"Los telos son como una Disneylandia para adultos"
El periodista traza un panorama histórico desde los primeros albergues, que aparecieron en 1930, hasta hoy.

El autor concibe el telo como un espacio emblemático que reflejó –y sigue haciéndolo todavía hoy– los avatares sociales y culturales de cada momento histórico. De ahí que, para armar el mapa de nuestra sexualidad, el autor rastree y analice los cambios sucesivos en la reglamentación, las formas de denominarlos, las campañas estatales de moralización, los debates parlamentarios y las modificaciones en la legislación.
–¿Cómo surgió la idea de escribir este libro?
–La historia de los telos en la Ciudad de Buenos Aires, desde sus inicios en 1930, nace como mi tesis de Licenciatura, el foco de ella fue sobre los telos en los años '60 que es cuando se consolida. Le bajamos el tono académico y le ampliamos el recorrido.
–¿Por qué la idea de reconstruir la idiosincrasia porteña a través del telo?
–Hay textos donde analiza las relaciones de pareja, a través de una revolución sexual discreta en Buenos Aires. En Estados Unidos hay estudios donde se ve cómo la juventud norteamericana se inicia sexualmente en los campus norteamericanos. Ocurrió entre esa cultura del autocine y el campus. Si te ponés a pensar. es lógico que acá en Buenos Aires pase eso porque no tenemos la cultura del campus. No hubo cultura de autocine, de campus, pero lo más cercano es la experiencia de Villa Cariño en los años '60 porque era un lugar alternativo a los telos. A mediados de los '60 empiezan a aparecer los telos bajo el modelo norteamericano, lo que en el rubro se llama como "cochera privada". A lo largo de los capítulos se van desarrollando los distintos puntos de inflexión.
–¿Qué relación guardan, entonces, con la cultura porteña?
–El telo surge como el reflejo de un espacio muy especial. Hay distintos puntos. El telo surge en una etapa de regímenes autoritarios entre 1930 Y 1983. Nace en una sociedad donde las democracias son muy débiles y el telo era como un espacio de libertad para los porteños. El telo es un fenómeno del surgimiento de las masas. Responde a una necesidad. Buscan un lugar digno donde concretar sus relaciones sexuales. Sectores medios y populares pueden coger en un lugar digno, cuando esa época era difícil. Estaba la cultura del descampado, del zaguán, porque para tener auto había que tener mucha guita. Con una clase media que tenía buen dinero en el bolsillo, gracias al peronismo y al modelo de sustitución de importancias. Sectores populares con guita y una clase media y juventud con mucho interés en las vanguardias.
–¿Muy promiscuo el ambiente?
–No es que estaban todos en bolas y cogiendo todos con todos, es una revolución sexual discreta que pasa entre las sabanas de un telo. Es un lugar para ir a tener relaciones sexuales. Hacia mediados de los '60 se da eso de que irrumpe en escena un actor fundamental que es la juventud. Esta acompañado todo con una legislación. Dentro del código urbano, se podía construir, antes era viejas casonas devenidas en telos. En 1960 con la ley, cambio la normativa. El telo es distinto a un hotel común, porque guarda más la intimidad. El telo daba mucho margen de ganancia.
–¿Qué diferencia hay en cuanto al imaginario colectivo? ¿Está decayendo el fervor por el telo?
–Hay una revalorización del telo bastante grande. Si escuchás a cualquier sexólogo o terapeuta sexual le recomienda a las parejas la visita a un telo. Lejos está de ser un espacio en decadencia, hay telos con un nivel de primerísima calidad. Hay cuatro o cinco que te ofrecen un mismo servicio que el hotel cinco estrellas. Hay hoteles de muchísima calidad y hoteluchos con otro tipo de clientela. Es como las parrillas o los restaurantes.
–¿No cambió en nada con el paso de las generaciones?
–Mi generación en los '90 no vivió tanto la cultura del telo porque nos movíamos en círculos con padres más permisivos. Hay varias generaciones de porteños que no necesitan del telo.
–¿Cuál fue tu estudio de campo para el trabajo? ¿Necesitaste conocer todos estos albergues?
–El problema es que a mí, salvo algunos puntuales, los telos de los que yo necesitaba hablar ya no existen. Los lirios como tal ya no existe. Es una reversión. Más que conocerlo me interesaba hablar con aquellos que conocían la historia de Los Lirios. A partir de los testimonios puedo reconstruir el relato histórico. La industria del telo exige una constante renovación. Tienen 24 habitaciones, pero en funcionamiento 16 porque las otras 8 las estás remodelando. Cuando terminan esas 8, entrar a remodelar otras ocho. Están en continuo cambio. Los tipos saben que siempre se tienen que aggiornar.
–¿Cuánto nos pintan a los porteños?
–Bastante. Primero porque pensamos que los telos son un invento de Buenos Aires y eso es mentira. Hay un montón de ciudades que tienen telos. Los de Tokyo hasta tienen esa cosa temática como la habitación de Hello Kitty, con una cultura del telo muy arraigada. En toda América Latina como Rio o Chile tienen muchos telos, igual que Uruguay o el DF. En principio no es un invento argentino. La mayoría de los que lo impulsaron son gallegos.
–¿A qué conclusiones llegaste con el libro?
–A la importancia del telo en los sectores medios y populares de la sociedad. Antes los lugares dignos eran para los tipos pudientes, que tenían su lugar reservado para llevar sus relaciones extramatrimoniales. Los telos son una especie de Disneylandia para los adultos. Esta idea de que el telo va concretando distinta fantasías sexuales de los porteños La baticueva, el aula, una habitación con reminicencias de la mil y una noche habla de cuáles son las fantasías. Los telos estaban desperdigados, los encontrabas en todos los barrios de Buenos Aires. Pocas zonas de la capital no tienen telos.
–¿Cuál es la intención principal de este libro?
–La intención es tratar de reconstruir una historia que nos toca a todos de cerca. A partir de ahí fue rastrear, interpretar. Quedarme en el anecdotario no hubiera explicado todo el folklore de los telos. Casi todos los porteños alguna vez fuimos a un telo.
–¿Cuánto hay de masculinidad en esto?
–Los últimos telos, de los años '80 para acá, han buscado a diseñadoras o arquitectas mujeres para que le impriman al telo otro perfil. Hay un nuevo paradigma que es el telo que no huele, se asemeja ni se parece a un telo. El hotel General Paz es muy caro, muy ABC1. Es un hotel que desde la fachada no parece un telo, fue locación para muchas producciones televisivas que quieren el estilo "loft moderno".
A la larga, el telo se impuso porque supo encontrar el punto justo a lo que querían las mujeres porque en definitiva eran ellas las que definían si el lugar les gustaba o no. «
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