jueves, 20 de octubre de 2011

La política viste a la moda: Lilita Carrio

Luego de su resultado catástrofe de las primarias, nuestro experto en sociología de la moda plantea la relación entre el outfit y una carrera errática

Luego de su resultado catástrofe de las primarias, nuestro  experto en sociología de la moda plantea la relación entre el outfit y una carrera errática


Por Diego Vecino
@contrarreforma


Lilita Carrio, nacida Elisa María Avelina Carrió, es una de las figuras políticas más erráticas del escenario nacional: de los 23 puntos de 2007 se deslizó en caída libre al penoso 3,30 por ciento de las recientes internas abiertas, resultado que la obligó a hacer un mea culpa como buena cristiana ( "Soy la razón de la derrota" ).

Su biografía, extensa y notoria, tiene un pico de popularidad durante la crisis del menemismo, el gobierno de la Alianza y 2001, cuando el espíritu de hastío colectivo y derrumbe social fogoneó su rol de custodia de los otrora tibios valores de la honestidad, la decencia y la administración.

Los contornos complejos de su posición pública, a la vez, refuerzan este rasgo institucionalista puro con una clara vocación profética que pegó bastante en momentos de la historia argentina que tenían mucho sabor a fin del mundo y Apocalipsis. En efecto, Lilita es una chaqueña compleja, por momentos lúcida y por momentos totalmente perdida en el triángulo de las Bermudas que forman la Biblia, el hedonismo y su incapacidad de construir partidos sin fracturarlos.

También es un maravilloso caso de estudio para abordar el objeto de esta tradicionalísima columna, esto es, la relación no siempre existente -pero en este caso sí- entre una personalidad política y un guardarropas. Porque, sin lugar a dudas, el vestuario de Lilita es un compilado de prendas salidas de outfits que no tienen nada que ver entre sí, un pastiche de elementos que no siempre armonizan, un collage, en suma, un happening que llama a recordar el situacionismo francés o el punk inglés, entre otras expresiones artísticas típicas del poscapitalismo de servicios.


Luego de su resultado catástrofe de las primarias, nuestro  experto en sociología de la moda plantea la relación entre el outfit y una carrera errática
Pelo
Como ya mencionamos en otras oportunidades, el pelo es la punta del iceberg. En el caso de Carrió, tenemos un platinado sin volumen y llovido, medio descuidado, que ayuda a enfatizar los aros ochentosos y que pega de manera controversial con el tostado rústico y semiartificial de la piel. Si a esta combineta le agregamos el labial rojo supernova, lo que tenemos es un maridaje dudoso aunque, esto sí hay que decirlo, muy urbano, que en el ámbito político es óptimo a la hora de establecer alianzas estratégicas con el sector agropecuario y producir contrastes.

Capa
La capa es también un distintivo personal de Carrió que ha marcado tendencia en los últimos años entre las señoras de alto poder adquisitivo. Podríamos definir el look, a riesgos de ser horribles personas, como un "carpa-chic", que se completa con la pañoleta o chalina blanca y negra al viento como único elemento de color que, suponemos, intenta neutralizar con pobre éxito la línea platinado-zanahoria que domina el rostro.

Cartera
En la cartera se cae todo el mito de la oposición a Cristina porque, si se fijan bien, es una, oh sí, Louis Vuitton. ¿No era un símbolo innecesario de riqueza? ¿Por qué nadie habla de la cartera Louis Vuitton de Elisa Carrió? Bueno, una respuesta posible a esta última pregunta es que Carrió, a diferencia de Cristina, la acompaña de un atuendo desparejo e inconsistente que la hace pasar absolutamene inadvertida.

Calzas
Bueno, llegamos al tercer momento polémico: las calzas, que a pesar de que están muy de moda en la franja etaria de los 18-25, no creemos que sean adecuadas para una persona que, practique la profesión que practique, busque verse elegante. Aun si engancháramos a la líder de la Coalición Cívica en un momento informal, de entrecasa un domingo, de más está decir que los aros, la chalina, la capa y las calzas no pueden ir juntas jamás, incluso en la colección homeless de Jacobim Mugatu

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