LAS ATRACCIONES DE TECNOPOLIS COMBINAN LO LUDICO CON EL ACCESO AL CONOCIMIENTO
El fútbol no es el único deporte popular que está presente en esta megamuestra de ciencia, arte y tecnología. Al lado de la cancha sintética hay un ring de boxeo. El rostro de Maravilla Martínez estampado en un cartel en las alturas. Arriba del ring, un profesor y cuatro chicos. Todos giran en círculo, a los saltos, emulando a los boxeadores movedizos. Abajo del ring, Sabrina, 43 años, no puede parar de reírse. “El más bajito de todos es mi hijo, Emanuel. Se copó con el boxeo y ahora quiere que le compremos los guantes. Nos parece muy chico, tiene 8 años nomás, pero ahora que lo veo ahí arriba no puedo creer lo que se divierte”, dice Sabrina, con la risa todavía dibujada en la boca. Otra de las opciones deportivas es el básquet, donde los chicos aprenden a lanzar la pelota al aro que cuelga de la pared. Los padres, por su parte, en su mayoría eligen el sector dedicado al automovilismo. Cuatro autos de Turismo Carretera de diferentes épocas a los que los visitantes se pueden subir para apreciar su interior.
Tecnópolis está abierto al público todos los días durante las vacaciones de invierno de 12 a 20, con entrada libre y gratuita. Cientos de familias, parejas y grupos de amigos transitan incesantes, de un lado al otro, durante todo el día. El predio, de unas 50 hectáreas, tiene, además de las muestras y exposiciones, sectores para sentarse a comer un almuerzo o una merienda. Están aquellos que prefieren el pasto o los bancos de cemento. Los copos de azúcar empiezan a venderse mejor a partir de la tarde.
Aldo tiene 35 años y está jugando al pac-man con la concentración de un chico de quince. Sus hijos, Gonzalo y Agustín –de 13 y 3 años, respectivamente–, están parados junto a él. Los tres, padre e hijos, miran cómo el juego está a punto de terminar. Aldo no tiene escapatoria. Su pac-man está rodeado por dos fantasmitas violetas que, finalmente, lo comen. La tercera edición de Tecnópolis incorpora al menú de atracciones la Zona de Videojuegos, una exposición que ofrece desde el tetris y el pac-man hasta los más modernos juegos de tenis, de aventura, de tiros y de baile. “Venimos de vacaciones a Buenos Aires y quisimos conocer Tecnópolis”, dice la esposa de Aldo, Laura, de 35 años. Viajaron desde Comodoro Rivadavia, Chubut, lugar en donde viven y, como confiesa Laura, “no nos dan los ojos para ver todo lo que hay”. Uno de sus hijos, Gonzalo, se pone a jugar al Street Fighter, uno de los videojuegos de pelea callejera más popular del mundo. “La verdad que el predio es hermoso. Está bien organizado, es gratuito, hay exposiciones educativas para los chicos, hay opciones para que se diviertan. En fin. Queremos visitar todo el predio, pero no sé si vamos a llegar”, se lamenta Laura.
Informe: Nicolás Andrada.
El juego y la tecnología van de la mano
Penales virtuales y clases de boxeo. Desafíos de pac-man y de los más variados videogames de peleas. La feria de ciencia, arte y tecnología es una opción para las familias que vienen desde el interior y las que se quedaron aquí.
Es el turno de Matías. Después de una breve espera, el chico –nueve años– pudo llegar hasta el primer lugar de la fila y el instructor, finalmente, lo llama. Con el buzo gris atado a los hombros, Matías avanza con decisión hasta el círculo central de la cancha de césped sintético. Una vez en el punto del penal y tras haber escuchado las recomendaciones del instructor, recuesta el peso de su cuerpo sobre la pierna izquierda. Levanta la vista, mira fijo al arquero y patea. En verdad, el pie derecho de Matías patea al aire. La pelota igualmente termina en el fondo de la red y Matías festeja. Agita los brazos. En el novedoso espacio que esta tercera edición de Tecnópolis le dedica a los deportes, una de las atracciones más convocantes es el juego virtual del tiro del penal. Una pantalla con forma de arco en donde espera agazapado el arquero y en el que, por medio de un sistema de sensores, se capta el movimiento del pateador. Además, en ese mismo sector, los chicos pueden recibir una clase de boxeo, algunas técnicas básicas para jugar al básquet o subirse a un auto de Turismo Carretera. Otro de los espacios que este año debutan en la feria es la Zona de Videojuegos, un lugar en donde padres y chicos pueden divertirse e interactuar con las consolas de ahora y de antes.
“¿Viste el golazo que metí, pa?” Matías sale corriendo de la cancha orgulloso de sus tiros. De su destreza futbolística que le permitió convertir, en las dos oportunidades que tuvo, dos goles. Pasa velozmente al lado de su padre y sigue hacia otro de los juegos de Pasiones Argentinas. “Nos vinimos temprano desde San Justo con mi mujer y mi hijo para aprovechar el día. En vacaciones de invierno, venir acá es una opción genial. Es la primera vez que visitamos la muestra, y por lo que estamos viendo, vamos a tener que venir una vez más, por lo menos. Es muy grande”, cuenta Cristian, el papá de Matías.El fútbol no es el único deporte popular que está presente en esta megamuestra de ciencia, arte y tecnología. Al lado de la cancha sintética hay un ring de boxeo. El rostro de Maravilla Martínez estampado en un cartel en las alturas. Arriba del ring, un profesor y cuatro chicos. Todos giran en círculo, a los saltos, emulando a los boxeadores movedizos. Abajo del ring, Sabrina, 43 años, no puede parar de reírse. “El más bajito de todos es mi hijo, Emanuel. Se copó con el boxeo y ahora quiere que le compremos los guantes. Nos parece muy chico, tiene 8 años nomás, pero ahora que lo veo ahí arriba no puedo creer lo que se divierte”, dice Sabrina, con la risa todavía dibujada en la boca. Otra de las opciones deportivas es el básquet, donde los chicos aprenden a lanzar la pelota al aro que cuelga de la pared. Los padres, por su parte, en su mayoría eligen el sector dedicado al automovilismo. Cuatro autos de Turismo Carretera de diferentes épocas a los que los visitantes se pueden subir para apreciar su interior.
Tecnópolis está abierto al público todos los días durante las vacaciones de invierno de 12 a 20, con entrada libre y gratuita. Cientos de familias, parejas y grupos de amigos transitan incesantes, de un lado al otro, durante todo el día. El predio, de unas 50 hectáreas, tiene, además de las muestras y exposiciones, sectores para sentarse a comer un almuerzo o una merienda. Están aquellos que prefieren el pasto o los bancos de cemento. Los copos de azúcar empiezan a venderse mejor a partir de la tarde.
Aldo tiene 35 años y está jugando al pac-man con la concentración de un chico de quince. Sus hijos, Gonzalo y Agustín –de 13 y 3 años, respectivamente–, están parados junto a él. Los tres, padre e hijos, miran cómo el juego está a punto de terminar. Aldo no tiene escapatoria. Su pac-man está rodeado por dos fantasmitas violetas que, finalmente, lo comen. La tercera edición de Tecnópolis incorpora al menú de atracciones la Zona de Videojuegos, una exposición que ofrece desde el tetris y el pac-man hasta los más modernos juegos de tenis, de aventura, de tiros y de baile. “Venimos de vacaciones a Buenos Aires y quisimos conocer Tecnópolis”, dice la esposa de Aldo, Laura, de 35 años. Viajaron desde Comodoro Rivadavia, Chubut, lugar en donde viven y, como confiesa Laura, “no nos dan los ojos para ver todo lo que hay”. Uno de sus hijos, Gonzalo, se pone a jugar al Street Fighter, uno de los videojuegos de pelea callejera más popular del mundo. “La verdad que el predio es hermoso. Está bien organizado, es gratuito, hay exposiciones educativas para los chicos, hay opciones para que se diviertan. En fin. Queremos visitar todo el predio, pero no sé si vamos a llegar”, se lamenta Laura.
Informe: Nicolás Andrada.
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