Papeles del Tiempo, el nuevo libro de Eliseo Verón
En "Papeles en el tiempo", su nuevo libro, el semiólogo argentino analiza la siempre tensa relación entre los medios y la política, desde la problemática del tiempo social y la escritura.
Papeles en el tiempo (Paidós) no es un libro corriente. Más bien es una suerte de experimento semiótico llevado a cabo por su autor, Eliseo Verón, que en esta oportunidad explora la atmósfera mediática no sólo desde la teoría, sino que va del pensamiento a la práctica concreta.
En lugar de analista de esta red significante infinita que constituyen los discursos mediáticos, el semiólogo se posiciona como observador de tercer grado -analista de las acciones de los medios de comunicación, a su vez, desde un medio de comunicación. Y esto a partir de su trabajo como columnista del diario Perfil, inscripto concretamente en algunas de las dimensiones y restricciones del trabajo periodístico.
Como el mismo título lo anticipa, el problema central del libro es el tiempo en relación con la escritura. Y esos papeles -corpus fundamental propio de coleccionista- son una serie de artículos publicados en ese mismo diario de 2008 a 2011, además de uno de 2003 que apareció en la revista Debate. El devenir de la tensa relación política-medios en Argentina según Verón.
Los textos periodísticos están reproducidos tal cual como se publicaron originalmente. Y eso es lo primordial en este experimento en el que sus posibles efectos están fuera de las manos de su creador, ya que la circulación -entendida como el efecto diferencial entre las condiciones de producción y las condiciones de reconocimiento- siempre es impredecible. Y eso bien lo sabe Verón, que ha plasmado su enfoque sociosemiótico que retoma a Peirce en su teoría de los discursos sociales.
Por un lado, explica el autor, está el espacio-tiempo comunicacional, que genera mundos sociales, determinados por una configuración compleja de instituciones que se procesan y transforman a través de los distintos fenómenos mediáticos. Y, por otro, está el espacio-tiempo de los actores, que genera mundos socioindividuales. Ambos espacios, aunque irreductibles, pueden interpenetrarse. Y es la progresiva complejización de esta interpenetración lo que Verón llama la historia de la mediatización.
Con Papeles en el tiempo se asiste a una operación de transposición de un discurso mediático a otro dispositivo. Con lo cual, el contrato de lectura original queda alterado. Al juntar las columnas con su temporalidad específica articulada cada 15 días en la continuidad de un libro, el espacio-tiempo de los discursos se modifica, tanto desde las posiciones de enunciador como de enunciatario. Ese es el juego que plantea Verón. Y lo hace con gusto.
Con respecto a los medios, el libro plantea dos finales casi contrapuestos. En primer lugar, la última columna propone una perspectiva de una realidad imaginaria del último domingo de diciembre de 2050. Lo que se encuentra es un mundo fuertemente globalizado, un proto gobierno mundial incapaz de enfrentar al lobbycorporativo multinacional y una concentración de poder basada en la riqueza. En medio de esto, aparece una Resistencia que corporiza los valores de igualdad, libertad, defensa y respeto de valores públicos. A los medios les va bastante mal en este panorama.
Por otro lado, luego de este pasaje ficcional, Verón cierra el libro con un pequeño ensayo sobre el recorrido de lo que denomina los cuerpos textuales efímeros a través de la historia. De los libelos y panfletos, que para el autor representan la primera manifestación del "en vivo y en directo" de la primera modernidad, va hacia los almanaques, como segunda gran revolución, hasta llegar a los papeles de noticias -los newspapers- que en el SVII rompieron tanto con la lógica panfletaria como con la de los almanaques. Verón plantea dos paradojas para estos newspapers: una primera tensión entre una lógica panfletaria y una lógica periódica; y una segunda tensión entre una lógica política y una lógica comercial. Y esto, de la mano de la emergencia de una ideología profesional fundada en la objetividad y la neutralidad como valor fundamental del periodismo; valores de los cuales Verón descree.
En este contexto actual de tensión entre los medios y actores con un discurso fuertemente político, Verón argumenta que los medios terminan siendo víctimas de una "trampa epistemológica", ya que esa pretensión de objetividad los mantiene en desventaja frente a aquellos discursos pasionales de postura más política. Ante esta situación, dirá el autor, es necesaria una nueva revolución en los papeles de noticias. Este final plantea un gran desafío para los medios.
-Su libro está atravesado por un concepto clave, que es la cuestión del tiempo en relación con la escritura. ¿Cuál es la relación que tiene usted con la escritura?
-La relación que cada uno tiene con la escritura es un tema muy complicado. Yo tengo con la escritura una relación que no es demasiado académica, sino que lo es por momentos. ¿Qué sentido tiene para un académico intervenir en una producción discursiva periodística generalista? ¿Tiene significación política o no la tiene? Si yo tengo una cierta opinión sobre el funcionamiento de los medios en tal o cual circunstancia, ¿qué significa que yo se la trate de contar a no sé quién, porque no sé quién me lee, al lector de tal diario? Ese es el tema del libro, pero yo no tengo una respuesta a ese problema. Eso siempre significa un tipo de relación con algún sistema de valores. Además, este libro me permitió experimentar directamente cómo se articulan los tiempos individuales y los tiempos de los sistemas sociales, una cuestión fundamental de la mediatización, ya que estos textos fueron producidos y circularon fuera del campo académico, y ahora hacen otro circuito y van al campo académico.
-¿Y cómo se van modificando estas configuraciones espacio-temporales de sentido cuando son traspuestas de un medio de comunicación a un medio académico?
-Esa relación me interesa. Es una especie de trayectoria complicada porque el destinatario en un diario puede ser más o menos preciso según el tipo de diario, pero en un diario generalista, como Perfil, uno no sabe muy bien quién va a leerlo. Y esa es una situación que me gusta. Ahora, al ponerlas en libro, hay un público académico que se conecta con eso, pero no necesariamente sólo académico. Yo no tengo ninguna teoría sobre la cuestión, pero este libro me sirvió para experimentar ese tema, porque cada vez que uno escribe algo sobre la actualidad y moviliza consciente o inconscientemente los conceptos que usa, ahí hay un tema importante sobre qué claridad tengo que tener o no, si un concepto debe ser explicado o no. Ese es un tema que tiene que ver con la relación de la escritura con su destinatario, en relación con una situación o coyuntura determinada.
-Y una vez que estos discursos mediáticos son puestos en libro, ¿se pierde esta mediatización original?
-No. Por un lado, hay una especie de proceso de transferencia, al pasar de un soporte a otro. Y también hay un fenómeno que a mí me pareció interesante, que es el proceso de acumulación. Uno, cuando está haciendo una columna cada 15 días no lo ve. El primer sorprendido era yo cuando puse las 80 y pico columnas juntas una detrás de otra. Eso dio lugar a un fenómeno que no existía antes, que ya no tiene que ver con la lectura del diario. Ahí hay un fenómeno nuevo, que es conceptualmente importante en términos de lógica a través del tiempo, ya que yo estoy diciendo hoy algo que contradice lo que dije el año pasado.
-¿Cómo se le ocurrió poner todas las columnas juntas en un libro? ¿Fue producto del mismo ejercicio como columnista o ya tenía esta idea cuando comenzó a escribir las columnas?
-Yo tengo la sensación de que de una manera bastante inconsciente la intención estaba presente desde el principio. La única prueba que tengo es que cuando yo acordé mi contrato con el diario Perfil, puse como una de las condiciones poder publicarlas después con forma de libro, pero no sabía que en verdad iba a hacerlo.
-Al leer el libro se ven ciertos acontecimientos en retrospectiva, y esto produce un encuentro de la propia subjetividad con una subjetividad pasada, y a la vez con la suya como autor de las columnas en ese entonces y del libro ahora...
-Lo que decís lleva a una cuestión fundamental que es la persistencia de la identidad del actor en el tiempo. Pero ahí no hay reconstrucción, sino más bien acumulación, porque como eso fue hecho en tiempo real, yo no estoy reconstruyendo nada. Lo textos están ahí tal como fueron escritos, y ahora yo lo veo con dos años de distancia y pienso "¿cómo se me ocurrió decir esto?" ¡Qué se yo! Es la cuestión de la distancia y de la evolución temporal de la propia persona.
-Igual yo decía que desde las condiciones de recepción, hay reconstrucción, y desde las condiciones de producción, hay acumulación...
-Sí, claro. Poner las columnas en libro es hacer una operación que fue nueva para mí y va a ser nueva para los lectores de las columnas. Y todo eso es mediatización, en distintos niveles.
-Estas columnas cubren una parte de la primera presidencia de Cristina. ¿Cómo ve hoy todas las cuestiones políticas sobre los medios a las que hace referencia en el libro?
-Visto a posteriori, yo creo que en términos de la cuestión central de la relación política-medios, hay dos kirchnerismos, porque Néstor no tenía ninguna teoría particular sobre los medios, al menos no en un primer momento. Después apareció el conflicto político, pero yo creo que no era un tema que le interesara, porque no tuvo ninguna estrategia al respecto. Y después eso cambió radicalmente a partir del cristinismo. Comenzó a haber una hipótesis muy específica acerca de lo que son los medios, cómo hay que usarlos y qué importancia relativa tienen. Entonces, ahí hay situaciones muy diferentes.
-En el libro plantea que, en estas circunstancias, elegir como enemigo a los medios es lo más eficaz para la política. ¿Cómo se ve esto desde la caracterización neo-populista que le adjudica al gobierno?
-Si uno decide que se puede caracterizar el neo-populismo como la búsqueda de un contacto directo con el pueblo, el obstáculo inmediato son los medios. Entonces hay que desembarazarse de eso que está en el medio para entrar en una relación directa.
-El final del libro invita a un desafío para los medios. ¿De qué forma deberían modificarse para no llegar a 2050 de la manera esbozada en la última columna?
-Ese capítulo final es sobre el género específico de los newspapers. Creo que es necesaria una reapropiación de la política por los medios informativos en otro plano distinto que el que tuvo históricamente, como panfleto. Esto es válido tanto para los papeles de noticias como para los nuevos medios que circulan en la Red. Yo lo veo por ese lado, que no implica plantarse desde un terreno de objetividad, sino generar un espacio polifónico.
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