domingo, 11 de noviembre de 2012

La pelea contra el Gran Hermano

Miradas al Sur. Domingo 11 de noviembre de 2012
La concentración de medios de comunicación en manos de las elites económicas y políticas impone serios condicionantes a la profundización de los procesos democráticos en América latina. Un repaso por la historia de algunos de los principales jugadores. Riesgos y desafíos.
La concentración de medios de comunicación en América latina en manos de las elites económicas y su impacto sobre la dinámica política de la región se constituyó en una problemática que ganó espacio durante los últimos años en el debate público. Fue con el surgimiento de liderazgos políticos como los encabezados por Néstor Kirchner en Argentina, Hugo Chávez en Venezuela y Lula da Silva en Brasil que la situación comenzó a ser observada como un desafío político, en la medida en que bloquea la consolidación de una democracia de mayor alcance.
En la práctica, los programas reformistas desarrollados por algunos gobiernos de la región dispararon una serie de embestidas mediáticas para impedir que las reformas modificaran el statu quo. A la par que los intereses cuestionados, se multiplicaron y se consolidó la emergencia de una comunidad de intereses entre los gobiernos de la región –el despliegue de la Unasur en detrimento de la OEA es un ejemplo en el plano político–, las estrategias desarrolladas por el capital concentrado activaron alianzas empresariales que trascendieron las fronteras de los Estados nacionales. Desbordadas las fronteras, la continentalización de la disputa política ya no se expresó sólo a través de la CNN.
Hoy, grupos como Clarín en la Argentina, Televisa en México y Rede Globo en Brasil se han sumado al juego de la política global. Algunos antes, otros después, todos sintonizaron la frecuencia del capital global que instaló una lógica que transformó al antiguo ciudadano–usuario de los medios en simples clientes. Aunque la expansión de los grupos regionales estuvo matizada por las particularidades de las coyunturas nacionales, la lógica que les permitió alcanzar dimensiones de conglomerados y constituirse en factores claves de poder reconoce un común denominador: el aprovechamiento de “ámbitos privilegiados de acumulación”.
El concepto –desarrollado por Ana Castellani y un grupo de investigadores en el libro Recursos públicos, intereses privados–, aunque orientado a explicar la dinámica de acumulación en la Argentina, constituye una herramienta conceptual que puede aplicarse a muchos países de la América latina y ayuda a poner en foco el proceso. Doctorada en la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Buenos Aires, Castellani subraya la importancia del vínculo entre el Estado y los empresarios.
“La forma particular que adquiere esta relación en cada lugar y momento histórico permite entender mejor las restricciones y/o posibilidades de desarrollo de una sociedad. Más aún, la propia intervención estatal es el producto de esa interacción compleja entre actores públicos y privados”, afirma Castellani. Se trataría, aunque la aproximación no sea completa, de bucear en la densa trama de relaciones –”prácticas de enraizamiento”, dice la autora– entre lo público y lo privado que permitió, en el caso del sector infocomunicacional, modelar un negocio dinámico, fuertemente concentrado, de altísima rentabilidad y muy intensivo en términos de capital.
Juego de alianzas. Si el proceso de concentración es más o menos conocido, menos difusión ha tenido la influencia que ejerció a nivel subcontinental el modelo de radiodifusión estadounidense a través de la Asociación Interamericana de Radiodifusión (AIR) y, en menor medida, por la vía de la Sociedad Interamericana de Prensa (SIP); dos foros empresariales que han presionado y presionan para impedir que ingresen nuevos actores sociales en un sector clave desde lo político.
Un ejemplo del poder de presión que desde estos espacios se suele poner en práctica es el apoyo que tanto la SIP como AIR dan al Grupo Clarín en su intento por resistir la ley de medios sancionada por el Congreso argentino. La norma, que pone límites al número de licencias en materia de radiodifusión, es resistida por el conglomerado mediante una estrategia que combina herramientas judiciales, alianzas políticas y campañas mediáticas. En este contexto, Héctor Magnetto –CEO del Grupo Clarín– fue designado “socio de honor” de la AIR; nombramiento que compartió con el directivo de medios venezolanos Marcel Granier (RCTV) durante una tenida en Montevideo.
No es extraño que AIR haya decidido designar socios honorarios Magnetto y Grainer. “El medio dominante –señala el periodista Modesto Guerrero con relación al sistema de medios venezolano– sigue siendo la televisión, pero la novedad es la modificación que ha vivido, y se explica por dos razones. Primero, la construcción del sistema estatal de televisión con cuatro canales que cuentan con reproductoras en el interior del país. Segundo, por la sensible pérdida del sector privado desde el 2007, cuando el Estado no le renovó la licencia a RTVC, el de mayor penetración hasta ese año, y fundador de la primera señal de televisión en Venezuela en 1952.”
La ley Televisa. Aunque los alineamientos no fueron automáticos ni las velocidades idénticas, en los países de América latina primó el modelo opuesto al servicio público que domina en Europa. Brasil y México ingresaron al mundo de la televisión en 1950, Argentina en el ’51 y Venezuela en el ’52. Luego de algunas idas y vueltas, la balanza terminó por inclinarse y la influencia de las grandes cadenas estadounidenses –CBS, NBC y ABC– se hizo sentir cada vez con más fuerza. Tras al Consenso de Washington, con la liberalización de los flujos financieros, la vinculación entre el sistema político, las clases dominantes y los propietarios de los medios se consolidó.
Un caso emblemático es el de Televisa, que forjó el modelo de la televisión en México. Su historia, incluso, se confunde con la historia de la televisión mexicana. La primera incursión del grupo fundado por Emilio Azcárraga se dio en el ámbito de la radio en 1930. Con su ingreso en el negocio de la televisión en 1950, su desarrollo se caracterizó por una amplia cobertura geográfica, la creación de filiales y un fuerte posicionamiento en las telecomunicaciones.
El poder acumulado se explica por la conjunción de sucesos y operaciones económico-políticas que devinieron en que muchos de sus ejecutivos se convirtieran en funcionarios del Partido Revolucionario Institucional. En la actualidad, el conglomerado posee el 68% de las concesiones de televisión abierta –unas 300 estaciones–, captura el 25% de la torta publicitaria pautada en los medios electrónicos del país y cuenta con cuatro canales que el Estado le cedió sin pago alguno hasta el 2021. También controla más del 50% del mercado de televisión paga.
Quienes tienen una visión crítica, señalan que la debilidad del Estado y la clase política frente al holding quedó en evidencia en la denominada Ley Televisa, nombre popular con que se conoce a una serie de modificaciones a la Ley Federal de Telecomunicaciones y a la Ley Federal de Radio y Televisión aprobadas por el Congreso en 2006 en un lapso de 7 minutos y sin lectura previa, y confirmada por el Senado durante el último año de la presidencia de Vicente Fox. La norma consagra la desregulación del espectro digital en favor del duopolio formado por Grupo Televisa y TV Azteca.
Detrás de citizen Kane. No muy diferente es el caso de Brasil, donde el sistema es dominado por unas pocas familias propietarias de diarios, revistas, canales de televisión abierta y empresas de televisión por cable. En ese escenario sobresale la familia Marinho, dueña de Rede Globo, que posee el 38,7% de la cuota de mercado.
En el caso de los Marinho, su desembarco en la televisión se concretó a mediados de la década del ’60 a través del diario O’Globo. “TV Globo prácticamente nació con la dictadura que se estableció en 1964 y a la que sirvió de apoyo para el proyecto militar de modernización conservadora. Por su parte, los militares no pusieron mayores obstáculos para que los acuerdos de Marinho con el grupo norteamericano Time-Life siguieran su curso pese a la prohibición de la participación de capital extranjero en radiodifusión. A partir del aporte de las inversiones norteamericanas, Rede Globo pudo desplazar a sus principales competidores, como Rede Tupi –que había iniciado las transmisiones en 1950–. Con el apoyo de los militares, Globo comenzó su expansión hasta alcanzar cobertura nacional y prácticamente acabar con la competencia”, destacan los investigadores de la Universidad de Buenos Aires Guillermo Mastrini y Martín Becerra.
El crecimiento, como en muchos otros casos, se realizó aprovechando las inversiones realizadas por el Estado para desarrollar las telecomunicaciones a través de la Empresa Brasileña de Telecomunicaciones (Embratel). En la actualidad, el grupo es el mayor proveedor de contenidos de Brasil, lo que le permite abastecer su red local de televisión por cable (Globocabo). En la práctica, la Rede Globo ejerce uno de los mayores monopolios en el área de telecomunicaciones del mundo. Su poder de fuego quedó en evidencia en la campaña presidencial del ’89, cuando mediante la edición del último debate contribuyó en forma decisiva al triunfo del liberal Fernando Collor de Mello sobre Lula da Silva.
Otro ejemplo del poder del conglomerado se registró en 1993, cuando Roberto Marinho consiguió retrasar durante un año la emisión en Brasil de un documental de Channel 4: Beyond Citizen Kane, que abordaba los aspectos más controvertidos de la formación y prácticas de la Rede Globo. Los negocios de la familia Marinho también incluyen estaciones de radio y una numerosa cantidad de revistas. En la prensa escrita compite con Roberto Civita, quien controla el Grupo Abril. Los Marinho y Civita, en conjunto, acaparan el 60% del mercado de las revistas en Brasil. Otras pocas familias participan en el mercado de diarios, como los Frias, dueños del influyente Folha de Sao Paulo, y los Mesquita, propietarios del periódico O’Estado de Sao Paulo, dos de los cinco diarios más grandes.
Algunas conclusiones. El panorama de los medios de América latina podría completarse con otro puñado de holdings que operan en condiciones monopólicas. El Grupo Cisneros, originario de Venezuela, es uno de ellos. En la práctica, la decisión de resistir que han demostrado estos grandes conglomerados regionales a las decisiones de los gobiernos para modificar las leyes de radiodifusión y permitir el ingreso de nuevos actores, como los representativos de organizaciones no gubernamentales, es un síntoma de lo estratégico del sector. “Los actores protagonistas del proceso de conformación de un mercado comercial son públicos y privados pero, como se ha señalado, superan los marcos tradicionalmente definidos por el modelo del Estado nación”, señalan Mastrini y Becerra.
De allí, que los desafíos que encaran los gobiernos reformistas de la región sean de carácter global. El dato no es menor. La confluencia de los grupos regionales como Globo, Televisa o Clarín con las grandes compañías trasnacionales –AT&T, Timer Warner, Sony News Corp o Viacom, entre otros pocos– se articula en un segundo nivel, donde aparecen otras corporaciones, en este caso afincadas en los centros industriales y financieros de Estados Unidos y Europa –CBS, Prisa, Comcast y Herst, por ejemplo–. Lo que está en juego es, nada más y nada menos, que la profundización de los procesos democráticos que, a nivel regional, tuvieron un punto de partida simbólico con al decisión de Argentina, Venezuela y Brasil de rechazar en 2005 la presión de Washington para conformar un área de libre comercio. Sin duda, el nuevo esquema de soberanía seguirá hallando resistencias, como queda a la vista en el caso del Grupo Clarín en la Argentina. El poder de los conglomerados se seguirá jugando en el campo de la mediación de la información; pero también en la capacidad que tienen para presionar sobre las instituciones por cuenta y orden de sus propios intereses; intereses que son, en muchos casos, paralelos a los intereses de compañías trasnacionales que actúan, también, en condiciones monopólicas en áreas estratégicas de las economías nacionales.

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