tribus alimentarias del siglo XXI
Cuando lo que se come marca el estilo de vida
La mayoría erradicó la carne porque viene del maltrato animal. Hay desde crudívoros y veganos hasta ovolacteovegetarianos.
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Por convicciones ideológicas, por la búsqueda de bienestar físico o bien para favorecer a la naturaleza. Por esos múltiples motivos existen cada vez más diversas tendencias nutricionales que ganan adeptos. Veganos, macrobióticos, ovolacteovegetarianos, ayurvedistas y seguidores del Raw Food –comida con vida– plantean una nueva forma de comer y una respectiva filosofía de vida.
Dentro del vegetarianismo se pueden diferenciar distintas ramas. Tradicionalmente se establece una clasificación según qué productos de origen animal se abstienen de comer. Los veganos, por ejemplo, no consumen ningún tipo de producto de origen animal (ver definición aparte).
Ana María Boglio es abogada y como vegana asegura que su elección alimenticia va más allá de la dieta, ya que se abstiene de usar incluso ropa de cuero, lana o seda, y productos de limpieza testeados en animales (casi todos). “Los animales tienen derecho a no ser considerados propiedad y con nuestra actitud lo expresamos”, precisa. La base de la dieta vegana es el seitán, un gluten de trigo con el que se hacen desde milanesas hasta pizzas.
En otra escala, se encuentran los ovolacteovegetarianos, que sin comer carne, se permiten utilizar productos derivados de animales, como leche, quesos y huevos. Ericka Díaz, una periodista de 25 años, eligió cambiar su alimentación hace una década. “Fue después de pasar por un matadero. La imagen de las vacas entrando a ese lugar no me la olvido más. Tomé real dimensión de la gravedad de comer carne y cambió mi vida”, cuenta.
Con el correr de los años, Díaz mejoró su dieta con ayuda de un nutricionista que la asesoró, ya que el respaldo profesional es importante para no tener carencias fundamentales. Afirma que su decisión de consumir leche y huevos es porque para obtenerlos no es necesario asesinar al animal; asegura que sus amigos y familiares comen más verduras y frutas gracias a ella. “Hay opciones para todos, no obligaría a nadie a nada, yo sólo les aconsejo que prueben reemplazar alimentos no tan sanos por los que sí hacen bien”, finalizó.
India. Muy distinta es la cocina macrobiótica que no prohíbe nada ni exige practicar una religión. Entiende que la alimentación determina la salud y que las enfermedades están relacionadas con una flora intestinal débil o una mala irrigación sanguínea. Los macrobióticos buscan equilibrio físico y emocional a través de la comida. Esta dieta, que Madonna e incluso Angelina Jolie realizan desde hace varios años, está cerca del ayurvedismo, una tradición filomédica de la India. La frase de cabecera dice que la primera farmacia está en la cocina, algo que sabían ya Hipócrates y Galeno. “El ayurveda nos dice qué hacer para estar sanos y cómo sanar desequilibrios cuando se instalan”, dice Jorge Luis Berra, referente local del ayurvedismo. “En la alacena están los recursos para manejar los desequilibrios. No vamos a curar un cáncer, pero sí molestias cotidianas”. La disciplina se expande en la Argentina.
“Yo sufría de gastroenteritis crónica, me sentía muy mal luego de comer cítricos o algo frito. Una conocida me recomendó un cambio y en poco tiempo noté grandes cambios en mi organismo”, relata Clara Saccone, actriz y bailarina ayurvedista, quien tiene como rutina al levantarse tomar un vaso con agua y comer tres almendras. En el almuerzo combina las verduras con semillas: palta, lechuga, champiñones con semillas de zapallo o sésamo. “Al principio fue un gran cambio en mi ritmo de vida, pero ya me ordené para cocinarme y armar mi vianda que llevo a todos lados. Logró que me ocupara de la comida, lo que es ocuparme de mí. No es sólo comer, sino pensar en mi bien”, dijo.
Por último, existe un movimiento mundial que parte desde cocineros, académicos, consumidores y productores. Se llama Slow Food (comida lenta) y reúne a los que buscan que los alimentos sean buenos, limpios y justos. “Es bueno para la salud si un pollo es de campo y no industrial, porque quizás no tenga tantas hormonas. Y es un producto justo si quienes los producen obtienen una paga acorde”, explica Andres Brunero, miembro de de la Red de Cocineros de Slow Food en Argentina
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