jueves, 16 de agosto de 2012


MEDIOS Y COMUNICACION

Westfalia mediática

Para Marcelo García el periodismo y la comunicación constituyen terrenos de batalla claves para la disputa geopolítica y ninguno de los jugadores quiere quedarse rezagado, pero la actualidad muestra que el dominio de las cadenas de Estados Unidos y Europa está cuestionado.

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Por Marcelo J. García *

Hace veinte años el mundo era uno solo. La Historia había terminado gracias a la fisión nuclear Fukuyama. La televisión global única bombardeaba guerras sin sangre que para muchos no habían tenido lugar. CNN era el espejismo de los hechos –con hache de Hollywoood–. Lo que decía mostrando era verdad –con ve de victoria–. Las academias estudiaban el “efecto CNN” sobre las relaciones exteriores del hegemón global y sobre las opiniones del votante estadounidense acerca de un mundo lejano que creía (y quería) dominar. Pero la Historia siempre vuelve. Y hoy entramos en una nueva Westfalia que tiene su propia dimensión mediática, esta vez global, cada vez con más actores.

Existe a nivel planetario una lucha soberano-mediática: hay organizaciones periodísticas nuevas que “militan” por causas geopolíticas nacionales. No está claro si existe algún “independiente”.

Primero fue el mundo árabe. El atentado del 11 de septiembre abrió el siglo XXI con una imagen total y transparente que al mismo tiempo obturaba la razón por emoción visual violenta. Al Jazeera, menos con su creación en 1996 que con su surgimiento como actor global durante las guerras post 11-S, es en parte resultado comunicacional de la trinchera mediática planetaria hacia la que Occidente empujó al mundo árabe. Una vez fuera del no man’s land, Al Jazeera lanzó su canal angloparlante y se posicionó como un actor de estatura mundial en el campo del periodismo audiovisual: 65 equipos periodísticos en todo el mundo alrededor del globo y alcance a más de 100 países.

La academia occidental, entonces, comenzó a hablar de “el efecto Al Jazeera”. De repente la aldea global se había convertido en una guerra de aldeas.

Esa guerra se ha intensificado e incorporado a nuevos actores del concierto de naciones que componen la nueva Westfalia del siglo XXI. El periodismo y la comunicación constituyen terrenos de batalla claves para la disputa geopolítica y ninguno de los jugadores quiere quedarse rezagado. La puesta en cuestión del dominio establecido por las cadenas de Estados Unidos y Europa implica también una revisión de la noción de periodismo tal como lo conocemos en la modernidad occidental. Liu Ge, la editora jefe de China Central Television, CCTV, dijo hace poco en una entrevista con el Columbia Journalism Review (http://www.cjr.org/feature/ sino_the_times.php?page=all ): “Occidente cree que las malas noticias son siempre buenas noticias. En China creemos que hay que equilibrar las noticias con la responsabilidad social con el objetivo de no provocar tensiones en nuestras sociedades”.

CCTV es una empresa del Estado capital-comunista chino y Liu es miembro del PCCh. Hace dos años, el gobierno chino invirtió 8,7 mil millones de dólares para “trabajo de publicidad exterior”. Con parte de ese efectivo, CCTV lanzó un canal global en inglés y la agencia de noticias china Xinhua se expandió rápidamente a 107 países, con más de 10.000 empleados en todo el mundo.

“Ninguna organización mediática carece de agenda”, sigue Liu. “Ni la BBC ni CNN afectarían los intereses nacionales. No esperen que CCTV vaya en contra de los intereses chinos.”

Un cuarto actor global proveniente de Rusia completa la Westfalia periodística planetaria. Russia Today o RT, según su branding, tiene como misión “mostrar una perspectiva del mundo desde Rusia”. Financiada por el Kremlin, RT llega a 200 millones de personas en los cinco continentes. Los críticos dicen que su militancia es lindera con la propaganda: militante total. RT se fundó en 2005, el mismo año en el que nació la pan-latinoamericana Telesur, impulsada por Caracas y con apoyo de otros países de la región, entre ellos Argentina. Este año, RT puso al aire una serie de entrevistas conducidas por el enfant terrible del establishment occidental: Julian Assange.

Hace unos meses, Hillary Clinton le dijo a una comisión del Senado estadounidense que el mundo estaba inmerso en una “guerra informativa”. Y Estados Unidos, agregó, la está perdiendo. Hillary mencionó a Al Jazeera, CCTV y RT como los ganadores del momento. Si la superestructura comunicacional fuese reflejo de la estructura de poder del mundo, Occidente estaría en rápida declinación. ¿Lo está? Los nuevos actores periodísticos globales, en definitiva, se esfuerzan por hablarle al mundo en inglés, al menos por ahora. Todavía está por verse si en la nueva Westfalia global, el periodismo liberal de Occidente, los “independientes”, sobrevivirá al avance de los bárbaros “militantes”, esos que creen que el Estado no es el principio de todos los males del mundo.

* Marcelo J. García (@mjotagarcia) es coordinador del Departamento de Comunicación de la Sociedad Internacional para el Desarrollo, Capítulo Buenos Aires (www.sidbaires.org.ar).

MEDIOS Y COMUNICACION

Cárcel y cultura

Roberto Samar sostiene que desde la cultura se puede contribuir a transformar la prisión en un espacio de consolidación de derechos.

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Por Roberto Samar *

La cárcel como lugar de castigo es una idea que tiende a ser naturalizada desde los discursos que consumimos en los medios masivos de comunicación. Asimismo, en el imaginario colectivo lejos está la idea de pensar la detención como un espacio de consolidación de derechos.

Esto queda en evidencia cuando pocos se sensibilizan con las torturas a detenidos en Salta, con el asesinato de un interno en la Unidad Nº 11 de la provincia del Neuquén o cuando cuelgan del techo a un interno en la Unidad Nº 32 de Florencio Varela. Todos, hechos ocurridos en los últimos meses. Cabe recordar que la Asamblea del Año XIII eliminó todo tipo de castigos y torturas, lo cual fue ratificado luego por la Constitución nacional en su artículo 18, cuando dice expresamente que la cárcel no será para castigo, sino para seguridad de los reos.

Pero mientras la tortura es casi invisibilizada, muchos se indignan al ver al director del Servicio Penitenciario Federal participando de una murga junto a internos.

Ahora bien, ¿qué genera el discurso de la “mano dura”?: Si una persona es detenida durante largos años en una cárcel sobrepoblada, sufre situaciones de tortura y golpizas, y no se le permite tener acceso a sus derechos básicos, casi con seguridad esa persona, cuando salga en libertad, reincidirá, y lo hará en forma más violenta.

Como contrapunto, podemos tomar la experiencia que garantiza el derecho a la educación del Centro Universitario de Devoto. Según estadísticas de la UBA, la tasa de reincidencia normal de los internos que no estudian asciende a más del 30 por ciento. Sin embargo, para los presos que se gradúan en el Centro Universitario de Devoto el porcentaje de reincidencia es de apenas el 6 por ciento.

Como sostiene el Dr. Raúl Zaffaroni, “quien entra a la cárcel semianalfabeto y egresa como ingeniero electrónico, naturalmente que ha subido su nivel de invulnerabilidad y tiene otra autopercepción de sí mismo. No es porque lo hayan ‘arreglado’ como a una artefacto del hogar descompuesto o al que le faltaba una pieza, sino porque le han subido su nivel de invulnerabilidad quitándole el estereotipo introyectado”.

Es decir, el objetivo debería ser modificar la autopercepción de la persona. Intentar que se deje de percibir como “un delincuente” y ayudarlo a que se piense desde otra perspectiva. La cultura, el arte, la política, la religión o el vincularse con redes sociales pueden ayudarlo a cambiar la mirada que tenga de sí mismo y del mundo.

Claramente, el discurso que busca ampliar permanentemente las condenas, que asocia a la cárcel con un espacio únicamente de castigo y que piensa a la persona que cometió un delito como enemigo, genera más violencia. Es decir, en lugar de combatirla, la reproduce.

En base a lo expuesto es que, si queremos construir una sociedad más segura, debemos desmantelar el discurso vindicativo y fortalecer imaginarios colectivos que ayuden a consolidar derechos en los espacios de detención, lo cual redundará en mayor seguridad.

* Licenciado en Comunicación Social. Docente de Filosofía Política Moderna UNLZ.


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