domingo, 18 de agosto de 2013

¿Sujetos con derecho al voto u objetos de la política?

Enfoques
Los chicos de entre 16 y 18 años que hoy pueden votar por primera vez tienen acceso a las urnas, pero poco entrenamiento para ejercerlo, mientras de las causas que los movilizan casi no se habla
Por   | LA NACION
Como si hubieran crecido a bordo de una montaña rusa, la vida de los chicos de 16 y 17 años que se preparan para votar hoy por primera vez atravesó todo tipo de vaivenes. Comenzaron a caminar justo cuando el modelo menemista daba sus últimos coletazos. Y aunque eran muy pequeños durante la crisis de 2001, es probable que esos meses marcados por una profunda crisis institucional hayan sellado el desencanto por la política en los hogares de muchos de ellos.
A pesar de todo esto, el kirchnerismo los considera hijos de la década ganada, como si su sola inclusión en el padrón electoral hubiera borrado de un plumazo el rechazo de la política que vivieron desde chicos.
El debate previo a la sanción de la ley que habilitó el voto optativo para los jóvenes de entre 16 y 18 años no estuvo exento de conflictos. Los que la respaldan sostienen que la sola ampliación de derechos juveniles representa un salto, un cambio de paradigma, que los posiciona de una manera más coherente con lo que los jóvenes representan hoy en día. Los escépticos, en cambio, temen que, al habilitarlos para votar, se los esté legitimando como objetos de la política, más que como sujetos políticos. Y que al sepultar la imagen estereotipada que supo ubicarlos a mitad de camino entre la dependencia adulta y la ciudadanía plena, se estén cristalizando otros estereotipos, como aquel que suele ver en ellos a una generación plenamente recuperada por la política.
Pero la estadística, en este punto, no es tan optimista. Los sondeos de opinión hablan de un colectivo juvenil comprometido con su espacio, preocupado por los flagelos de la droga y el alcohol, pero poco interesado en cuestiones de política partidaria. Según una encuesta reciente de Poliarquía, sólo el 35% de los adolescentes estaría interesado en votar a partir de los 16 y de acuerdo con un sondeo anterior, de TNS Gallup, al 74% no le interesa la política.
Mal que le pese a la Presidenta, que hace pocas semanas aseguró que "es la hora de los jóvenes", las instituciones que deberían darles algún tipo de cabida en este nuevo rol de sujetos políticos continúan con los relojes atrasados. Y las cifras antes expuestas también son reflejo de eso.
El modelo naturalmente jerárquico y asimétrico de la escuela tiene dificultades para hacer lugar a alguna forma de entrenamiento ciudadano, más allá de la inclusión en el currículum de contenidos formales. Y aunque la semana última se promulgó la ley que promueve y regula la creación de centros de estudiantes en las escuelas secundarias, no hay indicadores que puedan asegurar que sus resultados harán algún aporte en ese sentido.
Los partidos políticos, por su parte, todavía no logran armar propuestas puramente destinadas a los más jóvenes del padrón, excepto en casos concretos, como La Cámpora Secundarios, algunas iniciativas dentro de la Juventud Radical o la presencia de agrupaciones de izquierda en algunas escuelas.
De todas maneras, algunos especialistas en materia de juventud y política ponen especial cuidado en puntualizar que la política, entendida como la disputa partidaria para la toma de posiciones dentro del Estado, es apenas una cara del asunto si se lo piensa en sentido más amplio, es decir, como un proceso dinámico de construcción de ciudadanía y de compromiso con la comunidad y el entorno.
Y si abrimos el marco y examinamos el vínculo de los jóvenes con lo político, es evidente que la cuestión adquiere otro color. Para Sergio Balardini, experto en juventud de Flacso, "hay una nueva sensibilidad política entre ellos, aunque adquiere diferentes modalidades". De acuerdo con el especialista, en el extenso arco de prácticas y preocupaciones relacionadas con lo político, la militancia y la completa apatía son apenas los extremos. En el medio, caben la participación en los centros de estudiantes, en marchas, en cuestiones relacionadas con la ecología y el medio ambiente, así como la preocupación por conseguir el primer trabajo, por tener una mejor educación y hasta por evitar la violencia institucional, entre otras posibilidades.

Prejuicios adultos

Para otros especialistas, la dinámica de los vínculos intraescolares responde aún a la lógica burocrática de un sistema jerárquico-vertical. Así lo dicen, por ejemplo, la doctora en antropología Graciela Batallán y la licenciada en ciencias antropológicas Silvia Campanini en su estudio La participación política de niños y jóvenes-adolescentes. Contribución al debate sobre la democratización de la escuela , que analiza la experiencia y las reflexiones de niños, jóvenes y adolescentes escolarizados vinculadas con lo político.
"La protección escolar de la infancia frente a una exterioridad social a la que se cualificaba como inmersa en la contienda violenta y la explotación laboral condujo a enfatizar la asociación del poder con la dominación, la violencia y la coerción de fuertes sobre débiles", sostienen las investigadoras.
En diálogo con la nacion, destacan, de todas maneras, que esta dificultad no es únicamente propia de la escuela: "La mayor dificultad que tenemos los adultos para comprender el pensamiento político de las nuevas generaciones son los prejuicios históricamente construidos: bien son presa fácil de la manipulación político partidaria, bien son rebeldes resistentes por vocación".
Balardini coincide con esta mirada más amplia. "El derecho al voto tiene que ser visto como el punto de partida, y no el de llegada. Y no sólo compromete a los adolescentes, sino también a los adultos. Las instituciones tienen que promover iniciativas que permitan una mejor apropiación de estos derechos. Y en la escuela será necesaria una revisión curricular. No alcanza con que solamente añadan un par de actividades para que los chicos conozcan algo de lo político."
Es probable que el desfase entre este nuevo lugar de los jóvenes y la falta concreta de espacios donde ejercer el nuevo rol se relacione, de alguna manera, con la frecuente dificultad del mundo adulto para prestar atención a los jóvenes.
Un estudio reciente de la UCA, que toma como base la información de la Encuesta Permanente de Hogares, refleja que unos 746.000 jóvenes no estudian ni trabajan, y que 536.000 de ellos ni siquiera buscan trabajo. El economista Ernesto Kritz cree, sin embargo, que la cifra de los que no estudian ni trabajan es más alta, y la eleva a 900.000. En tanto, el nivel de desempleo entre los jóvenes es casi cuatro veces superior al de los adultos: 18,5% contra el 5,1%.
La crudeza de los datos llevó a algunos especialistas a deslizar que, antes que preocuparnos por ampliar sus derechos políticos, estaría bien universalizar la cobertura de los previamente adquiridos.
Balardini no concuerda con ese parecer. "Es un error pensar la ampliación de derechos como un sistema en serie, según el cual hay que terminar de cubrir uno para pasar al siguiente. Lo más beneficioso es exigir que el Estado actúe en paralelo: que se ocupe de brindar una mejor educación, un mejor ambiente y también derechos políticos. El esquema en serie, por otro lado, es peligroso, porque se puede convertir en una buena excusa para explicar la falta de acción en determinados ámbitos. Como el panorama actual no es lo suficientemente óptimo, entonces no se avanza."
Santiago Genovesi es uno de los 750.000 jóvenes que, por haber renovado su DNI, están en condiciones de votar hoy y se disponen a ejercer su derecho. Tiene 16 años, cursa 4º año en el Colegio Nacional de Buenos Aires y allí forma parte de la agrupación estudiantil Claustro Central que antes de estas elecciones propuso, justamente, la creación del taller "Educar para la democracia".
"La idea es que se curse en segundo año, con la posibilidad de que, si no lo aprobaste, lo recurses en los años siguientes. Pero no podés egresar del colegio sin haberlo aprobado", explica.
"Militar es una de las cosas que más me gustan", dice Santiago, quien reconoce que en su casa la política ocupa un lugar central. Al igual que en su colegio. Pero sabe que entre muchos chicos de su generación la cosa es bien diferente: "A mi alrededor veo chicos que viven en su propia burbuja. No se percibe tanto interés por la política en chicos de otros colegios. En los públicos tal vez haya más debate, pero en los privados no. A veces porque los padres no quieren que sus hijos se involucren. Otras porque en sus colegios ni centro de estudiantes tienen..."
A su lado está Santiago Álvarez, de 17, que es vocal del centro de estudiantes y consejero de convivencia representando también a Claustro Central, una organización que no apoya la idea de la toma de los colegios y cuyo ideal es no ir por todo, sino ir sumando parte por parte.
"Yo veo bien la habilitación al voto porque es una ampliación de derechos. La participación ciudadana se tiene que ir dando gradualmente. No sirve que un día cumplas 18 y tengas todos los derechos. Sobre todo si no te dieron las herramientas para saber ejercerlos. Hace falta mayor formación cívica previamente", dice.

Micropolíticas

Podríamos decir que hay tantas formas de vincularse con lo político como identidades juveniles. El libro Juventud y participación política: más allá de la sorpresa presenta una serie de investigaciones realizadas en diferentes regiones del país por miembros de la Red Nacional de Investigadoras/es en Juventudes Argentina.
"Teniendo en cuenta una investigación con jóvenes que llevamos adelante en Viedma, la política, además de ser reconocida como una actividad vinculada con los partidos y el Estado, se ha desplazado a otros lugares y se ha vinculado con otros sujetos, e incluye el orden de lo cotidiano. Esta concepción amplia es bastante compartida entre los jóvenes y conlleva identificaciones políticas muy diversas", considera Sandra Poliszuk, licenciada en Comunicación social y magíster en Ciencia Política, también docente e investigadora.
"La interpelación familiar -prosigue la especialista- aparece como una de las principales motivaciones entre los que se inclinan a militar en un partido político o en un proyecto a largo plazo. Pero muchos otros se involucran en microespacios de participación y solidaridad. Los intereses y motivaciones girar en torno a cuestiones vinculadas con el reconocimiento de las diferencias, la reafirmación identitaria o el reclamo por justicia, vivienda y educación."
Las agrupaciones políticas tienen, entonces, un gran desafío por delante. "Los partidos políticos serían las figuras privilegiadas para tomar el tema. En particular, sus juventudes. Pero hasta el momento veo un esfuerzo insuficiente para comunicarse con esta franja de jóvenes", analiza Balardini.
Como ejemplo, cita la manera en que comunicaron a los jóvenes que la renovación del DNI era requisito indispensable para poder votar. "En muchos casos, realizaron campañas con lenguaje y estilos propios de la comunicación para adultos, en lugar de aprovechar todas las potencialidades del formato audiovisual", sostiene.
En un artículo publicado hace un mes en la nacion, el director del Centro de Estudios en Políticas Públicas (CEPP), Gustavo Iaies, analiza el cuadernillo preparado por el Ministerio de Educación para los jóvenes que se preparan para votar.
"La participación democrática que les estamos proponiendo está mucho más asociada a los derechos que a las responsabilidades. De hecho, el cuadernillo usa 26 veces las palabras derecho/derechos y sólo una vez obligación/obligaciones, refiriéndose a las de la escuela, no a las de los ciudadanos. ¿Les sirve a los chicos esta idea de democracia?", se pregunta Iaies.
"No es un mal ejercicio que participen democráticamente -aclara el especialista, en diálogo con la nacion-, pero no estamos haciendo una construcción adecuada de esa participación. No tenemos claro el modelo de participación que queremos transmitirles, porque nos peleamos con el viejo orden y no sabemos cómo construir otro."
Ante tal panorama, la pregunta obligada es simple: ¿seremos capaces, en este proceso de construcción, de no perderlos de vista otra vez?.

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