domingo, 22 de junio de 2014

"A Lanata lo único que le importa es vender un show"

"A Lanata lo único que le importa es vender un show"

 El periodista recorre la trayectoria del hombre "de mayor influencia" en la opinión pública, con quien compartió las redacciones de El Porteño, Página/12,  Veintiuno y Crítica de la Argentina. Lo conoce bien, pero no le interesa su vida privada. Eso se lo deja a Majul. Con lo que se mete, y a fondo, es con su producción periodística, sus errores y contradicciones.

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 Un signo de los tiempos que corren es que el autor de Las locuras del Rey Jorge –Eduardo Blaustein– haya sentido la necesidad urgente de aclarar en el prólogo de su libro que su intención no es "matar a Lanata". Dice Blaustein: "No, la idea no es matar. A contramano de los violentos vendavales mediáticos que enferman al país y al mundo, entiendo que el poco aporte que pueda hacer desde este libro o desde mi práctica periodística para discutir sobre periodismo y medios de comunicación es llevar alguna serenidad, racionalidad y equilibrio. Si es más que difícil hacerlo hoy desde el periodismo que conocemos, que influye, manipula y vende por impacto, es igualmente complicado hacerlo en una sociedad dada a la expresión violenta, la agresión, la exculpación. A contramano de esos vendavales, de las violencias y polarizaciones, aun cuando mi corazoncito no sea en absoluto neutral, este libro podrá cuestionar muy seriamente las prácticas periodísticas de Lanata, particularmente la de los últimos años. Pero no voy a sumarme a prácticas odiosas y ajenas. Voy a discutir incluso en contra de las simplificaciones, de las expresiones chocantes, agresivas, torpes o reduccionistas, 'La Rata' o el 'empleado de Clarín', entre algunas encantadoras posibilidades promisorias."
Aclarado todo. ¿Por qué un libro –otro más si contamos la biografía que le dedicó Luis Majul– sobre Lanata, escrito por un colega que además fue su compañero en cuatro de los más importantes medios en los que estuvo? Es una de las preguntas que responderá Blaustein, nacido en 1957 en la Ciudad de Buenos Aires, criado en La Lucila, formado en el estudio de medios en Barcelona, durante el exilio, adonde se graduó en Ciencias de la Comunicación. "Blaus", como lo llamaban a él en las redacciones por las que pasó, es autor de libros dedicados a la relación de los medios de comunicación y la sociedad. Entre ellos Decíamos ayer –escrito con Martín Zubieta–, en el que analiza el rol de la prensa durante la última dictadura y, más acá, Años de rabia (2013), donde analiza al periodismo y los medios durante el kirchnerismo. Es allí, en ese último, en el que dedica un capítulo a Lanata, a quien llama "George" durante el recorrido del libro, como lo llamó cuando trabajó con él en las redacciones de El Porteño, Página/12, Veintiuno y Crítica de la Argentina. Ese capítulo es, podría afirmarse, el embrión de este libro que acaba de publicar Ediciones B cuyo subtítulo reza: 1983-2014: Periodismo,  política y poder. El ascenso al trono de Jorge Lanata. 
Más sobre Blaustein: al volver al país trabajó en la revista Humor y en el primer Tiempo Argentino. Conoció a un jovencísimo Lanata en Radio Belgrano y más en profundidad cuando empezó a colaborar en El Porteño. Ya luego compartió ocho años de redacción en los primeros años de Página/12. Y volvió a trabajar con él en la revista Veintiuno. En esta época fue cuando comenzaron sus diferencias con Lanata. En 2008 fue convocado por Martín Caparrós para integrar la planta de lo que Lanata llamó, no sin una sobreactuación de épica, "el último diario en papel": Crítica de la Argentina. Un diario que no pudo ser y al que Blaustein renunció, cuenta, porque no se sintió identificado con el periodismo que allí se estaba haciendo. 
En Las locuras… resulta pertinente el análisis que se hace del personaje respecto de sus audiencias. No es un libro sólo de Lanata. Y en palabras del autor: "Él es él y sus audiencias. O él con sus audiencias. A la preposición 'con' se le puede añadir buena parte de la lista de preposiciones en orden alfabético y todas funcionan más o menos bien excepto una: a, ante, bajo, cabe, contra, de, desde, en, entre, hacia, hasta, para, por, según y freno antes de 'sin'." Lo que buscará es intentar dilucidar si esas audiencias lo constituyen, lo configuran; saber si acaso las audiencias no lo transforman en algo monstruoso. 
 
–Ya estaba en la calle el libro de Majul, que además resultó un boom editorial, ¿era necesario otro libro dedicado al personaje? 
–A mí el personaje privado del que habla Majul, el de la merca, el de las minas, el del intento de suicidio, no me interesaba. Me resultaba atractivo analizar al Lanata público, desde su misma producción periodística. Sólo para la etapa de Página/12 analicé 150 de sus editoriales publicadas. El enfoque de este trabajo implica un abordaje muy distinto. En el libro de Majul brilla por su ausencia lo que uno debería esperar de la biografía de un periodista, que es su producción. El mío es un libro dedicado a historiar y analizar a Lanata en lo que hace, en lo que hizo. Evito las incursiones morbosas en lo privado, con excepción de aquellos recuerdos que él mismo difundió. El Lanata popular de Sarandí y hasta peronista. El Lanata católico. Evito la lógica paparazzi, porque mediante exploraciones presuntas de los mundos privados es fácil llegar a recortes miserables. Y yo defenestro esa técnica "periodística". De todos modos el contenido del libro excede al protagonista, es de alguna forma la historia de 30 años de democracia, medios, periodismo, comunicación, cultura y poder. Desde los desgarros de la post dictadura, los Juicios, los apagones, la hiperinflación. Pasando por Menem, la Alianza, el estallido, el ciclo kirchnerista. Todo mirado desde la figura de un peso pesado como George, el periodista de mayor influencia en eso que se llama opinión pública.
–Usted dice que sus diferencias con Lanata empezaron en Veintiuno, que son previas a la dicotomía kirchneristas-antikirchneristas. ¿Por qué volvió a trabajar con él en Crítica de la Argentina?
–Yo me fui de Veintiuno por diferencias ideológicas y de ciertas formas de entender el periodismo. Para Crítica a mí me llamó Caparrós, no Lanata. A él le tengo más respeto y cariño, pese a su posición política actual. Me excitaba volver al ruedo. Lo colectivo me gusta. Crítica de la Argentina se perfilaba como un espacio todavía con miradas plurales. Esa es una virtud del gordo: junta buenos profesionales. Últimamente reclutó pibes más del sistema, que son un apéndice de lo que él dice o piensa. Y en Crítica cada uno estaba en su islote, no se terminó de respirar un espíritu colectivo piola. 
–¿Cuáles eran esas viejas diferencias?
–En Veintiuno querían hacer una revista progre "de izquierda" y miraban lo que hacía Gente o Noticias. A varios nos cayó mal la sección "Vidriera", con fotos de personajes, cholula. La convocatoria a Jorge Rial, todo muy gritón. Empezó a perfilarse como un producto más "Lanata puro". El gordo ya se había alejado de lo que había sido fuerte en Página/12: unas portadas potentes sin ser bochincheras, ni ordinarias. Lo otro era el ruido por el ruido…
–Veintiuno tuvo algunas denuncias fuertes.
–Es la lógica de poner en valor "la exclusiva", la "bomba caliente"… Me parece que no se puede agotar ahí. Es más pertinente una investigación profunda. Se buscaba ese grito tribunero de "¡¡qué bien!! ¡¡gordo valiente!!!" El periodismo justiciero. Pero en el libro más que de aquella etapa soy muy crítico del Lanata de los últimos diez años y más del de PPT. Te pongo un ejemplo, muchos hablan del "golazo de Lanata" con la investigación de lo que llamaron "La ruta del dinero k". Pero si la desmenuzás, no aporta tanto más. Las sospechas sobre Lázaro Báez llevaban seis años. Se hacen mucho más entendibles, verosímiles, usando el lenguaje televisivo. El montaje, la música, las fotos circunstanciales. La farándula metida en el medio, sumados a su propia capacidad comunicativa que es extraordinaria. Es un tipo carismático. Lo que él aporta son los personajes de (Federico) Elaskar y (Leonardo) Fariña. Dos delincuentes. Y algunos papelitos de triangulaciones financieras a Panamá y Suiza. No estoy negando la verosimilitud, pero veo que le falta. Luego de tirar la bomba y de aceptar que le faltaban patas a la investigación bajó un cambio y dijo: "que el resto lo haga la justicia". Y todo eso lo hace desde los impresionantes amplificadores y la sinergia de los medios de Clarín. Por su parte él recicla mucha investigación, no aporta mucho. 
–¿Y por qué le interesa resaltar los errores de Lanata en sus prácticas periodísticas?
–A mí lo que me interesa es desarmar esas bombas que manda explotar. Y me interesa no por algo personal sino por el nivel de violencia discursiva que maneja, por su contenido ideológico. Es un tipo de periodismo que me parece peligroso. No podés hacer Titanes en el Ring y mostrarme dos papelitos que no demuestran nada. Es una discusión en la que sé que estamos muy solos los que queremos bajar un cambio en el vértigo del bolonqui periodístico, es algo que vengo diciendo hace 25 años. Mi misión "evangélica" es desarmar un poco el revólver. Ver –entre todo ese quilombo que él arma–, ¿qué es lo realmente informativo? Y separar esto: él te hace la película Espartaco pero te muestra dos pruebitas que no dicen mucho. Y las audiencias ávidas de odios gritan: "¡Me re convenciste gordo! ¡Tirame toda la ola de mierda!" No se puede entender a Lanata sin tomar en cuenta a las audiencias.
–Usted habla de dos Lanata. Uno "el de siempre", el que mantiene ciertos vicios de la profesión. Y el "último", el víctima de lo que usted llama "The Lanata Syndrome", el adicto a sus audiencias, el tirabombas. ¿Qué es lo que más le objeta?
–Al de siempre, lo que le objeto a otros periodistas también. Que vivan del negocio fácil de putear contra la política. No sería algo que sólo se le puede objetar a él, pasa que él es un genio haciéndolo. Siempre en función de identificarse con una postura social antipolítica. ¡Todas las sociedades se quejan de sus políticos, los acusan de "ladrones, inútiles"! Eso me parece muy fácil. El Jorge de El Porteño de los primeros años, el Jorge de Página/12 hacía antipolítica desde ciertos valores, desde ciertas convicciones y esperanzas. Y él termina como quebrándose. Me quedó una frase en un pasillo de Página/12: "Estoy quebrado Blaus", me dijo. Sentía que ya no tenía sentido el periodismo, una sensación de vacío. La sensación de vacío la percibieron muchos otros que lo entrevistaron... Un tipo que se crió muy solitario, con una necesidad de reconocimiento, figuración y crecimiento. Vio la política de lejos, superficialmente, le terminó pesando su individualismo sobre todo cuando descubrió que él tenía una potencia extraordinaria.
–Usted se pregunta ¿Qué le pasó?
–Individualista y escéptico con la política fue siempre. Lo que se le estalla en los últimos 10 años es su individualismo, una visión pobrísima de que la política son tres gatos locos que te cagan la vida.
- ¿Qué investigaciones jamás hubiera hecho si hubiera estado en lugar de Lanata?
- Yo no le puedo criticar que él investigue. Vas a un lugar y ves algo… Pero también ves otras cosas. Y ese es el rol del periodismo, decidir qué poner en primer plano. Uno tiene su derecho a investigar. Pero acá entra el criterio de cada uno. Yo primero soy ser humano, después soy ciudadano y después soy periodista. Yo primero elijo como ser humano. Los periodistas tipo Lanata o Fopea inventaron esto de que el periodismo es una cosa como de física cuántica… una ciencia… eso es una falacia espantosa. Yo creo que uno debe trabajar con el corazón, con ideología... No le impugno el derecho a investigar a Lázaro Báez o si hay conexión entre él y los Kirchner, que dicho sea de paso si la hubiera me resultaría muy doloroso. Pero lo que le critico es que no está laburando rigurosamente, que lo único que importe sea vender un show. El tema Schoklender y las Madres… fue muy doloroso. ¿Me preguntás si yo elegiría poner en primer plano eso? Y... tal vez elegiría otro tema de corrupción. Quiero decir, es muy jodida la pregunta que me hacés. Está bien porque son cosas que se preguntan en las reuniones internas de los medios pero no se discuten así públicamente. 
–Se discute así todo el tiempo en los medios, aunque sea con temas menores.
–Me acuerdo para un número de Crítica. Me dijeron "Blaus, se casa Maxi López con Wanda Nara", que todavía no estaban tan famosos como ahora. Yo no sabía quién era la mina y me enorgullezco de odiar los mundillos de la farándula. Y dije no. No se quién es la mina, me incomodaba muchísimo hacerlo. Pero sobre todo me negaba a legitimar esos temas en la agenda. Entonces me negué. Esos programas ruidosos de paneles de la tarde trasladan su lógica a todo, a la política, al fútbol. Es un modelo de discusión. Y no se lo endilgo sólo a los periodistas o medios opositores, también veo cosas que me dan pena y bronca en los medios kirchneristas.
–¿Estamos como se pronostica ante el "fin del periodismo"?
–Creo que es bastante cierto… Aunque hay cosas interesantes en todos los medios. Periodistas, cronistas que trabajan bien y a conciencia. 
–¿No se sintió raro haciendo un libro sobre un ex compañero de tantos años?
–Sentía que podía hacerlo porque lo conocía bastante. Pero no me dejaba de incomodar la idea. Si bien no fuimos nunca amigos tuvimos una relación cordial. Tuve que remar con eso y me quedé tranquilo cuando me convencí que podía hacerlo con altura. No adjetivar fácil. Donde me enojo es en la discusión periodística, en la concepción del periodismo. Sus cualidades son innegables, negarlas sería una necedad. Por algo es un personaje central a la hora de hablar de los últimos 30 años de medios y democracia. Cuando lo describo me apoyo en su misma producción, no me meto con su vida privada. Eso se lo dejamos a Majul.  «

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