El contexto
Hace pocos días, de entre infinidad de expedientes de la autoridad de la censura que regía durante la Segunda Guerra Mundial, fue exhumada una nota periodística datada de 1939 que permaneció inédita por la fuerza de la prohibición. Aunque en el artículo no constaba su firma, la autenticación de la autoría indicó que se trataba de una obra de Albert Camus. El artículo, publicado recientemente por Le Monde [1], fue escrito tres meses después del inicio de la Segunda Guerra Mundial y debió haber sido publicado el 25 de noviembre de 1939 en Le Soir Républicain, un diario de una sola hoja impresa de las dos caras, fundado por Camus el 15 de septiembre de ese mismo año, menos de tres semanas después del comienzo del régimen de censura. Le Soir Républicain tuvo un cofundador, su amigo Pascal Pia, con quien antes había compartido la redacción de Alger républicain dónde Camus había logrado cierta trascendencia pública por sus investigaciones poniendo en evidencia los males del regímen colonial. Para entonces, con 26 años cumplidos, ya había escrito L’Envers et l’Endroit (1937) y, poco antes, Noces (1939), y hacía tres años que había sido expulsado del Partido Comunista donde había militado sólo veinticuatro meses dedicados a la lucha por la igualdad entre europeos y magrebíes. Hombre de la Cultura, con cierto reconocimiento en su tierra natal, Argelia, ya había sufrido la censura colonial que prohibió la puesta en escena de su primera obra de teatro.
El 25 de octubre, un mes antes de la censura al artículo al que hago referencia, el siguiente pasaje de otro de sus artículos había sido enmudecido:“La gente cree que en ciertos momentos los acontecimientos políticos tienen un carácter fatal, y siguen un curso irresistible. Esta concepción del determinismo social es excesivo. Desconoce este punto esencial: los acontecimientos sociales son humanos, y como consecuencia de ello, no escapan al control humano.” A pesar de la censura reinante, los dos periodistas, Pia y Camus, siguieron con malicia enfrentando la censura, hasta que el 10 de enero de 1940, después de 117 números impresos, el periódico debió cerrar por orden del gobernador colonial. Mientras tanto, emplearon múltiples formas periodísticas y siempre hicieron evidente para el público el trabajo de la censura dejando los espacios en blanco en lugar de los textos censurados. Al finalizar la guerra, el mundo de las letras reconocería el valor de las obras de Camus, devenidas pronto en clásicos de la literatura, la filosofía y el teatro, como El Extranjero (1942), El Mito de Sísifo (1942), Cartas a un amigo alemán (1944) y Calígula(estrenada en 1945).
Acerca de la noble profesión
Genio de las letras francesas de envergadura internacional, Albert Camus vivió la Segunda Guerra Mundial volcando su compromiso político al periodismo y al ensayo. Alejado de las armas por la tuberculosis contraida en la adolescencia, a la literatura que siempre practicó le agregó un periodismo comprometido, una vocación que seguirá acompañando su producción novelística, ensayística y filosófica hasta mucho tiempo después de finalizada la Guerra.
El periodismo fue una obsesiva preocupación de Camus, al que contribuyó con su pluma, y con su clarividente visión acerca de sus tentaciones y riesgos. La “noble profesión”, según Camus, requiere una definición rigurosa de sus límites deontológicos. Acerca de éstos se expresó en reiteradas oportunidades. En el artículo censurado en 1939, del cual ofrezco una traducción personal más abajo, se refería ampliamente a esos límites. Pero no fue ni el primero ni el último.En Combat, a dónde llega en 1944, insistirá con su declaración del periodismo libre: “Informar bien en lugar de informar rápido, precisar el sentido de cada noticia mediante un comentario apropiado, instaurar un periodismo crítico y, en todas las cosas, no admitir que la política venza sobre la moral ni que ésta caiga en el moralismo.” En 1951, mucho antes de recibir el Nobel de Literatura de 1957, en una entrevista a la revista Caliban declaraba incisivamente sobre la práctica periodística: “Una Sociedad que soporta ser distraída por una prensa deshonrada y por un millar de bromistas cínicos, decorados del nombre de artistas, corre hacia la esclavitud a pesar de las protestas de aquellos que contribuyen a su degradación.”[2] Como afirma Macha Séry, quien descubrío los textos censurados, el periodismo fue para Camus “una comunidad humana donde desarrollarse plenamente, una escuela de vida y de moral.”[3
Muchos de sus textos censurados durante la Guerra nunca habían sido descubiertos por los historiadores y biógrafos del notable autor. Uno de ellos, el que traduje y expongo aquí debajo, es particularmente interesante porque trata específicamente de la condición humana del periodista, de la forma de hacer periodismo, de los limitaciones y responsabilidades de los medios, de la censura y de la autocensura. Habla también de los instrumentos que pueden contribuir a la construcción de un dispositivo deontológico del periodista: la lucidez, el rechazo, la ironía, la obstinación.
El documento, descubierto recientemente en los Archivos Nacionales de Ultramar en Aix-en-Provence dentro de los expedientes de la autoridad de la censura datados de ese período, fue publicado completo en francés, pero no encontré ninguna versión completa en español. Bajo la fuerza extractiva del periodismo actual, he visto cómo diversas notas periodísticas hablaron del texto en cuestión, citando partes de aquí o allí. Algunas traducciones que he detectado en español son incompletas, contienen grandes huecos que dejan resaltar parcialidades.
Me tomé el trabajo de hacer una traducción del artículo completo para que lo disfrutes. No tiene desperdicio. Pido disculpas a quienes, como profesionales de la traducción, pudiese resultarle equívoco tal o cual término o expresión. Mi bilinguismo tiene límites. Aun corriendo ese riesgo, preferí aportar una traducción sin recortes, resaltados o reiteraciones. Mi única intención, totalmente desterritorializada, es reconocer al texto su completitud, a su autor su coraje y el valor de su provocación intelectual, y a los lectores una visión alejada de las múltiples intenciones manipuladoras que he identificado desde que el artículo vio la luz.
En definitiva, el texto prueba que, testigo de un largo período de transiciones entre oscuridades, audazhumanista de posiciones contradictorias respecto del colonialismo, comunista contrario a las posturas de Stalin y manifiestamente antifranquista (la familia materna era de origen español), defensor de la rebeldía que da sentido al mundo como una manera de vivir «lo absurdo de la condición humana», el Camus difícil de clasificar políticamente fue, sobre todo, un intransigente periodista que se resistió al espíritu de los tiempos que le tocó vivir. Al ciudadano libre de un mundo cada día mas complejo en el que el rol de los medios y de los periodistas están en plena revisión, tal vez este artículo no le aporte nada nuevo, o quizás sí.
El artículo
Autor: Albert Camus. Escrito el 25 de noviembre de 1939.
Es difícil evocar hoy la libertad de prensa sin ser tachado de extravagante, acusado de ser Mata-Hari, de verse tratado como el sobrino de Stalin. Sin embargo, esta libertad es solo una cara entre otras de la libertad en sentido estricto y se comprenderá nuestra obstinación en defenderla si se admite que no hay otra forma de ganar realmente la guerra.
Es verdad, toda libertad tiene sus límites. Aunque tendrán que ser libremente reconocidas. Acerca de los obstáculos que son aportados hoy a la libertad de pensamiento, hemos dicho por otra parte todo lo que pudimos decir y diremos todavía, y hasta la saciedad, todo lo que será posible decir. En particular, no nos sorprenderá jamás lo suficiente, una vez impuesto el principio de la censura, que la reproducción de los textos publicados en Francia y apuntados por los censores metropolitanos sea prohibida al Soir Républicain, por ejemplo. El hecho de que a propósito un periódico dependa del humor o de la capacidad de un hombre demuestra mejor que cualquier otra cosa el grado de inconciencia al que hemos llegado.
Uno de los buenos preceptos de una filosofía digna de ese nombre es el de jamás caer en lamentaciones inútiles ante un estado de cosas que no puede ser evitado. La cuestión en Francia ya no es hoy saber cómo preservar la libertad de prensa. Es la de buscar cómo, ante la supresión de esas libertades, un periodista puede seguir siendo libre. El problema no concierne a la colectividad. Concierne al individuo.
Y justamente lo que nos agradaría definir aquí, son las condiciones y los medios a través de los cuales, en el seno mismo de la guerra y de sus servidumbres, la libertad puede ser, no solo preservada, sino también manifestada. Estos medios son cuatro: la lucidez, el rechazo, la ironía, la obstinación.
La lucidez supone la resistencia a las invitaciones al odio y al culto de la fatalidad. En el mundo de nuestra experiencia, todo puede ser evitado. La guerra misma, que es un fenómeno humano, puede ser en todo momento evitado o detenido por medios humanos. Es suficiente con conocer la historia de los últimos años de la política europea para estar seguros que la guerra, cualquiera sea, tiene causas evidentes.
Esta visión clara de las cosas excluye el odio ciego y la desesperanza que deja hacer. Un periodista libre, en 1939, no se desespera y lucha por lo que cree verdadero como si su acción pudiera influir en el curso de los acontecimientos. No publica nada que pueda excitar el odio o provocar la desesperanza. Todo eso está en su poder.
Frente a la marea creciente de imbecilidad, es necesario igualmente oponer algunos rechazos. Todas los condicionamientos del mundo no harán que un espíritu limpio acepte ser deshonesto. Ahora bien, y aun conociendo poco del mecanismo de las informaciones, es fácil asgurarse la autenticidad de una noticia. Es a ello que el periodista libre debe dedicar toda su atención. Si no puede decir todo lo que piensa, puede no decir lo que no piensa o lo que cree falso. Es así que un diario libre se mide tanto por lo que dice como por lo que no dice. Esta libertad completamente negativa es, de lejos, la mas importante de todas, si se la sabe mantener. Dado que prepara el advenimiento de la verdadera libertad. En consecuencia, un diario independiente ofrece el origen de sus informaciones, ayuda al público a evaluarlas, repudia el abarrotamiento de los cerebros, suprime las invectivas [Discurso o escrito agresivo contra personas o cosas. Fuente: Diccionario la lengua española. Espasa Calpe. 2005], mitiga mediante comentarios la uniformización de las informaciones, en breve, sirve a la verdad en la medida humana de sus fuerzas. Esta medida, tan relativa como puede serlo, le permite al menos rechazar lo que ninguna fuerza en el mundo podría hacérselo aceptar: servir a la mentira.
Llegamos así a la ironía. Podemos decir en principio que un espírtitu que tiene el gusto y los medios de imponer la coacción es impermeable a la ironía. No vemos a Hitler, por tomar un ejemplo entre otros, utilizar la ironía socrática. Lo que implica entonces que la ironía se vuelve un arma sin precedentes contra los demasiado poderosos. Completa la negativa en el sentido que permite, no solo rechazar lo que es falso, sino decir frecuentemente lo que es la verdad. Un verdadero periodista libre, en 1939, no hace demasiada ilusión sobre la inteligencia de aquellos que lo oprimen. Es pesimista respecto del hombre. Una verdad enunciada con un tono dogmático es censurada nueve veces sobre diez. La misma verdad dicha agradablemente no lo es mas que cinco veces sobre diez. Esta disposición describe de manera bastante exacta las posibilidades de la inteligencia humana. Ésta explica además que los diarios franceses como Le Merle o Le Canard Enchaîné puedan publicar regularmente los artículos de tanto coraje que conocemos. Un periodista, en 1939, es por lo tanto forzosamente irónico, aunque a menudo sea a riesgo de su propio cuerpo. Pero la verdad y la libertad son amantes poco exigentes dado que tienen pocos amantes.
Esta actitud del espíritu brevemente definida, es evidente que no podría sostenerse eficazmente sin un mínimo de obstinación. Hay suficientes obstáculos a la libertad de expresión. No son los mas severos los que pueden desalentar un espíriutu. Las amenazas, las suspensiones, las persecuciones producen generalmente en Francia el efecto contrario a lo que se proponen. Debe convenirse que hay obstáculos desalentadores: la constancia en la tontería, la apatía organizada, la ininteligencia agresiva, y detengámonos aquí. Allí está el gran obstáculo a vencer. La obstinación es una virtud cardinal. Por una paradoja curiosa pero evidente, se pone al servicio de la objetividad y de la tolerancia.
Éstas son un conjunto de reglas para preservar la libertad hasta el seno de la servidumbre. ¿Y después?, diríamos. ¿Después? No nos apuremos tanto. Si cada francés quisiera mantener en su esfera todo lo que cree verdadero y justo, si quisiera ayudar desde su condición débil a mantener la libertad, resistir el abandono y dar a conocer su voluntad, entonces y solo entonces esta guerra estará ganada, en el sentido profundo del término.
Sí, es frecuentemente a riesgo de su cuerpo que el espíritu libre de este siglo hace sentir su ironía. ¿Qué puede encontrarse de agradable en este mundo incendiado? Pero la virtud del hombre consiste en mantenerse enfrente de lo que lo niega. Nadie quiere recomenzar dentro de veinticinco años la doble experiencia 1914 y 1939. Entonces hay que ensayar un método todo novedoso que es la justicia y la generosidad. Pero éstas solo se expresan en los corazones libres y en los espíritus todavía clarividentes. Formar estos corazones y estos espíritus, despertarlos antes, es la verdadera tarea a la vez modesta y ambiciosa que le toca al hombre independiente. Hay que hacerlo sin pensar mas allá. La historia tendrá o no en cuenta esos esfuerzos. Pero habrán sido hechos.
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