domingo, 9 de diciembre de 2012

El perfil

Javier Grosman, un régisseur en misión oficial: montar la escenografía de la felicidad K

Responsable artístico de los festejos del Bicentenario y el armado de Tecnópolis, tiene acceso directo a la Presidenta y una caja generosa
Por Adriana Balaguer | Para LA NACION
Puede jactarse de ser el gran escenógrafo oficial. De haber teñido con glamour estético al kirchnerismo. Y de haber sido aplaudido de pie por la propia Presidenta. Fue el alma mater de los festejos por el Bicentenario, pero también el que le dio vida a Tecnópolis y a cada uno de los grandes actos del gobierno nacional, como el que hoy congregará en Plaza de Mayo al cristinismo en pleno. O como el que montó, con la habilidad y precisión de un relojero, a partir de las largas horas en que la Argentina veló a Néstor Kirchner.
Javier Grosman, 59 años -"el Gordo", como lo llaman muchos a pesar de sus menús light y su afición a la comida vegetariana- es desde la formalidad el responsable de la Unidad Ejecutora Bicentenario, pero en los hechos es el régisseur de la felicidad K. El que sabe plantar el show político como ninguno. Para él no hay límites presupuestarios. Para él, a diferencia de lo que les sucede a algunos miembros del gabinete nacional, el despacho presidencial siempre tiene la puerta abierta. Es que no sólo es un hombre ejecutivo y de bajísimo perfil. Como si fuera poco, igual que El, es fanático de Racing.
Su nombre es reconocido en el mundo del espectáculo y la cultura desde mucho antes de 2003, cuando el ex secretario de Medios José "Pepe" Albistur lo acercó a los Kirchner para organizar la agenda de campaña en la calle. Junto a Graciela Casabé -su mujer, la madre de sus dos hijos y la creadora, entre otros eventos del Festival Internacional de Buenos Aires- había armado Babilonia, centro cultural emblemático de los 90, al que muchos llaman "el Konex de la prehistoria", y por el que desfilaron grandes figuras de la música nacional que hoy lo veneran por ser parte de sus orígenes (el grupo de rock Los Piojos, por ejemplo, lo menciona en una de sus canciones).
Gracias a la experiencia Babilonia, Graciela Fernández Meijide lo convocó en 1995 para manejar su campaña a senadora nacional por el Frepaso, elección que ganó con más del 40 por ciento de los votos, lo que lo convirtió en uno de los artífices del triunfo. "Estaba en todo. Era una topadora de laburo", recuerda el ex senador frepasista Pedro Del Piero.
Con Aníbal Ibarra vicepresidente de la Legislatura de la flamante Ciudad Autónoma de Buenos Aires, Grosman pasó a ocupar el despacho de director de Prensa y Difusión del cuerpo. "Venía a la sala de periodistas y se sentaba en una especie de trono que había sobre una tarima y desde ahí respondía las preguntas", rememora alguien que lo vio en vivo y en directo escenificar sus conferencias de prensa. Otros lo reivindican por haber montado en el edificio legislativo, casi como un adelantado para su época, una isla de edición y un canal de TV para filmar las sesiones y armar compilados para radios y emisoras de televisión.
Más allá de su flamante rol político, el tiempo le alcanzaba para despuntar un vicio: la radio. Junto a Gustavo López, hoy subsecretario general de la Presidencia, y el humorista Conrado Geiger, hacían en Radio Ciudad el programa "La Banca 61", por el que llegó a pasar incluso la periodista Cecilia Laratro, conductora desde 2006 de Visión 7, el noticiero del canal estatal.
La llegada al gobierno porteño fue un desenlace obvio tras haber forjado la campaña que le permitió a Ibarra conquistar la jefatura. También parecía obvio su desembarco en la Secretaría de Cultura de la Ciudad, pero la política fue más fuerte e Ibarra puso en ese puesto a Jorge Telerman. A él le quedó la subsecretaría de Acción Cultural. "Grosman nunca movió un dedo para la secretaría y ni bien pudo se cortó solo. Se arrimó a Cecilia Felgueras [sobreviviente de la gestión radical] y consiguió que le entregaran dos millones de dólares para armar el primer festival de verano. Pero su producción fue tan poco transparente que terminó siendo su carta de defunción en el gobierno", explica un reconocido asesor político que conoció de cerca esa etapa de su trayectoria.

Saltar el charco

Años más tarde, su pasado ibarrista no fue un escollo para acercarse al kirchnerismo. Hasta podía ser visto como una muestra más de la transversalidad K. Por intermedio de su aún hoy mano derecha, Willy Moranchel, colaboró en la campaña presidencial de 2003 y, en forma más abierta, la contienda electoral de 2007. Lo suyo siempre fue lo mismo: montar actos donde lo mandaran y hacerse cargo de que todo funcionara perfecto a la hora del vivo.
Ya en vísperas del Bicentenario, cuando el armado de los festejos oficiales hacia agua en manos del secretario de Cultura, Jorge Coscia, y el titular de los medios públicos, Tristán Bauer, Grosman fue rescatado por el secretario general de la Presidencia, Oscar Parrilli. La urgencia de su designación quedó en evidencia con la firma de un decreto por el que se lo nombraba al frente de la Unidad Ejecutora Bicentenario de la Revolución de Mayo, el mismísimo 30 de diciembre de 2009.
Finalmente, la fiesta popular fue un éxito de concurrencia, aunque también quedará en la historia por su originalidad (Fuerza Bruta dirigida por su amigo Diqui James cruzando el cielo de la noche porteña) y por la inversión: 40 millones de pesos. Cristina estaba exultante y Grosman era el dueño de los laureles.
El éxito de su trabajo incluso cruzó fronteras. Con motivo del bicentenario de Venezuela, el mismísimo Hugo Chávez lo convocó para que le "armara algo parecido" a lo que había realizado en la Argentina. Pero él dijo "no". La excusa fue el poco tiempo de que disponía, pero quienes lo conocen dicen que decidió no subirse para no poner celosa a Cristina.
Por todo esto, razones había de sobra para que a nadie le llamara la atención que se lo convocara a pensar y dirigir la transmisión de la despedida de los restos del ex presidente. Fue su talento el que consiguió inmortalizar ese momento histórico, disponiendo que las cámaras sólo se fijaran en el féretro cerrado de Néstor Kirchner yaciendo sobre una alfombra circular en torno a la que lloraban muchos argentinos y su viuda, la jefa del Estado. Una vez más, y sin quererlo, para los contemporáneos y para la posteridad, Grosman había vuelto a ser el gran escenógrafo oficial.
Pero el devenir de la vida quiso que hubiera nuevos eventos festivos que producir. Y así volvió a vérselo menos por su porteño barrio de Flores o haciendo compras en el Mercado del Progreso en Caballito. La nueva misión fue Tecnópolis, el megaevento de la década. "Cuando surgió la posibilidad de realizar esta feria, la idea era que fuera en la ciudad de Buenos Aires pero Macri, de un día para el otro, nos pinchó el globo. Entonces él se subió a un helicóptero de Gendarmería y salió a ver desde el aire en qué terrenos militares podíamos montarlo", recuerda un colaborador al que le cuesta seguirle el ritmo. "Lo suyo es full life , vive recorriendo el predio en cuatriciclo, con tres handies encima...es imposible estar a su altura", subraya. Otro testimonio, pero de un ex empleado, coincide en destacar su dinamismo, pero también que a veces "es un poco cascarrabias". A pesar de todo "no se puede negar que es profundamente ejecutivo y tiene cero perfil de funcionario".
¿Cuánto de la mística kirchnerista le debe el Gobierno a Grosman? ¿Cuánto del relato oficialista sería posible sin sus dotes de productor artístico? Por ahora, y mientras su musa inspiradora siga tentándose con las tablas, su trabajo está asegurado.

quién es

Nombre y apellido: Javier Grosman
Edad:59 años
  • El padre de Babilonia
    Junto a su mujer y la madre de sus dos hijos, creó Babilonia, un centro cultural emblemático de la década del noventa.
  • Espectáculo y política
    Previo a su consagración tras el armado de los festejos del Bicentenario, había colaborado en varias campañas electorales. También fue funcionario de la Ciudad en tiempos de Ibarra.
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