sábado, 22 de octubre de 2011

Ricardo Piglia

“La literatura es una sociedad sin Estado: no hay jerarquías”

Publicado el 22 de Octubre de 2011

En el marco de la muestra “200 años, 200 libros” organizada por el Centro Cultural de la Memoria Haroldo Conti y la Biblioteca Nacional, el autor de Respiración artificial hizo un recorrido por dos siglos de producción literaria del país.
En el Centro Cultural de la Memoria Haroldo Conti, el jueves quedó oficialmente abierta al público la muestra “200 años, 200 libros. Recorridos por la cultura argentina”, aunque ya estaba abierta desde el 6 de octubre. Ricardo Piglia pronunció la conferencia inaugural. En su alocución, el novelista y crítico argentino recorrió dos siglos de literatura nacional, en tándem con la exposición que propone 200 libros de escritores argentinos, desplegados en una escenografía de estaciones, líneas y ramales ferroviarios. Cada ramal tiene el nombre de un escritor: Piglia, David Viñas, Ezequiel Martínez Estrada, Jorge Luis Borges, Raúl Scalabrini Ortiz, Rodolfo Walsh y Néstor Perlongher. Y hay un río que atraviesa los ramales, el río Haroldo Conti. La muestra fue organizada por el Centro Conti y por la Biblioteca Nacional, quienes convocaron a veintitrés intelectuales, escritores y artistas para que elijan los libros. Entre los electores se contaron figuras como Noé Jitrik, Eduardo Rinesi, Beatriz Sarlo, Alberto Szpunberg, Alan Pauls, Griselda Gambaro, Arturo Carrera, Angela Di Tullio, José Pablo Feinmann y Germán García. En palabras de Matías Cerezo, a cargo de la organización en el Centro Conti, se optó por la “diversidad”. O, en la expresión, de Eduardo Jozami, director del Conti, “primó la pluralidad a la hora de elegir a quienes iban a elegir los libros, de modo de repartir las responsabilidades. La metáfora ferroviaria no es caprichosa. Para bien o para mal, los ferrocarriles estructuraron el país y ese debate sigue siendo actual.”
Apenas entró Ricardo Piglia al Centro Conti, Tiempo Argentino dialogó con él. El único autor vivo elegido para nombre de línea ferroviaria anticipó de qué iba a hablar en su conferencia: “Serán algunas situaciones de la literatura argentina que abren constelaciones de problemas. Serán cinco escenas, en distintas momentos de estos dos siglos. La primera es de 1856, y de allí en adelante, hasta avanzar el siglo XX. Todo lo que sea creación de espacios para discutir es bienvenido. Veo que la exposición está pensada de manera dinámica, tiene que ver con conexiones, un poco como en el mundo que vivimos, con circulaciones múltiples.” Finalmente, la falta de tiempo obligó a Piglia a quitar una escena. Arrancó así su charla, luego de los agradecimientos: “Quiero decirles que mi abuelo paterno fue jefe de estación en un pueblito perdido de la La Pampa que se llamaba Martín Fierro. Cuando mi abuelo se hizo cargo, ni siquiera se había fundado el pueblo. Era clásica la conexión entre el ferrocarril y la fundación de los pueblos. Debemos decir que los ferrocarriles tienen una presencia muy fuerte en la ficción. La novela de Cambaceres En la sangre narra su escena central en un viaje en tren, donde se producen encuentros inesperados a partir de conversaciones azarosas. Fue en un vagón de tren donde se suicida Erdosain, acaso el personaje más entrañable de la literatura argentina, el protagonista de Los siete locos.”
Piglia aclaró que no estaba de acuerdo con la idea de canon: “La literatura no se organiza jerárquicamente. La literatura es una sociedad sin Estado. Cualquier intento de fijar la fluidez de la cultura, será rápidamente desmentida en la experiencia. Por eso quería sencillamente recordar con ustedes algunas situaciones, algunas escenas, que yo las llamaré escenas de la literatura argentina. Esta idea, me parece, nos permitiría abrir hacia constelaciones de sentidos. Pensar en situaciones singulares, entonces, es lo que haré con ustedes en esta ocasión. Una primera escena, en el sentido cronológico, es de 1856. En junio de ese año, aparecen carteles en la ciudad anunciando que hay un luchador norteamericano que se llama Mister Charles. Es presentado como el hombre más fuerte del mundo y que acepta a cualquier rival de Buenos Aires. El 22 de junio, en los periódicos, sacan la lista de los posibles rivales. No son identificados por los apellidos sino por la nacionalidad: hay tres argentinos, tres italianos, dos vascos, un oriental (es uruguayo), un francés y un hombre de nacionalidad desconocida (serbio-croata, ruso, seguramente el que menos se podía hacer entender en español). Me interesa esta escena porque muestra la prehistoria de la inmigración en la Argentina.” En el jurado de la pelea está el jefe de policía, está Sarmiento y está el señor Martínez de Hoz, el primer presidente de la Sociedad Rural. “Rosas había caído cuatro años antes. Buenos Aires se ha separado de la Confederación. Veamos por un lado la composición del jurado. Eso nos permite ver la sociabilidad de estos notables, pero también está el hecho de que fueron a ver la pelea 2000 personas y allí no hubo ninguna mujer.” Piglia cuenta que en esa pelea, entre el público, estaba José Mármol, el autor de Amalia, que es senador en ese momento, y también estaba Lucio V. Mansilla, quien bate a duelo a Mármol.
Así, en ese tono, siguieron las tres escenas siguientes, escenas cotidianas donde la política, la cultura y la literatura se cruzan, y multiplican sus efectos. Piglia narró una escena sobre Eduardo Wilde, quien en el año 1889, en uno de sus viajes a Estados Unidos visita una exposición sobre Edison y encuentra un instrumento de grabación: era el primer grabador de la Historia. También contó las experiencias que Macedonio Fernández tuvo con la radio. Y, por último narró en una escena la vida cotidiana de Witold Grombowicz, quien compartía cuarto con tres personas. Cada escena abre una constelación de problemas o, para decirlo en términos ferroviarios, es el centro de diferentes ramales. <

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