domingo, 11 de marzo de 2012

A propósito de la cobertura de Clarín y La Nación de los últimos actos de gobierno

Así se construye el relato opositor

Acusan a la presidenta de hacer “una puesta en escena”, “una obra cumbre del relato oficial”, mientras construyen la narración de un país con “ciudadanos más indefensos”, “recesión democrática” y “dudas inquietantes”. Hasta ahora, los hechos desmintieron otras aseveraciones como la de Hugo Biolcati: “En 2010 el país importará carne, trigo y leche”, y la de Joaquín Morales Solá, de 2008: “el kirchnerismo como ciclo político está terminado&

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Así como la televisión legitima y naturaliza la violencia, de acuerdo con la postura de diferentes teóricos de la comunicación, es posible que la prensa gráfica también lo haga. Y que pueda concretarlo en diferentes planos, incluido el político-discursivo. Será necesario un trabajo de campo, cuanti y cualitativo para determinarlo, pero el mero repaso de la cobertura periodística cotidiana permite sacar algunas conclusiones. Enlodados en un interés económico que perciben cada vez más frágil, para esta temporada 2012, los medios hegemónicos optaron por fortalecer la idea de que el gobierno nacional manipula a los argentinos a través de un “relato”, “mentiroso” y “engañoso”, es decir que asocian el relato no a la construcción subjetiva de la realidad, sino a un mero hecho de manipulación.
Una nueva oleada, que tal vez encuentre entre los vanguardistas ultramediáticos a Adrián Suar y su consideración de que la primera mandataria es “muy polkiana, recontra actriz”, se traduce hoy no sólo en la metamorfosis de Cristina Fernández con la actuación –es decir con una propuesta falsa, pero verosímil–, sino directamente con los actos de gobierno.
Uno de los ejemplos más recientes ocurrió al día siguiente de la inauguración de las sesiones ordinarias del Congreso, el 1 de marzo pasado. La presidenta rindió cuentas de su gestión y marcó las páginas de la agenda legislativa durante más de tres horas, pero a los ojos de Clarín y La Nación proclamó un libreto, no detallan si de teatro, cine o televisión: fue “una obra cumbre del relato oficial”, “un inventario de las proezas”, un “engañoso discurso presidencial”, con “tergiversaciones, omisiones y ataques”, donde reprodujo “una realidad embellecida”, en la que “sobreactuó enojo” (Clarín y La Nación, 02-03-12).
Lo mismo había pasado el 8 de febrero, un día después del acto en el que Cristina Fernández reunió a los representantes de su gobierno y a toda la oposición, en un claro mensaje de que el pedido argentino de la soberanía de las Islas Malvinas no se trata de partidismo, ni oportunismo, sino de una política pública concreta. Eduardo van der Kooy lo consideró un “cuidado montaje”, “con esmerada coreografía” (Clarín, 08-02-12), es decir una ficción, con una puesta en escena, irreal. Lo mismo le pareció al editor general de Clarín Ricardo Kirschbaum, quien de manera poco eufemística tituló: “Puesta en escena y la misma política”.
En definitiva, la suma de una lectura con la otra, da como resultado una línea editorial con una intencionalidad específica: transformar los actos de gobierno en burdas actuaciones, como estrategia básica de esmerilar y debilitar esos mismos actos de gobierno, demostrándole a la ciudadanía que está siendo engañada. Creen que en la era de la información que vivimos, la construcción subjetiva de la realidad es más fuerte que la percepción en vivo y directo de esa realidad. A la destrucción de lo real le sigue la edificación de otro escenario acorde a sus intereses: la Argentina es un país devastado, con ciudadanos desprotegidos, abandonado, en el que nada, pero nada, funciona: donde hay “Ciudadanos más indefensos”, “con dudas inquietantes”, “un país más inestable”, “que se vuelve, día a día, un país más inestable”, con “inseguridad de la calle, inseguridad jurídica, política y económica”, donde “un frustrante panorama laboral que enfrentan actualmente los jóvenes los posterga en su ascenso social”, un país que “está sufriendo una peligrosa regresión”, con “una constitución desangrada” y una “apaleada democracia”, con “recesión democrática” (La Nación 06-02-12, 07-02-12, 10-2-12). Y donde Joaquín Morales Solá asegura que: “La Presidenta está ingresando en un tiempo sin elecciones y sin victorias. Comienza a disiparse el tamaño de la gloria reciente. Cristina Kirchner perdió cuatro puntos de imagen positiva en el último mes y un diez por ciento menos de argentinos cree que el país está bien” (La Nación 19-02-12).
¿Hasta qué punto este relato mediático no es el relato, comprendido como mentira y engaño? Si en el mismo diario en el que Morales Solá escribió que la presidenta “perdió cuatro puntos”, sin citar ninguna fuente, apenas 21 días antes se había publicado una nota titulada “Sube el índice de confianza en el gobierno”, y se explicaba que “la credibilidad social hacia el Gobierno ascendió un 27% con respecto al registrado en enero del año pasado y también creció respecto del último mes de 2011 (…) y se ubicó por encima del promedio histórico de toda la serie y del promedio de la administración de Cristina Fernández”, resultado de un trabajo no del Indec, sino de la Universidad Torcuato Di Tella (La Nación 28-01-12).
Para más datos, el mismo día que el censor de Caloi durante la dictadura militar publicó su columna infundada, el Centro de Estudios de Opinión Pública (CEOP) difundió en Página/12 una encuesta en la que concluyó que “la presidenta seguiría ganando cualquier elección por 40 puntos”, ya que su intención de voto “asciende al 57% (…)“ocho de cada diez personas opinan que el reclamo sobre Malvinas es justo y siete de cada diez sostienen que el Gobierno actúa bien”. Para que quede claro, Morales Solá aseguró que la imagen de Cristina bajó cuatro puntos, cuando una encuesta difundida por su propio diario dice que “la credibilidad social hacia el gobierno ascendió un 27% y se ubicó por encima del promedio histórico”.
No es la primera vez que ocurre que diferentes afirmaciones de columnistas políticos de Clarín y La Nación, presentadas como la verdad revelada, fueron desmentidas con el tiempo por la propia realidad. Por ejemplo, el mismo Morales Solá aseguró, el 28 de diciembre de 2008, en La Nación: “El kirchnerismo como ciclo político está terminado”. Cristina Fernández fue reelecta con el 54,11% de los votos, es decir por 11.863.054 millones de personas.
Mauricio Macri también había sentenciado, el 30 de junio de 2009, “con esta elección terminó el ciclo potente y prepotente del kirchnerismo”. Ese mismo kirchnerismo ganó en 23 de los 24 distritos electorales del país y su fórmula presidencial superó por 8.179.394 votos a la que salió segunda.
Beatriz Sarlo se sumó con su verba extraviada a estos jinetes del Apocalipsis que no fue. Dijo que el Bicentenario “va a pasar sin que nos demos cuenta” (La Nación, 20-04-10), casi un mes antes de que más de 6 millones de personas se sumaran a los festejos en todo el país. Así y todo, se siguen llamando analistas políticos u ocupando con sus palabras esos lugares cada vez más enfrascados en sus propios deseos proyectados que en lecturas razonables del mapa político-económico-social argentino.
Desde el terreno más conservador, Hugo Biolcati había augurado que “en 2010, el país importará carne y trigo” (La Nación, 09-06-09). Y en la misma se había publicado en el diario Perfil: “Argentina dejaría de ser exportador de trigo en 2010” (15-05-09). O “Será la peor cosecha de trigo en 32 años” (La Nación, 15-12-09). O “Caería la producción de carne, trigo y leche” (La Nación, 5-11-08). La producción de trigo este año tiene una estimación récord, según anunció la presidenta: alcanzará las 16,6 millones de toneladas. Y la exportación de leche llegará a las 440 mil toneladas, también récord.
Los vaticinios errados surgieron también de la boca de Jorge Todesca cuando sentenció que para 2011 habrá “una tasa de crecimiento del 5 por ciento” (La Prensa, 15-12-2010). O a Carlos Melconian, que dejó dicho que “El 2010 va a ser recordado como el año de la regresión” (La Nación, 02-03-2010). Al final, el crecimiento fue del 9 por ciento. Abel Viglione, de FIEL, los acompañó en el criterio cuando consideró que “este año empezaremos a enfrentar un problema que se repetirá en 2011, la falta de inversión” (Clarín, 26-12-10). Después la inversión pública y privada se expandió a tasas del 23 por ciento.
Entonces, el relato, entendido como falsedad, ¿dónde está? El límite del relato, en sinonimia con la mentira está, justamente, en la realidad. Y en la memoria de esa realidad. Porque “relato” habrá siempre, lo que no hay que olvidar es qué sucedió como hecho concreto, despojado en principio de interpretación, es decir de su máxima vestidura que es la subjetividad. Subjetividad de la que no hay que temer, pero sí es necesario desnudar, para volver a ese núcleo llamado información que, asociado a la búsqueda de verdad, permite, en definitiva, comprender mejor la realidad. Alejándose, entonces, de los relatos hegemónicos del poder mediático, funcionales únicamente a ellos mismos. <

*Encuesta Universidad Torcuato Di Tella. Índice de Confianza en el Gobierno. Consulta a 1200 personas en 40 localidades del todo el país.
*Encuesta de CEOP: sobre un total de 1200 entrevistas a personas de todo el país, incluyendo Capital Federal, dos cordones del Gran Buenos Aires, Mendoza, Rosario, Córdoba, Tucumán, Salta, San Juan, Santiago del Estero, Chaco y otras 18 localidades.


Videla “presidente” y Néstor Kirchner “dictador”

Los relatos son construcciones subjetivas y, es cierto, también pueden ser flagrantes mentiras, para sostener un orden determinado. Si se tiene en cuenta que Clarín y La Nación abrazaron un genocidio, ocultándoselo a la sociedad a la cual debían contárselo, para garantizar su negocio en Papel Prensa, tal vez se comprenda mejor que al genocida Jorge Rafael Videla lo llamaran “presidente” y a su dictadura “etapa cargada de expectativas”, con la llegada del “fin de la intolerancia”. Lo hicieron sin pudor, como, por el contrario, a los gobiernos democráticos de Néstor Kirchner y Cristina Fernández los calificaron de “fascismo”, “neofascismo latinoamericano”, “autoritarismo” y “despotismo”. Vieron libertad en la dictadura y ven autoritarismo en la democracia. Así quedó probado en un relevamiento realizado por Manuel Alfieri, del Equipo de Investigación de este diario, publicado el 24 de abril del año pasado. Los diarios de Bartolomé Mitre y Héctor Magnetto asociaron el terrorismo de Estado con un “orden institucional”, con “participación social”, “lento y seguro proceso de reordenamiento”, con “libertad de prensa”, mientras que los gobiernos elegidos por el voto son el “franquismo”, una “autocracia”, con “beligerancia perpetua”, “persecución” y “violencia”.

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