domingo, 29 de junio de 2014

UNA ENTREVISTA CON EDGARDO CASTRO, ESPECIALISTA EN EL PENSAMIENTO DE MICHEL FOUCAULT

UNA ENTREVISTA CON EDGARDO CASTRO, ESPECIALISTA EN EL PENSAMIENTO DE MICHEL FOUCAULT

Ideas clave del autor de Las palabras y las cosas

Hace 30 años moría uno de los filósofos más lúcidos del siglo XX. Hoy, se publica en el país parte de su obra no traducida al español. Un diálogo con el responsable académico de esos textos y autor de dos libros referidos a su pensamiento.

Mónica López Ocón
Ideas clave del autor de Las palabras y las cosas
A 30 años de su muerte, Michel Foucault sigue reafirmándose como una figura insoslayable del pensamiento contemporáneo. Parte de su obra que aún no estaba traducida al español aparece hoy en Argentina, a través de la editorial Siglo XXI. Edgardo Castro, autor del Diccionario Foucault y también de Introducción a Foucault, de reciente aparición, se define como responsable académico de las últimas publicaciones del filósofo aparecidas en el país, aunque aclara que la palabra "responsable" debería ir entre comillas porque su función no es estrictamente la de editor. Es investigador del CONICET y profesor universitario. Su área de trabajo es la historia de la filosofía de los siglos XIX y XX. "Foucault es el autor que más me interesa –dice– pero también he escrito sobre Giorgio Agamben, sobre Roberto Esposito y hace unos años me he ocupado parcialmente de Jacques Derrida, de Giles Deleuze y todo eso implica la lectura de otros autores como Martin Heidegger o Edmund Husserl, pero actualmente me concentro en el trabajo sobre Foucault. En Siglo XXI soy responsable académico o lector académico de tres volúmenes que retoman los textos no publicados en español de una colección que está en francés en cuatro volúmenes y que se llama Dichos y escritos." En diálogo con Tiempo Argentino abordó algunos de los conceptos fundamentales del filósofo francés.
 
–¿Cuáles han sido los volúmenes que usted ha revisado como "lector académico"?
–Son El poder, una bestia magnífica, La inquietud por la verdad y ¿Qué es usted profesor Foucault?, que para mí es conceptualmente el más interesante.
–¿Por qué?
–Porque es el libro que reúne los trabajos metodológicos, algunos artículos de Foucault que habían circulado en los años setenta y fueron recibidos en la Argentina con una perspectiva muy ligada al auge que en esa época tenía el estructuralismo. Y si bien leerlos desde esa perspectiva no sólo es posible sino también correcto, hay otras líneas que atraviesan esos trabajos. 
–¿Cuáles?
–Hay un uso político del estructuralismo que en su momento, en los setenta y también un poco antes, no había sido percibido y por eso me parece tan interesante. 
–¿En qué consistiría exactamente hacer un uso o una aplicación política del estructuralismo?
–Foucault está muy ligado en este sentido a lo que eran los trabajos de Dumézil. Hacer un uso político consiste en servirse de un método para diagnosticar la realidad. Lo que le interesa a Foucault es ver cómo un mismo tema puede tener declinaciones muy diferentes en historias diferentes. Por ejemplo, cuando Dumézil analiza un mito de la tradición céltica y ve cómo pasa a la literatura romana, comprueba cómo ese esquema funciona de otra manera, produce otros efectos políticos, otros efectos de sentido. Desde esta perspectiva es que Foucault se refiere al estructuralismo como un método para diagnosticar la realidad. En un momento el estructuralismo se leyó, por lo menos parcialmente, como un modo de evitar la cuestión política. Pero para Foucault es una opción política además de metodológica. 
–¿Sería correcto decir que Foucault historizó o sometió a un proceso de historización conceptos que habitualmente no funcionaban de esa forma?
–Sí, sería muy correcto. Para dar un ejemplo partamos de un tema clásico como el Estado. La tesis de Foucault es que no hay que partir de la creencia de que existe algo así como la esencia del Estado para ver de qué modo, con ligeras variantes, esa esencia ha aparecido en la historia. Él hace el camino inverso que consiste en ver cómo se formó históricamente esto que llamamos Estado. En este sentido, a pesar de cierta cercanía, el pensamiento de Foucault y el de Agamben son diametralmente opuestos. 
–¿Cuál sería la diferencia?
–En Agamben hay una genealogía del Estado en la que uno puede pasar del modo del Estado administrativo al Estado totalitario. Esto en Focualt no se puede hacer porque no hay ninguna necesidad histórica, ningún universal que indique cómo va a ser declinado históricamente el Estado. Como dice Foucault en El nacimiento de la biopolítica, no es posible pasar del análisis de la seguridad social al Estado nazi. No digo que Agamben haga exactamente esto, pero en su análisis histórico existe algo así como la esencia del Estado. Foucault, en cambio, descarta lo que llama "la teología negativa del Estado". El Estado aparece como un efecto del gobierno y no a la inversa. Es decir, son las formas de conducir, de gobernar, las que dieron origen a esta institución que llamamos Estado. En los escritos de fines de los '70 y principio de los '80 Foucault está muy interesado en el análisis del liberalismo y del neoliberalismo y también lo que puede ser visto como lo contrario de ambos conceptos como son las formas totalitarias como el nazismo. ¿Qué ha ocurrido en ese momento? Unos han subordinado el Estado al mercado o a la empresa. Liberalismo y neoliberalismo no son lo mismo, son conceptualmente diferentes. 
–¿Cómo se define cada uno de estos conceptos?
–El liberalismo es un pensamiento que busca ponerle límites al Estado a través del mercado. En cambio, el neoliberalismo es la concepción de la empresa. Son concepciones diferentes sobe los límites del Estado. Pero para Foucault, el totalitarismo no significa más Estado, sino menos Estado, porque en los fenómenos totalitarios el Estado estuvo subordinado al partido y particularmente al movimiento, el movimiento nazi, el movimiento fascista. Al mismo tiempo, hay una valoración del Estado en la que este no es un monstruo frío. Tiene un límite que es la libertad de las personas. Iba a decir ciudadanos, pero retomaría una ambigüedad que está ya en la Declaración de los Derechos del Hombre. Esa libertad no es simplemente la libertad de mercado ni tampoco la racionalidad de la empresa, ni puede ser subordinada al destino histórico de un movimiento ni mucho menos de un determinado partido. En Foucault hay una filosofía del Estado, pero no una esencia del Estado. Hay un análisis histórico de formas que no necesariamente se siguen unas de otras. Para mí este es un análisis de una actualidad extraordinaria tanto en la crítica del liberalismo como de las formas totalitarias. Esta ha sido la mala experiencia política del siglo XX: el Estado se desborda a sí mismo. Basta decir un nombre, Auschwitz. Esto no significa que todos los estados sean totalitarios. 
–El increíble comienzo de Las palabras y las cosas cuando Foucault se refiere a la enciclopedia china de la que habla Borges ejemplifica muy claramente que no hay órdenes naturales, que todos los órdenes son históricos, culturales. ¿El concepto de "formación discursiva" se inscribe dentro de esto? Me refiero a que él encuentra regularidades discursivas en áreas que siempre se mostraron como alejadas y sometidas a un tipo de agrupación que, aunque arbitraria e histórica, siempre se mostró como "natural".
–Sí, todo eso es cierto. En Foucault no se trata de "La Razón" como si fuera una entidad única, un gesto muy diferente del de la filosofía alemana. Se trata de "racionalidades" que tienen una cierta pluralidad, pero que no dejan de ser racionalidades. Ni siquiera en la filosofía clásica, ni siquiera en Aristóteles hay un único modo de pensamiento racional. Hay distintos modos de proceder racionalmente. El hecho de que uno hable de racionalidades distintas no debería asombrar a nadie. Lo asombroso de Foucault es cómo esas formas plurales de la racionalidad están analizadas históricamente en una cierta actualidad. Creo que ahí uno toca una de las zonas de mayor confusión de la lectura de Foucault. Él no niega la razón, sino que exista un único modo de ser racional. Esto no sucede ni en los saberes que analiza Foucault ni en la ciencia en general. Hay una racionalidad demostrativa, una retórica… Son diferentes formas de proceder de manera racional. Las formaciones discursivas no están analizadas en el orden de las formas lógicas, sino en la manera de la que hablamos de las cosas
–¿Podría dar un ejemplo de esto último?
–Voy a dar uno que Foucault utilizó alguna vez. Si uno toma, por ejemplo, un teclado, él hablaba del teclado de la máquina de escribir, algo relativamente antiguo, por lo que vamos a tomar el teclado de la computadora. Ese teclado permite combinaciones infinitas. Si yo le aplico el código de una lengua, el infinito de posibilidades se reduce, aunque sigue siendo muy amplia. Si le aplico otro código, por ejemplo, los enunciados que son lógicamente consistentes, se reduce más. Las condiciones de posibilidad de lo que se puede decir en una época son mucho menores que las que da el teclado, las que da la lengua y las que da la lógica. ¿Por qué? Porque todo saber tiene una serie de reglas que reducen precisamente las posibilidades de la enunciación. Pero en esa reducción consiste la posibilidad de decir con sentido. No todo se puede decir para que haya sentido, pero para poder decir con sentido desde el punto de vista lingüístico o lógico es necesario que no todo se pueda decir. 
–¿Podría hablarse de una suerte de gramática de época?
–Diría que lo que hay es una práctica y una práctica es una manera de hacer que tiene cierta regularidad y una cierta recurrencia. Describir esa regularidad es un modo de describir racionalidades y describir la recurrencia es describir que esas racionalidades tienen una forma social. 
–¿Podría dar nuevamente un ejemplo?
–Quien se dedica a la medicina, por ejemplo, actúa recurriendo a un cierto procedimiento que se hace aquí y en otros países. Se trata de una recurrencia que va más allá del sujeto que la emplea. Además, hay regularidad que no coincide estrictamente con la racionalidad que la lógica describe porque las ciencias no se reducen a un tratado de lógica aunque la lógica se importante. Las formas recurrentes de decir algo son las prácticas discursivas.
–Usted dijo que Foucault excede al estructuralismo. ¿Pero cuáles serían sus características estructuralistas?
–Sus textos más cercanos al estructuralismo son El nacimiento de la Clínica y Las palabras y las cosas. De hecho, en la segunda edición de El nacimiento de la clínica, que es un texto del '63, Foucault borra un poco las huellas estructuralistas, limita el vocabulario. De Las palabras y las cosas dice que nunca utilizó el término estructura, cosa que es falsa porque aparece unas 40 veces y hasta es parte de un subtítulo. En Las palabras y las cosas una característica estructuralista es la afirmación de que cada época tiene una única episteme, es decir, un único código fundamental que rige todos los saberes. Foucault abandonará esta idea a los dos o tres años. Luego también aparece la idea de que entre esos códigos está la diacronía, es decir que entre una episteme y otra hay una ruptura. En este sentido, Las palabras y las cosas es un libro más descriptivo que explicativo. 
–¿Foucault es un filósofo, un historiador, una mezcla ...?
–En sus textos hay una autobiografía negativa. Él dice "no hago filosofía, no hago historia, no hago sociología, no soy marxista, no soy freudiano, no soy estructuralista. Le escapaba a ciertas etiquetas disciplinarias o académicas. En un curso del '78, Seguridad, territorio y población, es en el único lugar en el que afirma que hace filosofía entendiendo por filosofía una política de la verdad, es decir, de los efectos de poder que se generan a partir de los discursos verdaderos. El Foucault que más me gusta es precisamente el que pone como eje el problema de la verdad, la relación entre formas de gobernar y producción de la verdad. Y cuando digo verdad no digo ni invención ni descubrimiento. No hablo de lo arbitrario, de lo que yo decido que es verdad, sino de las formas regulares que tienen los discursos verdaderos.  
-Ha tenido un papel fundamental en lo que respecta a las minorías, como las minorías sexuales, por ejemplo.
-Si es cierto, pero es fundamentalmente un filósofo crítico de lo que llamamos normalidad y, en este sentido, es también un filósofo de las mayorías. «
 
 
Introducción a una introducción
 
 
La bibliografía foucaultiana ha aumentado considerablemente en los últimos años. Por una lado, han aparecido nuevos libros de Michel Foucault que son, excepto la tesis secundaria de doctorado, sobre todo desgravaciones de sus cursos y conferencias. Por otro, de la mano de estas publicaciones, asistimos a un renovado y prolífico interés por sus trabajos, como lo demuestran en particular las lecturas y apropiaciones de sus investigaciones en clave biopolítica. Nuestro propósito en este libro es trazar las grandes líneas de un balance del pensamiento de Foucault, que llega hasta sus publicaciones e interpretaciones más recientes. Este balance es sin duda necesario y también parcialmente provisorio. El ciclo de las publicaciones de los texto de Foucault no está cerrado. No solo porque no aparecieron todavía dos de sus trece cursos en el Collège de France, sino porque el "archivo Foucault", ahora depositado en la Bibliothèque Nationale de France, comprende aproximadamente unas 72 mil páginas inéditas, entre las que se encuentran el cuarto tomo de la Historia de la sexualidad, Las confesiones de la carne, y veintinueve cuadernos, un diario intelectual donde Foucault registró sus lecturas y reflexiones desde 1961 hasta su muerte. Este balance se ubica, por ello, en la frontera que separa el Foucault de los libros y cursos, el de los trabajos ya publicados, del Foucault de los escritos propiamente inéditos cuya aparición demorará ciertamente un tiempo. (...)
 
(...) En resumen, se trata de otra introducción a Michel Foucault. En un sentido cuantitativo, porque viene a sumarse a las ya existentes, algunas, por cierto, muy recomendables. Pero también cualitativamente, porque, más allá de los temas en común con estos trabajos, quisimos aportar algunas interpretaciones personales. Por las mismas razones, este trabajo difiere también de nuestro Diccionario Foucault. En efecto, mientras en aquella obra privilegiamos la dispersión de los temas y las referencias casi exclusivas a los textos de Foucault, aquí, en cambio, dimos preeminencia a la visión de conjunto y sus posibles lecturas. 
 
(Fragmento de Introducción a Foucault, de Edgardo Castro. Editorial Siglo XXI, 2014)

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