sábado, 17 de agosto de 2013

El periodista y los mapas

El periodista y los mapas

Por:    
Una guía de recursos sobre cartografía para redactores, editores y diseñadores
AggressorNation

En febrero de 1940, casi dos años antes de que Estados Unidos entrase en la Segunda Guerra Mundial, la revista Facts in Review, uno de los principales órganos de propaganda Nazi en América, publicó un mapa que cuestionaba que Alemania fuese una nación agresora. El mapa funcionaba como un gráfico comparativo: Alemania —diminuta— a la izquierda; a la derecha, las posesiones del Imperio Británico en la época. La revista se preguntaba por qué los alemanes, casi noventa millones, debían 'subsistir' en un territorio tan pequeño cuando los ingleses dominaban un cuarto del mundo. Indirectamente, también retrataba la supuesta relación de desventaja militar de los nazis contra su gigantesco rival.
Todos los mapas mienten, pero algunos mienten más que otros. A veces mienten por necesidad, como veremos; en otras ocasiones, mienten a propósito, como el que abre este artículo, prodigio de la manipulación; por último, están los que mienten inadvertidamente, los más comunes. Vean el siguiente ejemplo, un mapa sui generis publicado por The Guardian hace pocos días, sobre la devastación provocada por diferentes catástrofes. Comete un error similar al divulgado por Facts in Review:
ScaleOfDevastation


Como uno de los comentarios en el artículo afirma, sugerir visualmente que las inundaciones en Australia de 2010 fueron más destructivas que las que se produjeron en Paquistán ese mismo año es un disparate. Uno no puede comparar fenómenos como la escala de una tragedia o el poder militar relativo de varios países sin ajustar por otras variables: población, inversión en fuerzas armadas, producción industrial, etc. No es lo mismo una inundación en un área más o menos vacía de un país desarrollado que otra que se produce en una nación pobre y populosa.
Al igual que la estadística, los mapas, cuando usados de forma descuidada, son peligrosos. Y el problema es que —de nuevo, al igual que en el caso de la estadística— periodistas y diseñadores se preocupan poco de leer sobre cartografía porque piensan que crear un mapa es algo trivial, parecido a dibujar cualquier otra ilustración con un programa de diseño vectorial¿Por dónde empezar a destruir ese mito? Veámoslo.
Todo mapa es una mentira
HowToLieWithMapsLa idea de que cualquier mapa miente, lo quiera o no su diseñador, no es original. Proviene de una las mejores introducciones a la cartografía que conozco, How to Lie With Maps, de Mark Monmonier. "No solo es fácil mentir con los mapas", escribe Monmonier, "es esencial". Las fuentes de las distorsiones inevitables en cualquier mapa son, al mismo tiempo, sus rasgos esenciales: escala, proyección y simbolización.
En primer lugar, a menos que uno viva dentro de una historia de Jorge Luis Borges (lo que, la verdad sea dicha, resulta tentador), cualquier mapa es menor que la realidad geográfica que retrata. Es por ello por lo que los mapas de localización de noticias deben siempre incluir un elemento gráfico que explique al lector la relación proporcional entre representación y representado. La escala más común en prensa es un pequeño rectángulo equivalente a alguna medida común: 10, 100, 500, 1.000 kilómetros.
Un localizador sin escala no es un mapa, sino un simple dibujo. En julio de 2008, durante la invasión de Georgia por parte de Rusia, me encontraba en América Latina y recuerdo la curiosidad que me despertaban los mapas que veía en la prensa. Como este:
Georgia
¿Es capaz de decirme cuál es el tamaño de Osetia del Sur? Por supuesto que no. Dicha región en disputa, crítica en esta breve guerra, tiene apenas cien kilómetros de lado a lado, hecho que puede no ser esencial para la comprensión del conflicto, pero que sí es un dato contextual tan relevante como saber que la franja de Gaza hace honor a su nombre debido a sus cerca de 10 kilómetros de anchura.
Las proyecciones también son fuente inagotable de anécdotas cartográficas. Para crear mapas, los cartógrafos necesitan transformar la esfera terrestre en un plano, actividad llena de problemas. ¿Por qué? Porque en dicho proceso no es posible mantener simultáneamente la precisión de las siluetas de las masas terrestres, las proporciones, los ángulos, las distancias y las direcciones. Cuando uno respeta una o dos de esas propiedades, sacrifica el resto.
Veámoslo con un ejemplo que preserva las formas de los continentes. Imagine que coloca la Tierra dentro de un cilindro cuya parte interior está recubierta de papel fotosensible. Una vez tomada una fotografía del globo, extendemos el papel sobre una mesa. Las regiones más próximas al ecuador aparecerán reflejadas de forma bastante precisa pero, a medida que nos acerquemos a los polos, los tamaños relativos de países y litorales quedarán distorsionados. De esta forma:
Mercator2


Por eso uno no debe usar cualquier proyección para un mapamundi. La que le muestro en el ejemplo anterior se denomina Mercator, en honor de quien la ideó en el siglo XVI. Se trata de una proyección conforme: en el mapa, la intersección de dos líneas rectas forma el mismo ángulo que sobre el globo terráqueo; por ello, el mapa de Mercator fue originalmente diseñado para la navegación. El hecho de que los ángulos se mantengan y, como consecuencia, los contornos continentales estén dibujados de forma precisa, facilita el trazado de rutas.
Pero la proyección Mercator, al igual que otras muchas proyecciones conformes, distorsiona los tamaños relativos de las regiones. Compare Groenlandia con América del Sur; o Alaska con el resto de Estados Unidos. Le aseguro que Groenlandia no tiene ni de lejos el mismo tamaño que Brasil. O piense en este mapa como pieza propagandística estadounidense durante la guerra fría: sería mucho más fácil convencer a la opinión pública de la grave amenaza soviética; después de todo, el territorio del imperio comunista parece monstruoso.
Más allá de las proyecciones, a veces la distorsión exagerada de las áreas en un mapa no es solo inevitable, sino necesaria. Imagine que se dispone a publicar los resultados electorales de un país en el que existen enormes disparidades de densidad de población. Si se limita a hacerlo con un mapa tradicional, parecerá que el partido que vence en regiones menos pobladas y grandes tiene un peso enorme.
Es el problema que el diario Estado de São Paulo enfrentó en las elecciones presidenciales brasileñas de 2010 (mapa de la izquierda, abajo). El Partido dos Trabalhadores (PT, color rojo) venció en algunos estados de gran extensión pero de población relativamente pequeña, como Amazonas. El partido de la oposición, el PSDB de José Serra (azul), ganó en el sur, región más rica y populosa, pero de menor extensión. La forma de resolver el desafío fue usar, además del mapa tradicional, un cartograma que distorsiona las superficies en proporción a la cantidad de electores (derecha). Observe el tamaño de São Paulo en el segundo mapa.
EstadaoMapas


Qué leer
Lo que las anécdotas anteriores sugieren es que la cartografía es un terreno virgen para ser explorado por periodistas y diseñadores. No solo con el fin de evitar errores, sino también para (re)descubrir formas de representar datos y fenómenos.

MapMakers
El ya citado How to Lie With Maps, sobre todo su introducción y tres capítulos iniciales, es un buen punto de partida para un programa de estudio. Cuando concluya, dispondrá de un cierto conocimiento de la terminología y los principios fundamentales. Monmonier escribe con la elegancia del profesor con una buena cantidad de libros a las espaldas. Es claro, preciso y divertido.
Mi consejo es continuar con una historia de los mapas dirigida al gran público: The Mapmakers, de John Noble Wilford, periodista de The New York Times. El libro se remonta a los orígenes de la representación geográfica y llega a nuestros días, en los que el público ya no solo utiliza mapas, sino que los manipula y comparte gracias a la abundancia de herramientas digitales gratuitas de buena calidad.
ThematicCartographyEs importante también informarse sobre mapas temáticos. Entre mis libros preferidos está Thematic Cartography and Visualization, de Terry Slocum (ya citado en un artículo anterior). A pesar de que una pequeña parte de la información que contiene es demasiado técnica para un periodista, este volumen es una joya. En él aprenderá qué son y cómo diseñar mapas de coropletas, de símbolos proporcionales, de puntos y, por el camino, dará un profundo repaso a los conceptos estadísticos clave para analizar fenómenos que puedan ser mostrados sobre el territorio en que se producen.
En España, puede echar una ojeada a El tratamiento geográfico de la información, del profesor Tomás Cortizo Álvarez. Se trata de una interesante síntesis de teoría cartográfica con la semiología visual de Jacques Bertin.
Por último, si se anima a profundizar realmente en el asunto, dos recomendaciones especiales: la primera, How Maps Work, de Alan MacEachren, un libro exigente y duro, pero que da enormes satisfacciones intelectuales al vincular de forma exhaustiva la cartografía con la Psicología de la percepción y la cognición. La segunda, Elements of Cartography, un manual universitario de cartografía que cubre la disciplina desde lo más básico hasta lo más avanzado.
En Internet existen también bastantes recursos. Dos ejemplos: Cartographic Communication y Map Basics. ¡Que tenga un buen viaje!

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