sábado, 12 de julio de 2014

Lo que los muertos revelan del pasado económico

Lo que los muertos revelan del pasado económico

Bóveda de la familia Causten
La bóveda Causten está en el Cementerio del Congreso en la ciudad capital de EE.UU.
Todo lo que queda de una de las familias más prominentes del Washington del siglo XIX son media docena de cajas de plástico con restos humanos, un surtido de manijas de ataúd oxidadas y algunos objetos personales, como cuentas de rosario y trozos de tela.
La muerte, la gran niveladora, ha conseguido que la clase alta sea casi indistinguible de los pobres de la época. Sin embargo, los científicos que exhumaron los restos de la bóveda perteneciente a la familia Causten, dicen que eso no es estrictamente cierto.
"Esta acomodada familia nos da un ejemplo de cómo era la vida en las zonas urbanas de Washington, comparada con diferentes clases en las zonas rurales", afirma Doug Owsley, un patólogo forense del Instituto Smithsonian, que se encuentra trabajando en este proyecto que forma parte de las renovaciones al Cementerio del Congreso de Washington.

La muerte, una constante

Cementerio
En los huesos queda evidencia de la dieta, el estilo de vida y las enfermedades sufridas.
Según él, los huesos de los Causten ofrecen evidencia de la dieta, el estilo de vida y las enfermedades durante la época de la Guerra Civil. Esta información puede cruzarse con los registros históricos.
"Esa historia de fondo es una información de mucha importancia para que un científico consiga analizar mejor otros restos", explica el doctor Owsley, que recientemente descubrió pruebas de canibalismo en la primera colonia inglesa en Jamestown, Virginia. Él dirige un estudio sobre la vida en la región de Chesapeake durante 400 años.
"En los restos de esta tumba identifico los primeros intentos de tratamientos médicos, como los empastes dentales con distintos tipos de metales".
"El hecho de que tenían un estilo de vida elitista está claramente registrado en sus huesos. No se aprecian las marcas físicas presentes en aquellos con estilos de vida más rigurosos".
Pero la riqueza no podía proteger a los Caustens de la muerte de sus hijos.
"La muerte era una constante, la mortalidad infantil era del 50%, de modo que era probable que la gente perdiera a la mitad de sus hijos", asegura Laurie Burgess, una historiadora y antropóloga del Museo Nacional de Historia Natural.
Ataúd
Sólo los ricos podían permitirse el tipo de ataúdes de hierro fundido como los que se exhumaron de la bóveda Causten.
De hecho, fue la muerte de un niño lo que llevó a la construcción de la bóveda de la familia Causten.
El pequeño Charles Isaac Causten tenía casi dos años cuando murió el 8 de agosto de 1835. Su cuerpo tuvo que ser almacenado en una bóveda pública hasta que se completó la construcción de la tumba de la familia.
Otros lo acompañarían después, entre ellos un bebé de 14 días de edad. Su madre murió inmediatamente después de dar a luz.

Ataúdes decorados

Este período también marcó el comienzo de la industria funeraria, apunta Burgess. Ricos y a la moda, los Caustens figuran entre los primeros en adoptar un nuevo estilo de manijas de metal adornado, además de placas con nombres y decoraciones.
"El ataúd nos permite identificar cuándo se realizaron los entierros. Aunque en la primera mitad del siglo XIX no se encuentra mucho, en 1850 la tendencia de los ataúdes decorados entra en acción," dice ella.
Los ataúdes de hierro fundido fueron otra innovación. Dos de esos ataúdes fueron recuperados de la bóveda y en uno de ellos se encontraron los restos de un bebé de tres meses de edad.
"Son el puro reflejo de la riqueza de la familia", dice Owsley. "En el siglo XIX, un ataúd de madera se podría construir por un dólar y medio o dos dólares. Los de estos niños podían costar unos US$35".
Eliza y James Causten
Eliza y James Causten encargaron la bóveda de la familia tras la muerte de su bebé recién nacido en 1835.
Una placa de metal encima de la cabeza podía abrirse para que se viera la cara del difunto a través del cristal. De esa manera, los espectadores estaban protegidos de la viruela o cualquier otra enfermedad infecciosa que hubiese causado la muerte, y aun así podían identificar el cuerpo.
La bóveda Causten fue construida cuando los cementerios comenzaron a ser ajardinados para imitar paisajes bucólicos.
"Ahora mismo vivimos en un período donde estamos a un paso de la muerte", dice Burguess. "Hubo un período entero en el siglo XIX donde la muerte era caracterizada como un sueño profundo y era sumamente romantizada".
Tim Shriver
Los tatarabuelos de Tim Shriver, presidente de las Olimpiadas Especiales y pariente del presidente John F. Kennedy, están enterrados en la bóveda.
La bóveda Causten es apenas una de las 12 que ya han sido restauradas en el Cementerio del Congreso, el lugar de descanso final de muchos estadounidenses notables. Estos incluyen un vicepresidente, 84 senadores y congresistas, y el primer director del FBI, J. Edgar Hoover.
Y los descendientes de la familia Causten continúan siendo influyentes hoy en día en Estados Unidos. Los tatarabuelos de Tim Shriver, presidente de las Olimpiadas Especiales y pariente del presidente John F. Kennedy, están enterrados en la bóveda.
Él asistió a un re-enterramiento especial de los restos de los Causten.
"Para mí es una oportunidad de conectar con mi familia y recordarles que su legado sigue vivo", dice.
"Pero también me recuerda la tristeza de las repetidas muertes de niños pequeños. Cuando veo los restos allí, uno tras otro, pienso: ¿cuántos de nuestros antepasados tuvieron que vivir con eso como un hecho de la vida? Eso para mí fue muy conmovedor".

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