jueves, 17 de abril de 2014

Gabo: "El periodismo es una pasión insaciable"

Gabo: "El periodismo es una pasión insaciable"

Un repaso del vínculo entre el escritor colombiano y el oficio que le dio las primeras herramientas para afirmar su estilo narrativo. La Fundación Nuevo Periodismo y su odio a las grabadoras
Crédito: EFE
En una conferencia titulada "El mejor oficio del mundo", publicada en diversos medios internacionales en 1996, el colombiano Gabriel García Márquez alertaba sobre el daño que puede causar el periodismo: "Nunca como ahora ha sido tan peligroso este oficio". Tal vez por esa razón dejó de conceder entrevistas.
En diversos escritos, criticó a los malos entrevistadores que le planteaban, uno tras otro, las mismas preguntas; a los que de puro complacientes se volvían empalagosos; a los agresivos que intentaban exasperarlo para que acabase diciendo lo que no pensaba, según recordó un artículo de El País.
Detestaba las grabadoras, "un invento luciferino". Con ellas, señalaba, el periodista no presta atención porque cree que el magnetófono lo oye todo. "Y se equivoca: no oye los latidos del corazón, que es lo que más vale en una entrevista". Años más tarde, añadió: "La grabadora no piensa, la grabadora oye pero no escucha, la grabadora es fiel pero no tiene corazón".
Pero el premio Nobel no se limitó a mirar impávido los problemas del oficio. En 1994 creó la Fundación Nuevo Periodismo, dedicada a mejorar la formación de reporteros iberoamericanos, y se involucró en algunos de sus talleres.
En diciembre de 1998, diez periodistas de América Latina asistieron en Cartagena de Indias a un taller de edición para analizar textos escogidos al azar y publicados en sus diarios de procedencia. Gabo, que entonces tenía 72 años, se aplicó allí a corregir y mejorar frases, con la atención de todos. "El del editor es el trabajo más importante", explicó a los talleristas. "Son la cara del periódico. Lo que hacen los editores es más importante incluso que el papel del director. Ellos consiguen la calidad del diario".
Ya entonces defendía el periodismo más allá de la noticia: el reportaje. La gente conoce las noticias de inmediato por la radio o la televisión, pero buscará luego en el papel su verdadero significado: "El primero que ve un accidente es el primero que va luego a comprar el periódico para ver qué dice".
"El reportaje necesita un narrador esclavizado a la realidad. Y ahí entra la ética. En el oficio de reportero se puede decir lo que se quiera con dos condiciones: que se haga de forma creíble y que el periodista sepa en su conciencia que lo que escribe es verdad. Quien cede a la tentación y miente, aunque sea sobre el color de los ojos, pierde".
En los últimos años han surgido homenajes a su figura, como la antología de textos Gabo, periodista o la creación en 2013 de los Premios Gabriel García Márquez, otorgados por la Fundación de Nuevo Periodismo Iberoamericano (FNPI) en un intento por rescatar la profesión.

Frases para recordar a Gabriel García Márquez

Gabo falleció este jueves a los 87 años en México. El legado del premio Nobel de Literatura va más allá de sus libros
Crédito: EFE
  • "Los seres humanos no nacen para siempre el día en que sus madres los alumbran, sino que la vida los obliga a parirse a sí mismos una y otra vez".
  • "El cuerpo humano no está hecho para los años que uno podría vivir".
  • "Es un triunfo en la vida que la memoria de los viejos se pierda para las cosas que no son esenciales".
  • "A mí me hubiera gustado morirme por mi cuenta, pero si mi destino era ése, yo tenía que asumirlo".
  • "No hay medicina que cure lo que no cura la felicidad".
  • "El deber revolucionario de un escritor es escribir bien".
  • "Ofrecer amistad al que busca amor es dar pan al que se muere de sed".
  • "Para los europeos, América del Sur es un hombre de bigotes, con una guitarra y con un revólver".
  • "La memoria del corazón elimina los malos recuerdos y magnifica los buenos, y gracias a ese artificio, logramos sobrellevar el pasado".
  • "Jubilemos la ortografía, terror del ser humano desde la cuna: enterremos las haches rupestres, firmemos un tratado de límites entre la ge y la jota y pongamos más uso de razón en los acentos escritos, que al fin y al cabo nadie ha de leer lagrima donde dice lágrima ni confundirá revolver con revólver. Y que de nuestra be de burro y nuestra ve de vaca, que los abuelos españoles nos trajeron como si fueran dos y siempre sobra una".
  • "Uno no es de ninguna parte mientras no tenga un muerto bajo la tierra".
  • "El deber de los escritores no es conservar el lenguaje, sino abrirle camino en la historia. Los gramáticos revientan de ira con nuestros desatinos, pero los del siglo siguiente los recogen como genialidades de la lengua. De modo que tranquilos todos: no hay pleito. Nos vemos en el tercer milenio".
  • "El matrimonio, como la vida entera, es algo terriblemente difícil que hay que volver a empezar desde el principio todos los días, y todos los días de nuestra vida. El esfuerzo es constante, e inclusive agotador muchas veces, pero vale la pena. Un personaje de alguna novela mía lo dice de un modo más crudo: 'También el amor se aprende'".
  • "Yo creo que todavía no es demasiado tarde para construir una utopía que nos permita compartir la tierra".
  • "No llores porque ya se terminó... sonríe porque sucedió".
  • "Un hombre solo tiene derecho a mirar a otro hacia abajo cuando ha de ayudarle a levantarse".
  • "El éxito no se lo deseo a nadie. Le sucede a uno lo que a los alpinistas, que se matan por llegar a la cumbre y cuando llegan, ¿qué hacen? Bajar, o tratar de bajar discretamente, con la mayor dignidad posible".
  • "Basta abrir los periódicos para saber que entre nosotros cosas extraordinarias ocurren todos los días".
  • "Quizá Dios quiera que conozcas mucha gente equivocada antes de que conozcas a la persona adecuada, para que cuando a fin la conozcas, sepas estar agradecido".
  • "La vida no es lo que uno vivió, sino que lo que recuerda, y cómo la recuerda para contarla".
  • Macondo, un pueblo huérfano sin su creador

    La capital del realismo mágico y escenario de 'Cien Años de Soledad' se inspiró en Aracataca, la ciudad natal de Gabriel García Márquez. "No es un lugar, sino un estado de ánimo", dijo no obstante el autor
    En el diccionario de la Real Academia Española figura como un árbol semejante a la ceiba, pero en el mundo literario es sinónimo de Caribe, de mariposas amarillas y de realismo mágico.
    Es Macondo, el pueblo que hoy se quedó sin su "fundador", Gabriel García Márquez.
    Cuando ese nombre sonoro saltó a la palestra de la literatura universal, muchas personas se interesaron en viajar a Colombia para recorrer sus calles polvorientas y beber ron al son de la música vallenata.

    Algo imposible, si se tiene en cuenta que Macondo no figura en los mapas, pero al mismo tiempo perfectamente viable, pues Macondo puede ser cualquier pueblo del norte colombiano.
    Se cree que Macondo estuvo inspirado en Aracataca, un municipio del departamento de Magdalena donde García Márquez nació en 1927. Allí alimentó su mente infantil con relatos fantásticos que fueron la génesis de muchas vivencias de la familia Buendía en Cien años de soledad.
    En Vivir para contarla, su libro de corte autobiográfico, Gabo recuerda un episodio que vivió cuando su madre lo llevó a Aracataca, tras varios años de ausencia, para vender la casa donde él pasó su infancia. El joven García Márquez encontró un pueblo solitario y polvoriento que le sirvió para crear, años después, Macondo, la "capital" del realismo mágico de su obra.
    El origen del nombre da cabida a varias hipótesis, aunque la más aceptada dice que al escritor le quedó grabada la palabra "Macondo" cuando la leyó en el letrero de una finca bananera que vio durante una travesía en tren.
    Un estudioso de la obra de García Márquez, el escritor colombiano Dasso Saldívar, aporta otras luces. Dice que podría tratarse de la derivación de una antigua palabra del centro de África para referirse al banano.
    También se afirma que Macondo es un caserío del municipio de Pivijay, en Magdalena, sin figuración en los mapas, aunque puede ser que el nombre fuese adoptado por los pobladores a raíz del éxito de Cien años de soledad. Los cataqueros, gentilicio de los nacidos en Aracataca, llaman Macondo a un típico juego de azar parecido al bingo.
    Un ex alcalde de Aracataca, Pedro Sánchez, tuvo una idea para que el pueblo, a 90 kilómetros de Santa Marta, la capital de Magdalena, saliera de su atraso mediante el cambio de nombre.
    Sánchez propuso que el municipio se llamara Aracataca-Macondo con el objetivo de que ingresara oficialmente al mapa de Colombia y fuera fácilmente identificado por turistas, que llegarían a esa tierra en busca de los pasos infantiles de García Márquez.
    El político impulsó un referéndum, pero la idea fracasó en junio de 2006, cuando la escasa votación no permitió que fuera aprobado.
    Curiosamente, uno de los críticos de la iniciativa fue el propio Gabo, quien la calificó de "desatinada".
    "Macondo es un estado de ánimo que le permite a uno ver lo que quiere ver y verlo como quiere"
    "Por fortuna, Macondo no es un lugar, sino un estado de ánimoque le permite a uno ver lo que quiere ver y verlo como quiere", dijo alguna vez.
    Casi un año después de fracasar el proyecto del alcalde, el escritor retornó a su pueblo natal en un tren que partió de Santa Marta pintado de amarillo y con mariposas del mismo color, para recrear el ambiente de Cien años de soledad.
    Aunque la idea del político no prosperó, el turismo ha crecido en Aracataca por la apertura, en 2010, de la Casa-Museo García Márquez.
    La casa donde creció el escritor fue demolida hace cuatro décadas, pero se reconstruyó, con aportes del Gobierno, como una réplica de la residencia de los García Márquez. Para ello fue fundamental la descripción del escritor y de otros miembros de la familia.
    Tras un viaje en tren de cerca de cinco horas desde Santa Marta, los visitantes pueden recorrer los pasillos de la "casa lunática", como el propio Gabo la llama en Vivir para contarla, así como otros sitios de Aracataca relacionados con su familia, como el lugar donde trabajaba su padre, Gabriel Eligio García, el telegrafista del pueblo. También se puede ir al Hospital Luisa Santiaga Márquez Iguarán, llamado así en homenaje a la madre del escritor.
    Además de Cien años de soledad, las referencias a Macondo están en otras obras de García Márquez como Los funerales de la Mamá GrandeLa mala horaEl coronel no tiene quien le escriba y La Hojarasca.

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