jueves, 29 de marzo de 2012

MEDIOS Y COMUNICACION
Choque de Globalizaciones
Marcelo García y Roberto Samar enmarcan la disputa actual en el mundo de la comunicación como “Choque de Globalizaciones”, en medio del cual los Estados deben definir su rol como proveedores de liberta
 Por Marcelo J. García y Roberto Samar
Cuando cayeron las Torres Gemelas, una década atrás, muchos pensaron que se confirmaba la visión de Samuel Huntington y las civilizaciones habían (uf, finalmente) empezado a chocar. La metáfora, sin embargo, se mostró más potente que la literalidad. Que un movimiento horizontal (el avión) derrumbara a una construcción vertical (la torre) fue, en última instancia, más importante que el hecho de que el atentado fuese perpetrado por una civilización contra otra.No hace falta haber leído las obras completas de Karl Marx para notar el lenguaje materialista histórico del primer párrafo. El edificio se derrumbó, pero la metáfora quedó. Y la nueva metáfora del edificio derrumbado abrió, en realidad, la era del Choque de las Globalizaciones.La década que siguió al derrumbe de las Torres fue la década de Internet y de las redes sociales: nuevas formas de comunicación que, al convertirse en dominantes, modifican las formas de entender y actuar en el mundo y, con ello, las prácticas sociales. Y a pesar de las tentaciones de sobredeterminación metafórica, la materialidad estructural (la base) sigue siendo fundamental en la confrontación global de nuestro tiempo.La problemática actual, en términos de Toni Negri, incluye a “multitudes” en busca de destinos. El otrora “pueblo” parecía, al menos a la distancia, más fácil de aprehender: un cuerpo social con aires de homogeneidad que reconoce (cuando tiene suerte) una conducción y vive (cuando se lo gana y lo defiende) en un espacio territorial determinado. Esta nueva multitud, en cambio, trabaja en red, de forma horizontal y no reconoce ninguna centralidad. Aviones en busca de torres, aquí y allá.La nueva lógica horizontal tiene tantas manifestaciones como la vida misma. En cada ámbito se lucha contra la jerarquía y se disputa soberanía. Lo que antes era una rareza –por ejemplo Linux, el software libre cuyo código fuente puede ser utilizado, modificado y redistribuido libremente por cualquiera– es hoy la norma, o cuanto menos la tendencia. Desde WikiLeaks y Anonymous hasta el uso político de herramientas de “mercado” como Twitter en lugares donde la circulación de la palabra es revolucionaria. Todo se convierte en construcción colectiva. Lo discursivo, redes sociales mediante, no es la excepción.El derrotero de lo horizontal, como todo camino revolucionario que se digne de tal, no está libre de contradicciones y momentos de tensión. Negri afirma que su afamada multitud se compone “de innumerables diferencias internas que nunca podrán reducirse a una unidad, ni a una identidad única”. La multitud no se “somete al dominio de uno”. Lo cual no quiere decir, agregamos aquí, que el “uno” no intente dominar a la multitud. En el choque de globalizaciones, los aliados de hoy pueden ser los adversarios de mañana. Una multitud que, en palabras de Negri, “emerja para expresarse autónomamente y gobernarse a sí misma” tiene que estar atenta a las tendencias que dominan su propia dinámica. La Revolución Francesa, nunca está de más recordar, terminó en el 18 Brumario.No es difícil ver si se mira hacia el horizonte cuáles son los actores con potenciales ambiciones napoleónicas y las dos corrientes que coexisten en el “frente popular” del nuevo espacio público global. El debate, con origen en los Estados Unidos y alcance mundial, sobre la Stop Online Piracy Act (SOPA), encontró a los piratas redentores del presente aliados con grandes empresas de tecnología cuyo culto a la apertura horizontal es una gran estrategia de marketing. La configuración de alianzas durante ese proceso fue más bien contradictoria y la bandera “Stop Piracy, Not Freedom” enarbolada por los asesores de public relations de las vacas sagradas de la Era Digital (con Google, Facebook y Twitter a la cabeza) contraponía dos términos que parte de la “masa del pueblo” en la multitud (los partidos piratas, por ejemplo) posiblemente conciba como sinónimos.
Lo que quedará por definir en esta dicotomía globalizadora es el rol de los Estados, muchos de los cuales apenas atinan a intentar mantener (torpemente) la impronta westfaliana de monopolizar la fuerza y la información. Ante un espacio público digital-global sin fronteras, sin embargo, los Estados sobrevivirán si se convierten en proveedores de espacios de libertad para sus ciudadanos más que de control. Para el control, ya habrá fuerzas más fuertes y globales. Ante la duda, consultar a Julian Assange, cuyo avión informativo también hizo caer un par de Torres.
* Miembros del Departamento de Comunicación de la Sociedad Internacional para el Desarrollo (
www.sidbaires.org.ar).
MEDIOS Y COMUNICACION
Geopolítica del conocimiento
Para Ernesto Martinchuk, la integración sudamericana tiene que poner en la comunicación una mirada estratégica para apoyarse en la tradición intelectual y cultural de la región. Por Ernesto Martinchuk *

Se realizó la semana última en Tecnópolis la reunión Patria Grande Conectada. Es importante destacar que hoy uno de los instrumentos más importantes de la Geopolítica son los medios de comunicación. Esos medios marcan la agenda en la región. EE.UU., la Unión Europea y Japón controlan el 90 por ciento de la información de todo el planeta. Cinco agencias de países ricos distribuyen el 95 por ciento de las noticias en el mundo.El Sur es modelado según los intereses del Norte, y la fijación de un “pensamiento único” impuesto desde las elites económicas y políticas mundiales redunda en la concepción de un único mundo posible, con un único sistema económico viable. Los países empobrecidos o del Tercer Mundo sufrimos una evidente paradoja: la información que nos sirve para entender el mundo es fabricada en los mismos centros de poder económico y político responsables del saqueo y la dependencia.
Uno de los temas más significativos que hoy debe abordar nuestra Sudamérica es una ley de medios de comunicación a todos los países. La pregunta es: ¿por qué no podemos ver nuestros canales nacionales a nivel regional, pero sí las señales de las televisoras estatales de España, Italia, Francia, Inglaterra y EE.UU.? También sus canales de “entretenimientos”. Hoy no basta saber y demostrar cómo los medios masivos del capitalismo encubren y mienten sobre el mundo en que vivimos, sino que es necesario abordar la relación que establecen con lo emocional y lo cultural, provocando odio o sumisión.Sudamérica debe pensar en esto, porque tiene que ver con la educación y con la comunicación como instrumento de la integración. No debemos olvidar que los procesos de transformación de la historia de la humanidad los hacen los poderosos, no los marginados, demonizando procesos a través del ejercicio de la palabra, realizada por los monopolios mediáticos.Estamos en la sociedad del conocimiento –una expresión neoliberal correcta– pero la lucha debe ser del conocimiento autónomo y autóctono, no importado. Los estudiantes descubren que construir el saber no es lo que aprendieron en la universidad tradicional. Le corresponde a los Estados sudamericanos, conformando una nueva entidad pública regional, asumir su función como herramienta de socialización del conocimiento local.
“Nadie educa a nadie”, decía Paulo Freire; las personas tampoco se educan a sí mismas, nosotros nos educamos en comunión mediatizados por el mundo. No mediatizados por el currículum, por la escuela, el maestro, sino por una lectura crítica del mundo. Es sacar de las mentes de los estudiantes lo que pusieron en sus mentes. La pedagogía del oprimido es la pedagogía desde la perspectiva, desde la mirada del oprimido. No es “para” el oprimido, porque nadie libera a nadie...El colonialismo induce en el conquistado la resignación a que su libertad haya sido cercenada, y que, para continuar existiendo, deba darse por vencido aceptando repetir aquello que le imponen sus opresores. Así, el conquistado termina considerando el pensamiento impuesto como propio y la obstrucción a su libertad como parte del camino que lo llevará al mejoramiento de su vida.Desandar esos pasos, romper con esos vínculos puede parecer una aventura sin destino, un suicidio intelectual y moral. Nadie puede renunciar a su derecho de crear, imaginar y proyectar su propia vida: la frustración, el desarraigo, la pérdida de objetivos y el olvido de los sueños que padecen muchos jóvenes en nuestras sociedades no tienen otro origen que la ruptura de los vínculos con nuestras realidades: sociedades oprimidas, empobrecidas, construidas sobre la desigualdad, la exclusión y la desmemoria, aunque dotadas de la voluntad y la esperanza de remontar su condición al sometimiento.Para evaluar los “daños colaterales” infligidos en nuestra capacidad de pensar, deberíamos comenzar por comprender los alcances del cercenamiento de la identidad, la memoria y la voluntad, del proyecto de futuro en los egresados del sistema educativo durante las generaciones del neoliberalismo. Algo muy profundo se ha perdido en las últimas décadas y corremos el riesgo de que nos quedemos sin instrumentos de conocimiento que nos permitan utilizar nuestras reservas estratégicas para salvar nuestros saberes tradicionales, los recursos naturales, sociales y estratégicos de nuestros países.Debemos tener la capacidad de convertir los conceptos impuestos, recogiendo la enorme tradición intelectual y cultural que han hecho de Sudamérica la región de mayor riqueza histórica, viva, del mundo.
* Periodista. Docente Escuela de Periodismo Círculo de la Prensa.

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