miércoles, 16 de enero de 2013


MEDIOS Y COMUNICACION

Arte y prácticas sociales

Andrés Dunayevich sostiene que es posible mirar cada proceso social como un hecho artístico y describe la experiencia de producción colectiva apoyado en la certeza de que la fuerza de un relato tiene poder de transformación de las experiencias sociales.

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Por Andrés Dunayevich *

El arte no es sólo para artistas, es para todo el mundo. Todos queremos ser artistas para sentirnos vivos, saber que hicimos algo en este paso por el mundo. Incitamos a que cada proceso social sea un hecho artístico colectivo en sí mismo. Un ejercicio de creatividad para la resolución de los conflictos sociales. Esa creatividad social que transforma los espacios comunes, el tiempo y que nos da la sensación de pasar a otra dimensión.

Ahora bien, la pregunta que nos hacemos es ¿cómo podemos competir con la adrenalina que produce la violencia urbana? El sentido de pertenencia de los grupos delictivos, la salida económica que conlleva ciertas prácticas ilegales o reacciones distintas ante la falta de equidad y justicia.

Justamente de eso se trata: de entender esos mismos mecanismos aglutinantes de la espiral de la violencia urbana para utilizarlos en sentido inverso creando y promoviendo el surgimiento de nuevas prácticas sociales. Prácticas que brinden, principalmente a los jóvenes, un sentido de pertenencia, un objetivo común. El estímulo de cambiar una realidad adversa, de transformar un problema en forma colectiva, junto con otros, y de ser reconocidos. En definitiva, será el héroe colectivo (el de El Eternauta) el que logre transformar la realidad.

La comunicación es esencial para lograrlo: mirar y escuchar es parte de la propuesta. Desde la Asociación Civil El Agora intentamos usar el lenguaje audiovisual para transmitir las prácticas sociales.

El Agora, en su carácter de Nodo del Cono Sur del Foro Iberoamericano y del Caribe de Mejores Prácticas, selecciona, difunde y valida las iniciativas que han de ser presentadas desde Argentina, Uruguay, Paraguay y Chile al programa de Hábitat de Naciones Unidas.

Consideramos que el lenguaje audiovisual, además de contener elementos artísticos, permite comunicar experiencias que narran historias de lugares, gente, problemas y soluciones que por su riqueza y amplitud nos permiten reflexionar sobre transformación social.

De esta manera, la cámara interviene y si somos cuidadosos y respetuosos con la gente el documental se transforma en una práctica en sí misma. Un dispositivo participativo que permite que todos formen parte del audiovisual.

A su vez, intentamos que el resultado contribuya a revalorizar y potenciar lo que la comunidad está haciendo. Esperando que sean reconocidos y, así, lograr el respeto de la sociedad. No obstante, la forma en que se cuente esta historia es muy importante, porque se puede lograr el efecto contrario o bien el rechazo a la participación.

Es relevante enfatizar que en este tiempo la cultura urbana se encuentra atravesada –en gran parte– por lo audiovisual y muchas veces la difusión de estas prácticas se ven dificultadas por mecanismos vigentes en los medios de comunicación que, por la manera que tradicionalmente han asumido las noticias, centran su mirada en los aspectos negativos de la realidad, lo que los lleva a caer en lugares comunes como la queja y la denuncia sin propuestas, por un lado, o la victimización de la pobreza y el determinismo social, por otro.

Mejorar la comunicación de los proyectos sociales tiene que ver con la necesidad de romper el aislamiento y la fragmentación social.

En nuestros documentales no hay un líder, sino un articulador y muchos actores que forman parte de una historia, de un sistema que fluye, lazos que se fortalecen, aun sabiendo que en la repartición de poder puede que emerjan conflictos. En la búsqueda de la transformación siempre aparecen dos conflictos. El del problema a resolver y el propio conflicto de lo humano, de lo organizativo y los vínculos que se tejen cuando se trabaja en equipo.

Finalmente tomamos la frase de Néstor García Canclini: “... el objetivo final no es representar la voz de los silenciados sino entender y nombrar los lugares desde donde sus demandas o su vida cotidiana entran en conflicto con los otros”. No porque no nos interese visibilizar otras realidades que se encuentran ocultas. Sino porque desde El Agora nos interesa mostrar mediante la fuerza de un relato, el poder de transformación social de las experiencias sociales. Porque los seres humanos aprendemos mejor de historias. Como las historias que nos contaban de chicos, que siempre contenían una fábula de la cual aprender.

* Licenciado en Comunicación. Productor periodístico y audiovisual. Coordinador del área de comunicación de la Asociación Civil El Agora.

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MEDIOS Y COMUNICACION

La imagen del fútbol no es neutral

Diego Ezequiel Litvinoff asegura que la imagen del fútbol no es neutral y propone un balance de conquistas y deudas para la consolidación de una imagen subjetiva en Fútbol para Todos.

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Por Diego Ezequiel Litvinoff *

La implementación del programa Fútbol para Todos puso en evidencia, de manera inmediata, el carácter político de la producción y circulación de las imágenes, aun de aquellas de carácter deportivo. La propiedad privada de la transmisión de los partidos llevó a que su valorización se concretara mediante un proceso de exclusión, como las enclousure acts valorizaron la propiedad de los terratenientes ingleses, en los orígenes del capitalismo. Restringiendo la posibilidad de mostrarlas por fuera de los canales a los que les pertenecían, se impuso la lógica del mercado, según la cual “lo más democrático”, como afirmó un empresario, “es que el que quiera ver, que lo pague”, o lo que es lo mismo, el que pueda pagarlo, que lo vea.

Fútbol para Todos no implicó solamente un cambio de manos, sino que significó el pasaje de su estado privado a un estado público, otorgándole a la imagen del fútbol, como fenómeno cultural argentino, la dimensión de un derecho y no de un bien restringido. No obstante, la significativa transformación en cuanto a la posesión y circulación de las imágenes no redundó automáticamente en una modificación de su contenido. No fue sino hasta algunos años después que se pudieron observar las primeras modificaciones importantes.

La primera de ellas es la posibilidad de medir el tiempo de juego real. Lo interesante de este dato es que puso de manifiesto un problema característico del fútbol argentino, comparado con otros campeonatos de primer nivel en el mundo, al evidenciar la cantidad de tiempo que se detiene un partido por las faltas cometidas, las lesiones reales o ficticias y la espera hasta reiniciar las jugadas. Este dato aportado por la transmisión pública exige a las autoridades de la AFA elaborar mecanismos para agilizar el juego.

Un segundo dato relevante que se incorporó es el porcentaje de posesión de la pelota por equipo, que permite incrementar los elementos considerados para entender el desarrollo de los partidos. Al relacionarlo con las jugadas de peligro y los goles, se puede comprender mejor por qué gana un equipo o el otro, identificando dónde se encuentran las falencias. Del mismo modo, ese dato de la posesión sería enriquecido de ser acompañado por el lugar de la cancha en que se produce: si en campo propio o rival.

Otro valioso aporte incorporado a la televisación pública de los partidos es un recurso tecnológico que permite detener las jugadas clave del juego, para ser analizadas desde distintos ángulos. De esa manera, siguiendo el recorrido de los jugadores, por medio de líneas y luces que indican el campo de visión, es posible, a través de la imagen, entender la complejidad de aquellas jugadas que determinan los partidos. Así, además de una mayor comprensión del desarrollo del juego, por medio del porcentaje de posesión, se accede de manera precisa a la dimensión del acontecimiento, que en este deporte es fundamental.

Estos avances en cuanto al enriquecimiento del contenido de las imágenes, sin embargo, siguen acompañados de algunas características que constituyen lo peor de la herencia del pasado reciente de la televisación del fútbol. Entre ellas, merece ser destacada la fuerte tendencia a la repetición de lo más desagradable. Resulta curioso que las patadas más indignas suelen ser repetidas, durante el partido, una cantidad de veces mayor a la de las imágenes más bellas que brinda el fútbol. Los 90 minutos en los que el espectador mira el partido serían enriquecidos si se repitieran en mayor cuantía las jugadas bien elaboradas, aunque no terminasen en gol, o los buenos pases, aunque sean en la mitad de la cancha, y en menor cantidad los codazos y patadas.

La repetición de esas imágenes violentas no sólo se relaciona con el mercado mediático privado, en su tendencia a la exposición de lo desagradable, que atrae la atención del espectador morboso. Hay también una noción de la imagen-fiscal, considerada como aquella que, desde la neutralidad objetiva, puede evidenciar la corrupción del mundo del fútbol. Un tirón de camiseta, por ejemplo, desde un ángulo que no se ve, no es penal: es parte del fútbol.

La lucha contra la corrupción en el fútbol debe ir acompañada de la lucha contra la corrupción de las imágenes. Mientras acusaban a los árbitros y dirigentes, los dueños de las imágenes se robaban los goles. Hoy, que la transmisión del fútbol es pública, falta dar el último paso para saber que esas imágenes son subjetivas y que, por eso, deben embellecer este deporte.

* Sociólogo, investigador UBACyT.


 

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