miércoles, 24 de julio de 2013

medios


MEDIOS Y COMUNICACION

¿A quiénes representan los medios públicos?

Augusto dos Santos afirma que los medios públicos no son comerciales ni comunitarios y mucho menos una mezcla de ambos, sino que representan a la globalidad de la ciudadanía y a los intereses ciudadanos.

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http://www.pagina12.com.ar/commons/imgs/go-gris.gif Por Augusto dos Santos *

Desde Asunción, Paraguay

¿A quiénes representan los medios públicos?

La gran pregunta para los medios públicos de América latina es ¿a quiénes representan? Respondida esta pregunta, las otras respuestas vienen por añadidura.

Tal representación no es un dato menor por cuanto desde su identificación se puede construir todo el edificio de su sostenibilidad política, social, institucional y económica. Siendo además vital para generar expectativas que se traducirán o no en sostener los grandes valores de autonomía, pluralidad y universalidad, condición sine qua non para que un medio “público” sea público.

Sabemos que los medios comerciales representan a sus empresas, las que promueven con mayor o menor calidad (lealtad y honestidad) el ejercicio del periodismo con una lógica y un fin comercial. Sabemos que los medios comunitarios representan un objetivo o postulado de determinada comunidad en relación con determinada causa.

Sin embargo, los medios públicos no son comerciales ni comunitarios y mucho menos una mezcla de ambos.

Los medios públicos representan a la globalidad de la ciudadanía y aún va más allá de las personas, para representar también los intereses ciudadanos, el marco jurídico que los ampara, los valores que promueven su convivencia y su felicidad, sus culturas y diversidad. Por lo tanto no existe medio más complejo que un medio público, en la gravedad de su misión.

El aterrizaje de la televisión pública en América latina es bien complejo no sólo por el desvío frecuente de su carta de ajuste conceptual, sino por el propio contexto histórico. No se debe olvidar que la televisión pública europea fue una nave insignia del propio proceso de construcción democrática, y aun más, en la propia reconstrucción de la Europa post Guerra Mundial.

En América latina, el nacimiento de los medios estatales tuvo que atravesar las cenagosas aguas de diversos procesos dictatoriales hasta los ’80. Si bien es cierto, se está reimpulsando un proceso en un contexto bastante distinto, la tentación del oficialismo sigue siendo su lado más crítico en un contexto de por sí confrontante con la propiedad privada de los medios (que a su vez ejercen una suerte de oposición real en muchos de nuestros países).

Ello, sin embargo, no hace sino afirmar la necesidad de un debate conceptual que aparte a los medios públicos de su rol de “contestadores automáticos” de los gobiernos, porque definitivamente ese no es su rol y posterga el proceso de definición identitaria como representación ciudadana.

Por todo esto, es muy importante construir en la ciudadanía un proceso de apropiación de los medios públicos, insertos desde la jurisdicción de su propiedad. ¿Pero cómo lo haríamos en sociedades donde “lo público” es un ente en gran medida exótico, ya por la ausencia de formación política y cívica, ya por el clientelismo político histórico que ha reemplazado el “sujeto de derecho” por el “beneficiario” o ya por la fuerte oposición a lo público que se plantea como un formidable firewall desde el statu quo político-económico?

Es por esto que los gobiernos que recurren a los medios públicos como herramientas (transformándolos en medios de gobierno) producen un enorme daño al cimiento conceptual de este proyecto que llevará muchos años recuperar. Peor aun cuando se hace a cuenta de ganar una batalla que debería librarse en el ámbito de la política y de la gestión. Los medios públicos no defienden gobiernos. Los medios públicos defienden ciudadanía, pluralidad, institucionalidad, cultura y derechos.

Es por esto que una nación, una clase política, instituciones o colectivos que se planteen la idea de crear un medio público deben tener en claro que la base fundacional donde se instalará el piso de esta obra debe estar, indefectiblemente, rellenada de respuestas a la gran pregunta: ¿a quién representa el medio público? Una respuesta correcta, asumida como política pública de comunicación, será la más roca firme donde se lo puede erigir.

* Comunicador social. Ex ministro de Comunicación para el Desarrollo durante el gobierno de Fernando Lugo.

MEDIOS Y COMUNICACION

La vida en los barrios cerrados

Iván Orbuch plantea que una serie televisiva en horario central revela de qué manera los cambios en el modo de habitar el espacio urbano hicieron posible un tipo particular de socialización que tiene como paradigmas la segregación y el mantenimiento del statu quo.

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http://www.pagina12.com.ar/commons/imgs/go-gris.gif Por Iván Orbuch *

En horario central, y con un elenco conformado tanto por afamados actores como Diego Torres, Eleonora Wexler, Mónica Antonópulos y Mike Amigorena, como por artistas de la talla de Hugo Arana o Mirta Busnelli, Telefe exhibe una tira diaria llamada Los vecinos en guerra. El argumento, en teoría simple, nos revela que la calma monacal de un barrio cerrado se ve alterada por la llegada de una nueva familia, que en realidad es una banda de estafadores, entre los cuales se encuentra el personaje interpretado por Amigorena. Este pronto descubre que en el barrio vive su vieja compañera de andanzas, caracterizada por Wexler, quien luego de los recurrentes fracasos de la banda delictiva debe rehacer su vida y lo logra formando pareja con casamiento y tres hijos incluidos, con el personaje que en la tira es representado por Torres.

A partir de aquí, los conflictos entre ambas familias irán escalando en intensidad centrando la trama argumental a partir de ellos. Y de la vida cotidiana en el barrio cerrado. El tema, que venía siendo abordado en la literatura y en el cine, aún no había llegado a la televisión, siendo la primera vez que la temática se instala en uno de los dos canales más vistos y en horario prime time.

Siguiendo esa línea interpretativa, esta ficción televisiva se revela como un importante mecanismo para entender cómo viven determinados sectores sociales en este nuevo tipo de urbanización surgida al calor del neoliberalismo imperante en nuestro país entre 1976 y 2001, y cuya expansión parece no detenerse. Pensadores de renombre como Zygmunt Bauman las definieron como “ghettos voluntarios”, que a diferencia de los reales, en los que vive el grueso de la población y en los cuales sus habitantes no pueden salir cuando lo deseen, fueron planificados como lugares asociados a una supuesta libertad de movimiento. Claro está, de quienes viven intramuros. La finalidad básica es evitar que los de afuera entren en el barrio. Con lo cual la interacción social se ve limitada a lo que pueda ocurrir con los denominados por Robert Castel “servicios de proximidad”, es decir trabajos domésticos como pasear perros, limpiar o cocinar. Se trata, habitualmente, de formas modernas de explotación de la mano de obra, a través de las cuales las personas adineradas disfrutan de servicios a su persona financiados con desgravaciones impositivas.

En la tira, la naturalización de este tipo de prácticas se ve alterada por las importantes modificaciones en el mercado laboral de los últimos diez años, caracterizado sagazmente por Lola Berthet, quien, en su rol de empleada doméstica, no se cansa de recordar sus derechos como trabajadora, en, por ejemplo lo referido al trabajo en días feriados o al cumplimiento del horario.

El agotamiento de la llamada “sociedad salarial” se percibe, a su vez, con la relación que establecen todos los personajes con el trabajo, que ya no cumple como otrora un papel central en la subjetividad de las personas. Como producto de las modificaciones del mercado laboral en años neoliberales, el eje de seguridad social vinculada con la relación laboral se quebró. Así, la precariedad del empleo reemplazó la añeja perdurabilidad del trabajo como característica distintiva del mercado laboral.

Estas cuestiones se ven con claridad en la tira en el hecho puntual de que las mujeres jóvenes no trabajan, mientras que la única que sí lo hace es el personaje interpretado por Mirta Busnelli, tributaria de la época de la “sociedad salarial”. Las certezas construidas en torno de la relación laboral dominante en la posguerra fueron dando paso a una incertidumbre, primero en cuanto a la relación laboral, para consolidarse a posteriori como una incertidumbre social. Hecho reflejado en el temor que siente el personaje caracterizado por Diego Torres cuando pierde su trabajo y siente que ya no puede seguir manteniendo su estándar de vida. Este proceso es parte central del dispositivo neoliberal, y se manifiesta de forma más ostensible en ciertos sectores sociales.

Los vecinos en guerra nos revela de modo directo cómo determinadas transformaciones que fueron la precondición para la instauración del neoliberalismo en nuestro país, tales como los cambios en el modo de habitar el espacio urbano o las profundas mutaciones en el mercado laboral, hicieron posible un tipo particular de socialización que tiene como paradigmas, por un lado, la segregación y la seguridad, y por el otro, el mantenimiento del statu quo. Desde esta perspectiva, la mayor intervención del Estado se manifiesta como invasiva para un tipo de vida que es propia de unos pocos. Y lo quiere seguir siendo.

* Docente de Historia (UBA, Flacso, UNLZ).

 

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