domingo, 27 de octubre de 2013

Construir desde los cimientos

Construir desde los cimientos


En los días previos a las elecciones estudiantiles en la Facultad, dos ex presidentes del Centro de Estudiantes rememoran la participación en las últimas décadas del siglo XX.   El militante, según Ernesto Jauretche, es aquel que intenta transformar el mundo con su ejemplo; sabe que decir lo que se piensa y hacer lo se [...]


En los días previos a las elecciones estudiantiles en la Facultad, dos ex presidentes del Centro de Estudiantes rememoran la participación en las últimas décadas del siglo XX.



El militante, según Ernesto Jauretche, es aquel que intenta transformar el mundo con su ejemplo; sabe que decir lo que se piensa y hacer lo se que dice, es el arte mayor de una noble práctica política.

La militancia estudiantil, en tanto, es inmanente a la autonomía universitaria. Esta última, es un atributo que gracias a aquellos jóvenes de 1918, posibilita hoy a las universidades públicas tener la facultad y la responsabilidad de gobernarse a sí mismas.

A partir de ello, por su naturaleza y para cumplir sus fines de educar, investigar y extender la cultura, para decidir la estructura y forma de su gobierno, para determinar la orientación y el contenido de sus planes y programas de estudio e investigación, la participación activa de quienes forman parte de cada unidad académica es imprescindible. Sólo con la participación democrática se puede construir el movimiento estudiantil desde los cimientos.


El 30 de octubre se realizarán nuevos comicios estudiantiles en la Facultad de Ciencias de la Educación (UNER), donde serán elegidos para el próximo período, por un lado, representantes en el Consejo Directivo y, por otro, autoridades del Centro de Estudiantes (CEFCE). Dos experiencias sobre la militancia y el significado de la participación del movimiento estudiantil en la construcción de la autonomía universitaria, en las últimas décadas del siglo pasado, vienen al caso para poner en valor la necesidad de seguir construyendo democracia, en las aulas, en la calle, día a día.

Enrique Raffín (Licenciado en Comunicación Social y docente) fue presidente del Centro de Estudiantes en el período 1997-1998. “Bastó que me dijera una de mis hermanas, militante en aquel entonces del Partido Socialista Popular, que participara en cualquiera de las agrupaciones progres de la Universidad, menos en Franja Morada, cuando me despedía de la norteña Reconquista para estudiar en Paraná“, recuerda.

Pero a pesar de las apasionadas narraciones de mi hermana, que involucraban a Rosa Luxemburgo y Salvador Allende, con la voz de Silvio Rodríguez de fondo y libros de Neruda sobre el piso de mi adolescencia, la Universidad se mostraba como un espacio colmado de laberintos donde se podía decidir transitar libremente; así fue que llegué al plenario de la Franja Morada en el Anexo de la Facultad, que funcionaba en la esquina de las calles Santa Fe y Malvinas, donde había alrededor de 60 estudiantes entre las dos carreras. Se aproximaban las primeras elecciones estudiantiles de la generación que ingresamos en 1993, cuando fuimos convocados para discutir las propuestas“, dice Enrique.

Comencé participando en la lista del Centro de Estudiantes como colaborador de la Secretaría de Prensa y aún recuerdo el sabor feliz de aquella noche“, sentencia.

Eduardo Pividori (Licenciado en Ciencias de la Información, desempeñándose en el sector público), fue Presidente del Centro de Estudiantes en 1987-1988. “Desde el año 1981 en que ingresé a la Facultad luego de rendir el examen de ingreso, ya se conversaba en voz baja sobre el deterioro de la Dictadura y empezaban a aparecer los resquicios de un régimen que se caía a pedazos. Los pibes discutíamos sobre el momento histórico y abrevábamos en distintas manifestaciones culturales que hacían explícita la protesta, como el rock, el cine o muchas publicaciones entre las cuales quizás Humor fue la más emblemática“, señala.

Los paros y movilizaciones de la CGT en diciembre del ’81 y marzo del ’82, más la tragedia de Malvinas, fueron hechos determinantes para definitivamente echar a la dictadura y comenzar el lento proceso de la recuperación democrática. Esto animó a muchos estudiantes de Paraná a empezar a juntarnos con la idea de conformar un centro de estudiantes y fue desde esa inexperiencia y casi la informalidad, que se generó un colectivo que se llamó Centro de Estudiantes Universitarios y Terciarios de Paraná, que desarrolló algunas actividades y debates que giraron exclusivamente sobre la necesidad de conformar un espacio que represente los intereses estudiantiles y sea un vehículo canalizador de reuniones en el Rowing, asambleas en el Círculo Médico, un panel debate en la histórica librería del Ateneo; fueron algunas de las actividades que se llevaron adelante, con alguna que otra llamada anónima de amenaza de bomba mediante“, recuerda Eduardo.

Muchas veces, sin siquiera imaginarlo, con cada uno de los actos cotidianos, las personas van haciendo y construyendo historia: la de sus vidas, desde leugo, pero también la de los otros, del mundo que los rodea. Con la democracia resurgieron nuevas formas de participación. Las investigaciones en ciencias sociales han contribuido enormemente al análisis del surgimiento de las organizaciones, la movilización obrera, el rol de las mujeres y por supuesto el papel jugado por el movimiento estudiantil en todos los procesos históricos nacionales.

Llegamos al ’83 y aunque mis obligaciones con el Servicio Militar me alejaron de estas experiencias directas, en la Facultad de Ciencias de la Educación y en la mayoría de la UNER surgen formalmente los Centros de Estudiantes. En Educación participaron de esa primera elección dos agrupaciones que se constituyeron más por coincidencias sobre conquistas sobre las que avanzar, que por una identificación partidaria, aunque muchos de sus integrantes estaban claramente identificados con partidos políticos“, precisa Pividori y continúa su análisis.

Ya en el ’84 y de regreso de la colimba, la vida política en la Facultad tiene una expansión significativa y desde los primeros meses de ese año, aquellas dos originarias expresiones estudiantiles se reconfiguran, a los que se suman muchísimos estudiantes que ingresaron en ese primer año de democracia y muchos de años anteriores, conformándose un conjunto de agrupaciones, algunas de ellas con clara identificación partidaria“, marca.

Para Raffín, “la coyuntura política del año siguiente al que yo entré, 1994, estuvo atravesada por la Reforma de la Constitución y el Proyecto de Ley de Educación Superior que organizaron por largo tiempo la agenda universitaria. En Paraná impulsamos el III Encuentro Nacional de Estudiantes de Comunicación Social que convocó aproximadamente 1200 estudiantes de casi todas las carreras del país, para discutir los nuevos escenarios que se iban diseñando, entre la influencia mercantil y el avance de las tecnologías, sobre los planes de estudios“, repasa.

La pretensión política de este encuentro, hacia el interior de nuestra facultad, era generar el debate para la reforma del Plan de Estudios que hacía tiempo se venía demandando. Garantizar la gratuidad, sobretodo, de las carreras de grado universitario en la Constitución Nacional, fue la mayor lucha que llevó adelante el movimiento estudiantil con las fuerzas políticas que, estiraban de un campo a otro, el sentido de igualdad/equidad, que el Estado debe garantizar para el acceso al Sistema Público Universitario“, manifiesta Enrique.

A su vez, “la presión de los organismos internacionales, se hacía cada vez más densa sobre la sanción de la Ley de Educación Superior que finalmente logró su aprobación, en julio de 1995, con la ausencia de la oposición parlamentaria y más de 60 mil estudiantes en las calles del país. Este hecho marcó un quiebre importante en el movimiento estudiantil, impactando en las prácticas políticas y académicas. Hubo que renovar la lucha política y pensar los modos de resistencia, en un sistema universitario que se volvía mercantil, legitimado por una Ley de Estado. Nos propusimos entonces imaginar posibles escenarios futuros, que transformaran los efectos políticos del menemismo, pensando otros modos de la política y el lugar del movimiento estudiantil en ese proceso“, repasa.

Fue así que “organizamos en Paraná un Congreso Nacional de Educación, en 1997, articulado con los Seminarios de Comunicación y Cultura y Políticas Públicas y con el Centro de Estudiantes de la Facultad de Trabajo Social”, dice Raffín y añade respecto a su experiencia como presidente del CEFCE que “me eligieron en un momento histórico, donde creía vivamente que desde la Universidad íbamos a cambiar el mundo y lo intentamos. Durante ese año, se aprobó el Plan de Estudios de la carrera de Comunicación que había comenzado su reforma tres años atrás, también discutimos con fervor y logramos aprobar el Reglamento del Centro de Estudiantes que tanto se lo invocaba en la ausencia“.

Finalmente, Enrique manifiesta que “de esos años de militancia traigo conmigo el recuerdo de la mística que rondaba en los congresos de FUA, en las manifestaciones callejeras, en una asamblea cualquiera. Haber transitado por la vida política de la Universidad – seguir transitando -, en diferentes lugares y momentos, pero sobretodo siendo estudiante, es la huella que sigue marcando ese horizonte que anhelo para la Universidad“.

En tanto, Pividori comenta que “con un grupo de compañeros con quienes compartíamos historias personales, opiniones y visiones en voz baja durante los años anteriores, más aquellos a quienes fui conociendo a partir de sus posturas políticas en las numerosas asambleas que se realizaban por esos días, constituimos la Agrupación Peronista Universitaria que años posteriores pasaría a llamarse unificadamente Juventud Universitaria Peronista en todo el ámbito de la UNER. Fueron años iniciáticos, de construir la propia experiencia, de abrir caminos, de ser muy permeables a la formación política, de estudiar y leer casi compulsivamente, de generar nuestras propias herramientas de militancia y de buscar en esas historias épicas de nuestros compañeros de los ’70 el sentido y la razón del compromiso“.

Recuerda “una frase que siempre repetíamos y con la que nos definíamos: somos el presente sintetizador de una generación que soñó y luchó por una sociedad y un país más justo. Somos los continuadores de aquellos que ya no están“.

Para finalizar, Pividori sintetiza lo que para él son las caracteristicas principales de la época que le tocó transitar como estudiante y militante: “La tremenda capacidad de discusión política: todo se sostenía a la luz de la historia y los principios políticos que nos cobijaban. ‘Los dolores que nos quedan son las libertades que nos faltan’, opinaban los amigos de Franja Morada abrazados al Manifiesto Liminar de la Reforma; ‘No es desde la Universidad que se liberará al Pueblo, sino desde el Pueblo que se liberará a la Universidad’, contestábamos nutriéndonos en el magisterio político de Perón, Jauretche, Hernández Arregui y tantos otros, por un lado; y la enorme pasión y compromiso para construir institucionalidad. Fuimos desde todas las agrupaciones estudiantiles verdaderos protagonistas de esa configuración institucional: se discutía y se trabajaba arduamente en la elaboración de los planes de estudio, los estatutos de la Universidad, los reglamentos internos, los reglamentos de concursos, etc. Siempre desde una posición política clara e irrenunciable pero con una generosidad y respeto con las otras agrupaciones para alcanzar los mayores consensos posibles“.

Sin conocer en profundidad las motivaciones actuales del movimiento estudiantil, Pividori concluye que “le toca a cada uno vivir un momento. Depende de cada uno cómo asume su responsabilidad histórica. Pero desde el lugar que me tocó compartir con muchos compañeros, siento como muy valiosa esa actitud permanente de estar atento al contexto, a lo social, a lo que estaba sucediendo afuera de la Universidad y desde esa realidad caótica, contradictoria, siempre pretendimos y luchamos para que la Universidad forme parte de esa realidad. Que forme parte de ese proceso popular que sucedía allí nomás. En algunas ocasiones lo habremos logrado. En otras no. Pero lo hicimos con mucha generosidad. Lo hicimos con mucha pasión. Lo hicimos con mucha alegría“.

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