domingo, 22 de septiembre de 2013

el representante del opus dei en la argentina periodista de la nacion


El medio es el mensaje

La comunicación K, rancia y encapsulada

Opinión
La Presidenta prefiere oír su propio eco, ya sea por cadena, en Twitter, con los empresarios en silencio o apenas musitando monosílabos, o con un invitado de testigo, como sucede en Desde otro lugar , el extraño e itinerante ciclo de la TV Pública que la tiene como protagonista.
"A la Presidenta se la escucha, no se le habla", ya había bajado la directiva hace algún tiempo con brutal sinceridad el secretario de Legal y Técnica, Carlos Zannini. Y nadie se atrevió a discutirla desde entonces.
Cristina Kirchner pronuncia circunloquios reiterados, autorreferenciales y épicos, que colocan en el lugar más predominante de la historia argentina a la línea partidaria del justicialismo que representa como exponente máxima y excluyente.
La comunicación K se muestra claustrofóbica y rancia en grados superlativos cuanto peor le va. Es, hasta cierto punto, comprensible: cuando soplaba el "viento de cola" (término que odian ya que les quita mérito a sus políticas) había menos noticias malas que ocultar y el buen humor social disimulaba los tempranos desajustes del "modelo".
En 2003, poco antes de asumir, Néstor Kirchner almorzó sin reparos, junto a su esposa, en la TV con Mirtha Legrand. Y el mundo no se vino abajo ni mucho menos cuando la conductora les zampó una irreverente pregunta que haría historia: "¿Se viene el zurdaje?" Eran los tiempos en que los medios aún choluleaban a CFK por "lo linda" que era, algo que fue quedando por el camino al tiempo que se agrietaban, en más de un sentido, su imagen y su humor público, y que, tal vez, desee revertir con su sorpresiva aparición en calzas durante un acto.
Las dificultades para asumir una comunicación franca con el periodismo no sólo se dio con los llamados "medios hegemónicos" (eufemismo oficialista de medios exitosos), especialmente a partir del conflicto con el campo, sino incluso hasta con los que simpatizan fervientemente con el Gobierno. Hoy tampoco los atiende a ellos (salvo declaraciones al paso a cronistas televisivos o la conferencia de prensa que brindó en Rusia).
Nada fue de un día para el otro. Cuando empezaron a instrumentar una comunicación más restringida, archivaron como interlocutores de sus entrevistas a los periodistas políticos y los cambiaron por animadores generalistas (González Oro, Casella, Tognetti) y hasta por figuras variopintas como la actriz Soledad Silveyra y el "compañero" Daniel Filmus. Luego, ni eso.
La política de autoaislamiento periodístico se abrió mínimamente hace poco primero con la autorización a los candidatos oficialistas de poder volver a visitar TN y más sorprendentemente cuando, sin mayores anuncios previos, salió al aire la muy condescendiente entrevista que le hizo el periodista kirchnerista Hernán Brienza en la TV Pública a CFK, que continuará hoy como entremés futbolero.
El secretismo, de todos modos, sigue dominando la cuestión porque la emisora es refractaria a ahondar en información respecto de la naturaleza del ciclo, algo que no tiene sentido, pero que hace a la empecinada naturaleza escondedora del kirchnerismo.
El programa seguiría hasta fin de año con su notable cambio de paradigma que habla mucho de cómo entiende la comunicación la jefa del Estado: en vez de tener un conductor fijo y entrevistados rotativos, aquí la ilustre reporteada se mantendrá estable en tanto que los que cambiarán serán quienes preguntan. En lenguaje futbolero, CFK siempre será local y su interlocutor, un visitante. Quedó claro que la entrevistada domina el espacio y que resuelve los centros que le tiran.
Contrasta con la conferencia de prensa sin red que brindó el papa Francisco a los periodistas que lo acompañaron a su gira por Brasil en su viaje de regreso al Vaticano y con la kilométrica entrevista a La Civiltà Cattolica que se conoció el jueves. Al no eludir ningún tema difícil ni tratar de edulcorarlos logró gran repercusión en los principales medios del mundo. Es que cuando los estadistas asumen con humildad las dificultades que se les presentan y reconocen las limitaciones que tienen para encararlos sin torpes enmascaramientos, el interés periodístico surge genuinamente.
La política de encapsulamiento de la información y su maquillaje constante para tapar los problemas, por el contrario, sólo produce indiferencia, incredulidad y comentarios hilarantes. El caso más patético en esta materia, verdadero hazmerreír mundial, es el del presidente venezolano, Nicolás Maduro, y sus continuos bloopers .
En este sentido, La letra inesperada , el nuevo ciclo que conduce por la TV Pública el filósofo Ricardo Forster, llega a destiempo. Su recalcitrante oficialismo, donde se alternan discursos de Néstor y Cristina Kirchner con testimonios de funcionarios y allegados al gobierno actual, con una línea conceptual de absoluta condescendencia hacia las propias filas, no asume ninguna contradicción. Sin embargo, en su visita a Palabras más, palabras menos , de TN, Forster se dio el lujo de retar a los conductores porque habían efectuado una presentación muy negativa de los temas del día. Se trataba del mismo intelectual que invitado a 6,7,8 infinidad de veces calló o celebró ante groseras tergiversaciones a dirigentes o periodistas críticos.

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