domingo, 2 de junio de 2013



La risa que asusta: el humor político en los tiempos K

Enfoques
¿Y ? ¿Qué dijo?
-Que no. ¿Qué iba a decir?
Los dos, guionista y productor, quedaron en silencio. Al cabo de dos, tres, siete llamadas, la lista de actores cómicos con la que habían arrancado el sueño de un programa de humor político comenzaba a languidecer. La señal era clara: no eran éstos buenos tiempos para la sonrisa. Y siguen sin serlo, a juzgar por el comentario repetido de humoristas que (como Rodrigo Rodríguez, Freddy Villarreal, Martín Bossi y otros más) confesaron no sentirse del todo tranquilos haciendo reír en los adustos tiempos que corren. Como ellos, sólo que unos meses antes, otros habían dicho algo parecido al ser convocados para aquel nuevo programa que finalmente nunca salió.
"No sé qué era, si censura o autocensura, pero la gente estaba intranquila. De hecho, yo, hasta el día de hoy, tampoco estoy muy tranquilo que digamos", reconoce uno de los dos protagonistas del episodio, en estricto off the record . Y ése es, en sí mismo, todo un dato: varios de los consultados para esta nota no quisieron que sus voces quedaran grabadas. Como si el ejercicio del humor más allá de las gracias circenses a las que nos tiene acostumbrados la televisión se hubiera vuelto riesgoso.
"Hay radares de los que prefiero mantenerme lejos", diría poco después Mario Pergolini durante una entrevista televisiva. Y -sin ser él mismo humorista, como tampoco lo es Susana Giménez, quien este año en su debut aclaró por si hiciera falta que renunciaba "a las tres p: pizza, pasta y política"- su frase se parece bastante a lo que dicen sentir guionistas y comediantes en la Argentina de hoy: temor a que un gesto de más, un dibujo ligeramente irreverente o una imitación que no encaje dentro de los curiosos "kánones" oficiales en materia de alegría pueda depararles desde un aterrizaje laboral forzoso (Miguel del Sel, por caso, declaró que hace años que nadie lo convoca y que supo por un conocido que las cámaras de Fútbol para Todos tienen prohibido enfocarlo) hasta una inmediata visita de la AFIP (como ya le sucedió al cineasta Eliseo Subiela, quien finalmente se comprobó que tenía todos los papeles en regla), cuando no alguna visita "en banda" (como le pasó al humorista Claudio Rico, abucheado durante su personificación de Néstor Kirchner en la obra de teatro "Rialidad"), cuando no una venganza harto más artera y en forma de video íntimo.
 
Foto: Martín Balcala
No por casualidad sólo quienes están de algún modo protegidos por su altísimo nivel de exposición, como Jorge Lanata, se animan a contar con detalle lo que todos saben pero pocos dicen: que aquí, en donde existe una riquísima tradición de humor político (desde La Presidencia hasta El Mosquito, desde Tía Vicenta hasta Humor Registrado), lo que antes se podía (dibujar a Rosas bebiendo sangre de una calavera o a Sarmiento como un vampiro o un bufón, o cuestionar con dolorosa inteligencia las decisiones del gobierno) hoy ya no se puede. No con la misma tranquilidad, al menos. "Cuando Suar me propuso hacer algo periodístico con toques de humor, no bien comencé a buscar imitadores escuché toda clase de excusas: que me van a rayar el auto, que me va a perseguir la AFIP, que mi mujer no quiere. Pero para mí el sentido del humor es un rasgo de inteligencia. Me parece que es algo muy efectivo y desestructurante. Por eso un gobierno puede soportar que le digas 'chorro', pero no que te burles de él", consigna Jorge Lanata.
De todos modos, según el humorista Carlos Maslatón, "en el contexto actual, creo que hay más autocensura que censura operando incluso en humoristas que, históricamente, fueron críticos del poder. Es obvio que si trabajás en un medio financiado por empresarios afines al oficialismo, es complejo poder ironizar sin generar la impresión de que operás para "el enemigo". Pero la esencia del humor político sigue siendo la de siempre: desnudar las fallas que el discurso oficial tiende a tapar", sostiene.
"¿Y quién nos rescatará de la seriedad?", se preguntaba hace años el siempre lúcido Batato Varea. Miles de años antes, Hipócrates -en su teoría de los líquidos corporales- planteaba su propia versión de ese rescate, argumentando que nada como sanadoras descargas de risa para mantener cuerpo y alma sanos. Hoy, frente a tanto gesto adusto, frente a ministros más dados a dar discursos que explicaciones y capaces de reírse "del dólar blue", como Lorenzino, pero no de su propio y patético papel frente a las simples preguntas de una periodista griega (aquel día, cabe recordar, el hashtag Me quiero ir ardió en Twitter) aquellas ideas se cargan de nuevos sentidos. En su capacidad de desvestirlo todo, y mostrar la osamenta última de las cosas.Tal su poder y su condena, porque cualquiera que haya visto en el primer programa de CQC a tres políticos ultra K imposibilitados de pronunciar siquiera la palabra "inflación" entenderá que en tiempos de palabras-cuco la risa es el otro gran demonio al que el Gobierno busca conjurar a pura cara fruncida.

Todo fue una broma

Es posiblemente por eso que Fátima Florez (la imitadora de Cristina en el programa de Lanata y protagonista de un unipersonal que la cataloga como "La presidenta del humor") insiste en decir que todo fue una broma. Un chiste. Una "jodita para VideoMatch ", casi. Que su Cristina "es sólo un personaje más dentro de un montón de personajes que hago. Lo que pasa es que hacer a la Presidenta en el marco de un programa político donde hay informes tan fuertes es como una bomba", justifica. "De todos modos, me parece que en una democracia todos somos libres de hacer el personaje que queramos. Quizá el enojo tiene que ver con el programa en el que hago mi trabajo, porque las otras Cristinas que se hicieron eran más light y la mía no. Y también puede ser que los políticos, al no ser artistas, directamente no entiendan los códigos del humor. Esto es una caricatura", recalca. Del mismo modo, Ariel Tarico (humorista junto a Roberto Petinatto en FM 100) sostiene que "jugar y hacer humor se puede con cualquier cosa. ¡Hasta con el Papa! El humor siempre ronda los defectos y eso es lo que molesta, pero también es la tradición histórica porque, si para algo sirve la risa es, justamente, para que lo solemne no lo sea tanto".
 
Foto: Martín Balcala
Así, en determinados contextos, la risa se vuelve casi una demanda social, como lo confirma Pablo Alabarces, doctor en Sociología y autor de Peronistas, populistas y plebeyos (Ed. Prometeo). Para él, "el humor es decisivo en una sociedad porque sirve para distanciarse, criticarse y, a partir de eso, mejorarse. Esta cosa de ceños fruncidos y puños apretados es indudablemente conservadora", apunta. El sociólogo EduardoFidanza, director de Poliarquía, también coincide en señalar que"ciertos representantes del kirchnerismo ponen en escena, de manera incruenta y a veces farsesca, una posición ideológica dogmática que, por su propia naturaleza, es incompatible con el humor. Además, cierto kirchnerismo -no todo- ejerce presión y distribuye premios y castigos como sistema. Ahora bien, esto sucede en una democracia y está avalado y legitimado por el voto popular. Habría que preguntarse si este tipo de democracia no es el resultado de décadas de deterioro institucional", arriesga.
Lo cierto es que si el humor se lleva mal con esa pulcritud extrema que siempre sobreactúa la política, se lleva peor todavía con un discurso de epopeya que se cae a pedazos. Con ese decir altisonante que desde hace tiempo electriza todos los micrófonos e insiste en convertir en gesta patriótica lo que sea. Porque el humor ha sido, desde el origen, un antígeno del poder.
Y lo sigue siendo, claro. "De hecho, hay un sociólogo francés, Michel Maffesoli, que repite que no hay mayor rebelión que la irrisión", apunta a su turno Adriana Amado Suárez, doctora en Ciencias Sociales y docente en la Universidad Nacional de La Matanza. Esa a la que la presidenta ninguneó en Harvard, dando origen a su vez a infinidad de chistes. Por ejemplo, aquel según el cual Cristina Fernández, luego de su deslucido paso por el claustro, habría pasado a llamarse " ShowMatch , porque pierde contra los Graduados ". Esta clase de gags, por lo general con muy poco espacio en los medios tradicionales para quienes la pauta oficial es al mismo tiempo látigo y zanahoria, sin duda son una instancia especialmente temida por los políticos. Saben que cada una de esas gotas de vitriolo sonriente penetra hasta el fondo de cada secreto, desbaratando de una vez y para siempre imposturas y silencios. Pero en este caso se agrega, además, un dato que para Amado resume un espíritu de época: la prudencia paranoide. "El humor necesita -para usar un término que empleaba Mafalda- una cuota de desfachatez. Y la desfachatez, últimamente, nos está costando bastante. Y cuando ante una humorada no se sabe si detrás viene o no un castigo, se empieza a sobreactuar la prudencia. Nos encontramos así en un momento en donde a veces más vale no decir nada."
La consultora Ibarómetro habló en 2009 del "efecto Gran Cuñado", una denominación cómica si no fuera por lo inquietante del fenómeno al que aludía. En este caso, la influencia del programa de Marcelo Tinelli no sólo en la mirada del público sobre los distintos candidatos, sino también en su intención de voto. Sorpresa: el 15% de los porteños opinó que, efectivamente, esa puesta en escena saturada de máscaras de goma y tics de feria también tenía efecto sobre ellos. A Francisco de Narváez, por caso, su presencia al lado de su imitador bailando "La vecinita tiene antojo" logró que mucha más gente lo reconociera por la calle. Y otro tanto con Cobos, con Cristina y aun con Sergio Massa, quien aparecía en Gran Cuñado retratado como el coiffeur de la señora de Kirchner pero que, así y todo celebró, porque "por lo que veo en la calle, el programa me hace quedar muy bien". Pasaron cuatro años desde entonces. Y, en el medio, fuego cruzado entre el poder y los medios no alineados, compra de radios y canales por parte de empresarios afines al Gobierno, mudanzas (ideológicas y literales) de todo tipo, bóvedas, valijas y mucho más. ¿Cambió el humor en todo este tiempo? Según Fidanza, sí."Hubo mutaciones del humor político en los últimos años, a partir del cambio de formatos y soportes, Internet, las redes sociales, etc. Por otro lado, sabemos que las dictaduras imponen a las expresiones artísticas disidentes una sofisticación y una sutileza que la libertad democrática, paradójicamente, debilita. Eso le ocurre también al humor. En esta materia habría que recordar la frase, también humorística, que se usaba en la transición española: "Contra Franco estábamos mejor'".

El refugio de twitter

Tal vez por eso en estos días, por estas horas,mucho del mejor humor político hoy no se encuentra en los medios tradicionales sino en los transparentes laberintos deTwitter.Allí donde todo parece poder ser dicho. Allí, en el reino de las personas reales y de maravillosos personajes de diseño como El Pibe Trosko, el Coronel Gonorrea o la inefable Dra. Alcira Pignata, una "señora bien", de extrema derecha, capaz de repartir palos con la misma independencia con la que la revista El Mosquito, por más de tres décadas, hizo de cada figura política un blanco móvil. Quedarán pues para la pantalla muy pocos osados y alguna que otra caricatura más o menos bobalicona. Lo otro, lo cáustico, lo que encierra una verdad que no cualquiera se anima a decir ni tampoco a escuchar, quedará para otra clase de audiencias y de espacios.No pocos hablan, de hecho, de Twitter como el nuevo refugio del humor político hasta donde se llega por "saturación", buscando una válvula de escape frente a una realidad que agobia y una armada mediática oficialista que tampoco da respiro. "Vamos por todo", resonó un día, y tal vez ya vaya siendo tiempo de preguntarse si en ese todo se incluía también a la risa, que reclama para sí el derecho a mostrar el punto saltado en el traje del emperador. Ese que -ya todos lo sabemos- está bordado en hilos de ilusión. Y de nada.

En 140 caractéres

Twitter, un refugio para la humorada
La twitósfera parece hoy el reino donde toda disidencia puede ser expresada. Con el estilo caústico de muchas personas reales y de maravillosos personajes de diseño como El Pibe Trosko, el Coronel Gonorrea o la inefable Dra. Alcira Pignata, el humor político encuentra una poderosa válvula de escape en 140 caracteres.

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