domingo, 12 de febrero de 2012

Vendieron como guerra patriótica, una operación de los militares para eternizarse en el poder

Clarín y La Nación apostaron a una victoria de la dictadura en Malvinas

Un análisis de las principales tapas de la época de ambos matutinos confirma que buscaron legitimar al régimen que años antes les había entregado el control del papel.

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Cuando faltan menos de dos meses para el 30 aniversario de la Guerra de Malvinas, y pocos días después del anuncio presidencial de la desclasificación del Informe Rattenbanch y la confirmación de que la Argentina denuncia al Reino Unido ante Naciones Unidas por militarizar una vez más el Atlántico Sur, Tiempo Argentino realizó un análisis de cuál fue el posicionamiento de los dos principales diarios alrededor del tema en 1982, Clarín y La Nación.
Uno de los múltiples enfoques sobre este tema sostiene que ambos diarios se dedicaron fundamentalmente a difundir comunicados de la Junta Militar, limitándose a reproducir textualmente, sin ningún riesgo periodístico, la información emanada de una única y dominante boca de expendio: la de los altos mandos de la dictadura. Tiempo Argentino –un diario que no existía en 1982– afirma que fueron un poco más allá: desde su incipiente sociedad en Papel Prensa propiciada por la dictadura, que impondría el monopolio sobre la producción y el precio del papel para periódicos hasta nuestros días, Clarín y La Nación apostaron abiertamente a una victoria del Proceso en la guerra de 1982, conscientes de que esta contienda bélica era el último manotazo de ahogado de un régimen genocida para perpetuarsey dilatar, otra vez, la llegada de la democracia al país.

EL CONTEXTO. Tres días antes del desembarco argentino en las islas (2 de abril de 1982), exactamente el 30 de marzo, la policía reprimió una multitudinaria protesta en Plaza de Mayo convocada por el sindicalismo. Al día siguiente, La Nación titularía en tapa: “Violentos incidentes en la zona céntrica”. La Multipartidaria Nacional –más conocida como “La Multipartidaria”– una instancia de partidos políticos encabezados por el PJ y la UCR, entre otros, que nació en 1981, y el sindicalismo expresado en la CGT en sus corrientes principales, venían presionando al Proceso para lograr una apertura política y la vuelta de la democracia. Hacía más de cinco años que Clarín y La Nación controlaban Papel Prensa y ya monopolizaban el mercado del papel para periódicos, justamente a partir de noviembre de 1976, casi ocho meses después del golpe genocida. Y otro hecho que después sería fundamental para los desatinos diplomáticos argentinos que vendrían con Malvinas: el 11 de marzo de 1982, el entonces secretario de Estado estadounidense Alexander Haig admitió en la Cámara de Senadores de su país que los gobiernos de la Argentina y Venezuela prestaron ayuda militar a El Salvador. Comenzaba así a blanquearse el apoyo militar de la dictadura en la guerra que los Estados Unidos mantenía en Centroamérica contra el gobierno del Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN) que estabaen el poder en Nicaragua. Durante la guerra de Malvinas, Galtieri y compañían se basarían en este antecedente para creer –erróneamente– que los EE UU se mantendría neutral y no apoyaría al Reino Unido, en una mala lectura de la Guerra Fría. En 1982, además, los crímenes de lesa humanidad cometidos por la dictadura eran ampliamente conocidos por la prensa argentina.


LOS POSICIONAMIENTOS DE AYER Y HOY. En este contexto, Clarín y La Nación continuaron omitiendo –a pesar de conocerlos, como toda la prensa nacional de la época– las desapariciones y torturas y demás crímenes, sin dar lugar a las denuncias que las víctimas, sus familiares o los organismos de Derechos Humanos pudieran hacer sobre lo que sucedía. A partir de la guerra, se agregó otra gran omisión: la de los crímenes –torturas, vejaciones, falta de alimentos, humillaciones– de los altos mandos contra los jóvenes conscriptos y soldados rasos que lucharon sin conducción, sin planificación de sus superiores y con pocos de los elementos necesarios para enfrentar al enemigo inglés. Por ejemplo, Revista Veintitrés, en su edición del 9 de febrero pasado, coloca en tapa los testimonios de los ex combatientes Pedro Benítez y Pablo De Benedetti quien, hoy padre de seis hijos, estuvo a punto de perder sus piernas por la tortura por congelamiento. “Fuimos torturados por nuestros jefes”, expresa el titular de tapa. Clarín y La Nación tampoco aportaron denuncias en este sentido en 1982.
Una vez comenzado el desembarco en Malvinas, todo cambió para el gobierno militar, que descubrió que la “recuperación” de las islas por vía militar ante un enemigo histórico de la Argentina (desde las Invasiones Inglesas, pasando la mención al “León” en el himno nacional en su versión completa, etcétera, hasta nuestros días) podía no sólo desviar los reclamos populares por la apertura democrática, el reclamo de verdad y justicia y los derechos de los trabajadores, sino que permitiría estirar la supervivencia del proceso unos cuantos años más.
En esas tapas grises, casi monocordes, con pocas fotos, Clarín y La Nación se jugaron enteros. Y los editoriales –donde se manifiesta la posición ideológica del diario– no hicieron más que confirmarlo. El 3 de abril de 1982, el principal editorial de La Nación intentaba darle legitimidad popular a un gobierno sedicioso, genocida y huérfano de democracia: “El pabellón argentino ondea desde ayer en las Malvinas. Este hecho de significación histórica asume una trascendencia espiritual en la vida de todos nosotros. El regocijo nacional es tan grande como inexplicable…la bandera que ondea ahora en las Malvinas es la que abriga el corazón de los argentinos. Un poderoso sentimiento de júbilo cruza por todo el país con la aceptación unánime de responsabilidades que no pueden ser transferidas”. ¿Qué es aquello que para La Nación “no puede ser transferido”? El diario de los Mitre, por un lado vuelve a operar sobre una reivindicación histórica argentina, apelando a un falso nacionalismo. Y a su vez, endosa una “aceptación” del régimen militar genocida imperante. Una búsqueda de legitimidad y de perpetuación, acordes con los objetivos de la dictadura.
Desde Clarín, Joaquín Morales Solá, en el Panorama Político del 4 de abril de 1982, demostraba que el diario no ignoraba cuál era la importancia política de la guerra hacia el futuro: “… El régimen de los militares argentinos, que venía vacío de consenso, como ellos mismos lo aceptaban, vivió una semana en la que debió reprimir con dureza inusual los repudios y gozó luego de la adhesión popular por haber reconquistado las tierras irredentas del extremo austral del país…‘El Proceso ha resucitado’, se entusiasmó un empinado hombre del gobierno.”
A medida que comenzaba y avanzaba la guerra, ganaba, sobre todo en Clarín, el uso de la palabra “Argentina” en los titulares, en remplazo de “Gobierno” (como denominaron a la dictadura) “Junta Militar” o “Altos mandos”, por ejemplo. El recurso inverso que se utilizan en estos días, donde tanto Clarín como La Nación hacen referencia a “Cristina” o “El Gobierno” ante Naciones Unidas, en lugar de mencionar a la Argentina, siendo este un gobierno elegido en democracia, y también ponen énfasis discursivo en un argumento del Reino Unido: la supuesta “autodeterminación” de los isleños.
En este sentido, la desclasificación del Informe Rattenbach –que arriba, entre otras conclusiones, a que la guerra nunca debió llevarse adelante– es otra medida concretada por el gobierno nacional en dirección a remarcar que no puede existir un reclamo de soberanía legítimo si proviene de un régimen ilegal que no respetó, ni permitió, la soberanía popular, como ocurrió en 1982.

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