y mocoví se declararon en huelga.
Denunciaban los maltratos y la explotación de los terratenientes. Y planeaban
marchar a los ingenios azucareros de Salta y Jujuy. Pero el gobernador Fernando
Centeno les prohibió abandonar Chaco y, ante la persistencia indígena, ordenó la
represión. El argumento oficial fue una supuesta “sublevación” indígena.
El 19 de julio a la mañana, 130 policías y civiles (enviados por grandes
estancieros) rodearon a los grupos en huelga y dispararon con rifles durante 45
minutos. Mataron a hombres y mujeres, ancianos y niños. “El ataque terminó en
una matanza, en la más horrenda masacre. Los heridos fueron degollados, algunos
colgados”, relata el libro Napalpí, la herida abierta, del periodista Vidal
Mario.
Un mes después de la matanza, el 29 de agosto, el ex director de la
reducción Enrique Lynch Arribálzaga escribió una carta al Congreso nacional: “La
matanza de indígenas continúa en Napalpí y sus alrededores. Parece que los
criminales se hubieran propuesto eliminar a todos los que se hallaron presentes
en la carnicería del 19 de julio, para que no puedan servir de testigos”.
La prensa de la época repitió el discurso del gobierno u omitió el hecho.
Pero hubo excepciones. El periódico Heraldo del Norte denunció: “Sin que los
inocentes indígenas realizaran un solo disparo, los atacantes hicieron repetidas
descargas de disparos en medio del pánico de los indios, más mujeres y niños que
hombres. Se produjo la más cobarde y feroz carnicería, degollando a los heridos
sin respetar sexo ni edad”. El corresponsal del diario La Razón escribió en
julio de 1924: “Muchas hectáreas de tierra en flor están en poder de los pobres
indios; quitarles esas tierras es la ilusión que muchos desean en
secreto”.
El sociólogo Marcelo Musante, de la Red de Investigadores en Genocidio y
Política Indígena, se especializa en el proceso represivo de Chaco. Explica que
Napalpí fue parte de un sistema de reducciones estatales implementado en Chaco y
Formosa, suerte de campos de concentración para poblaciones originarias donde se
ejercían acciones de control y dominación. “La discusión pública debe
preguntarse por qué el funcionamiento estatal, cuando refiere a pueblos
indígenas, promueve recurrentemente acciones represivas. Ejemplos claros son la
feroz represión ocurrida en Pampa del Indio (Chaco) a inicios de este año, lo
que ocurre en la comunidad qom La Primavera (Formosa) o en Santiago del
Estero.”
Juan Chico es qom, nacido y criado en el lugar de la matanza (hoy llamado
Colonia Aborigen). Escribió (junto a Mario Fernández) el libro Napalpí. La voz
de la sangre. Recordó que las comunidades siguen peleando para que el lugar se
vuelva a llamar Napalpí, detalló que los asesinados fueron al menos 700 personas
(mucho más de los 200 que mencionan los diarios de la época) y valorizó que en
Chaco se hable cada día más de la masacre de indígenas. También trazó un
paralelo al presente: “Argentina ha avanzado mucho respecto de los derechos
humanos, pero pareciera que los indígenas tenemos derechos humanos de segunda,
parte de la sociedad nos sigue considerando inferiores y nuestro genocidio sigue
invisibilizado”.
En 2008, el gobierno de Chaco pidió públicamente perdón por la matanza y
entregó una vivienda a la sobreviviente Melitona Enrique. Hoy a las 18 habrá un
acto conmemorativo en el lugar de la matanza. Será interno de los pueblos qom y
mocoví, recordarán a las víctimas y volverán a exigir justicia. A noventa años
de la masacre, el crimen permanece impune.
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