Libros / Anticipo
Una mujer de dos mundos
En La desaparecida de San Juan, Philippe Broussard reconstruye la historia de Marie-Anne Erize, top-model de los años 70 y militante montonera que cayó víctima de la represión ilegal
Los argentinos se acostumbran a verla en los cátalogos y revistas de modas, ya sea llevando un vestido o en pantalones o con abrigo de cuello de pieles, ya sea con aspecto estricto o más desenvuelta, vestida de invierno o verano, siempre sonriente. Grandes anunciantes, como la compañía aérea colombiana Avianca o los cigarrillos Jockey, recurren a sus servicios. En enero de 1972, participa en el concurso de Miss Punta del Este. Tres meses después, Siete Días la selecciona para su concurso de belleza y la premia en calidad de "primera princesa" sacándola en su tapa del 4 de mayo. Aparece en la foto con una gran sonrisa, con un pulóver a rayas y el pelo peinado al estilo carré. En la misma semana, la revista Gente, dedica su cobertura a esa modelo que se ha convertido en tema de todas las conversaciones.
Marie-Anne tiene ahora viente años. Nada ni nadie se le resiste.Su casa de la avenida Monroe no es más que un lugar de tránsito por donde aparece de vez en cuando, entre dos viajes, dejando carteras y valijas en el garaje convertido en dormitorio. Marie-Anne es hermosa, sexy, y su notoriedad naciente hace de ella el blanco de todas las frustraciones y fantasmas.
Ese éxito relativo no se le sube a la cabeza. Para su familia, sigue siendo la Marie-Anne de Miramar o de los campamentos de scouts: simple, generosa, directa.
Esa libertad la autoriza a burlarse de los límites sociales y sentimentales, a pasar de una vida a otra con un frenesí embriagador.
Un día en los desfiles, otro en la villa o en el liceo Mermoz. Solo ella tiene la clave de ese universo donde no existe, en principio, ningún punto de pasaje. No hay una sola Marie-Anne sino varias: la elegante, la enamorada, la militante, la francesa, la argentina, la Marie-Anne de Gente y la del Bajo Belgrano, la Marie-Anne de sus padres y la de todos los otros.
Todas esas personas no se conocen entre sí; no se imaginan ni por un instante que forman parte de una misma galaxia donde cada uno es detentor de un fragmento de verdad acerca de esa estrella que se vuelve cada vez más fugaz. Se va haciendo difícil comprenderla, todavía más difícil seguirle la pista. Ella misma se pierde a veces en su camino, condenada a correr tras un improbable Grial. ¿Sabe realmente lo que quiere?
Su éxito en el ambiente es tal que los contratos se multiplican. Los creadores más famosos de Buenos Aires la solicitan. Entre ellos, Manuel Lamarca, célebre por haber merecido los honores de la revista Vogue y del fotógrafo de las estrellas, Richard Avedon.
En junio de 1972, otra cita de prestigio moviliza a la profesión: el Primer Certamen de la Elegancia Femenina, organizado en el Alvear Palace. ¡El Alvear Palace Hotel! Marie-Anne apenas puede creerlo. En el día señalado, la flor y nata de la alta costura nacional confluye en los salones. Lamarca, entre ellos. El jurado, en el cual se destaca la presencia de Mirtha Legrand y del director de teatro Cecilio Madanes, se ha instalado en primera fila, con las libretas de notas en la mano.
Manuel Lamarca gana el certamen por unanimidad.
Desde La Prensa hasta La Nacion, desde Panorama hasta La Razón, la prensa nacional relata el evento. Gente, por su parte, ha previsto dedicarle una vez más la tapa a Marie-Anne, el 22 de junio de 1972.
Marie-Anne no se engaña: la Argentina real no tiene nada que ver con la fotografías en las revistas de moda o con el Alvear Palace. Es un país sufrido, que hace ingentes esfuerzos y no come lo necesario.
En Belgrano, la villa está allí cerca, del otro lado de su casa, con sus desempleados, sus casonas de chapas y esos chicos tan orgullosos de su éxito. Desde allí, ella oye cómo el país se queja. Sufre por él y a menudo con él. "Marie-Anne no me ocultaba su misión social en los barrios pobres -dice Manuel Lamarca-, hasta el punto de que me pedía modificaciones de horarios de trabajo para ir a la villa. Otras chicas también tenían trabajos paralelos a la moda, pero su caso era excepcional. Marie-Anne tenía una verdadera conciencia social y una inteligencia que la diferenciaba de las otras. Algunos días, llegaba de la villa, se ponía un vestido y desfilaba casi inmediatamente, con toda tranquilidad, pasando con una flexibilidad asombrosa de un mundo a otro."
Ese don de ubicuidad va acompañado por un militantismo político cada vez más visible. Como decenas de miles de jóvenes en toda la Argentina, Marie-Anne se siente cerca del movimiento peronista y de su ala izquierda: los Montoneros..
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