jueves, 12 de abril de 2012

MEDIOS Y COMUNICACION
La ilusión del post-racismo
Desde Estados Unidos, Silvio Waisbord expone su punto de vista acerca de la existencia de dos narrativas que batallan en la interpretación del asesinato del adolescente afroamericano Trayvon Martin y ponen al descubierto la ilusión del post-racismo
 Por Silvio Waisbord *
Desde Washington, EE.UU.
El asesinato de Trayvon Martin, el adolescente afroamericano, continúa atrayendo enorme atención pública en Estados Unidos. George Zimmerman, capitán del comité de vigilancia de un barrio cerrado en Samford, Florida, mató a Martin a fin de febrero, pero aún no está bajo custodia policial. El jefe de policía de Samford, quien dijo que Zimmerman no fue arrestado porque actuó en “defensa propia”, renunció en medio de críticas sobre su desempeño en la investigación. Organizaciones para los derechos afroamericanos y otras asociaciones se movilizaron para demandar justicia. Dos narrativas batallan la interpretación de los hechos y las personas al centro de esta tragedia. La capucha (“hoodie”) que utilizaba Martin para protegerse de la llovizna cuando fue asesinado se convirtió en objeto de feroz disputa cultural-política. Para unos, es símbolo de identificación con la víctima, objeto del cotidiano adolescente, como los caramelos y la bebida que llevaba al momento de ser asesinado. Fue reivindicada por deportistas, celebridades y otros ciudadanos movilizados en apoyo de la víctima. En cambio, para quienes encendieron el previsible ventilador de rumores y prejuicios, la capucha es señal inequívoca de delincuencia. Tal acusación ha sido eslabón de una cadena de estereotipos para criminalizar a la víctima. La capucha y otros rasgos de su vestimenta, información hackeada de su teléfono y su desempeño escolar fueron colocados en los medios para presentar a Martin como un bandido juvenil y volverlo a matar, esta vez en la Corte de la opinión pública
Los medios han cubierto el tema con obsesión, detallando la cotidianidad de Samford y el lenguaje usado por Zimmerman en sus llamados a la policía mientras perseguía a Martin. Inevitablemente, cuando la prioridad es capturar audiencias, varios medios se fueron a la banquina del sensacionalismo. La NBC ofreció una edición perversa de la conversación telefónica de Zimmerman y la policía (el editor responsable fue echado del trabajo). Los infaltables comentadores de la cadena Fox lanzaron acusaciones a Martin y a su familia con la única intención de reforzar los estereotipos de su fiel audiencia.
La saturación mediática vuelve a poner al descubierto una combinación explosiva de temas sensibles de la sociedad norteamericana –armas, identidad racial y étnica, violencia–. La obsesión reinante produce una conversación fragmentada, anómica y agresiva. Refleja la dificultad de hablar sobre violencia en una sociedad que, a pesar del menor número de crímenes de las últimas décadas, glorifica las armas y la figura del “vigilante” que hace justicia con sus propias manos. Leyes que autorizan a los justicieros, como Zimmerman, a “defender tu territorio” existen en Florida y más de treinta estados. No puede haber diálogo franco sobre raza, etnicidad y racismo en un país que hace oídos sordos a la discriminación cotidiana y un terrible legado histórico.
El mejor testimonio de la patética dificultad de confrontar la violencia y el racismo fueron las medidas palabras del presidente Obama, quien calificó el hecho como una “tragedia” y dijo que “si tuviera un hijo, se parecería a Trayvon”. Más allá de su valor simbólico, la elección de un presidente afroamericano no abrió el camino hacia el post-racismo, un supuesto Shangri-La sin odio ni opresión. Obama tocó el tema en puntas de pie y se llamó a silencio de cara a las elecciones, atrapado por su propia voluntad y los estrechos márgenes de “lo decible” del discurso político norteamericano. Aun así, le llovieron las críticas desde la derecha republicana con la previsible acusación de que politizó el tema, como si lo sucedido fuera una preocupación de la química o la astrofísica. Raza y violencia son terrenos resbaladizos para cualquier político, especialmente si quiere promover un debate honesto y cuestionar los prejuicios
Las narrativas en pugna reflejan verdades selectivas sobre el homicidio de Martin. Encuestas recientes muestran que mientras que la mayoría de afroamericanos piensa que hay racismo tanto en el asesinato de Martin como en la actuación de la policía, una minoría de los blancos coincide. Mientras que para la mayoría de los republicanos y blancos los medios dedicaron exagerada atención al tema, los demócratas y afroamericanos disienten
La “disonancia cognitiva” –ver lo que uno quiere ver según identidades políticas y raciales– filtra las interpretaciones. Quienes lo ven como un simple hecho policial prefieren que el tema desaparezca; otros reclaman justicia y temen que termine siendo un episodio más en la crónica violencia contra jóvenes de minorías étnicas.
El “post-racismo” es ilusión de una sociedad dividida, blindada por su amnesia histórica y enamorada de los justicieros y las armas.
* Argentino. Profesor, Escuela de Medios, George Washington University, Washington.


MEDIOS Y COMUNICACIONComunicando la UniversidadAlejo García advierte sobre la necesidad de que la Universidad repiense sus prácticas en comunicación con la sociedad.
 Por Alejo García *
El filósofo y teólogo Rubén Dri, en una investigación publicada luego de la crisis del año 2001 sobre el surgimiento de las asambleas barriales y los movimientos sociales, decía “La alienación de la Universidad en relación con la sociedad tiene notorias semejanzas con las de la Iglesia”.En la actualidad, en tiempos de debate, de reconceptualización sobre el rol de los medios masivos de comunicación, de los organismos de derechos humanos, de las iglesias, de las organizaciones sindicales y sociales, entre otros, la Universidad no debería quedarse ajena a ese movimiento de “mirarnos a nosotros mismos”, de repensar sus propias prácticas y de contextualizarlas en el escenario actual.¿Cuál es hoy el rol de los docentes e investigadores universitarios? ¿Es posible pensar la formación académica por fuera del contexto latinoamericano actual? En tiempos donde se habla de “periodismo militante”, de la posición subjetiva de quienes tienen la tarea de comunicar, ¿se puede pensar en la idea de investigadores o profesionales militantes? ¿Es posible construir una mirada “objetiva” en las Ciencias Sociales?La trabajadora social Alicia Negri plantea que “la educación popular en las aulas universitarias permitiría el ‘encuentro’ entre los saberes de docentes y estudiantes, en un trabajo cooperativo que potencie las posibilidades de decir nuestra ‘propia palabra’, en la tarea de formarnos como productores de conocimiento crítico y no como simples consumidores condenados a la repetición”.El especialista en comunicación e investigador universitario Jorge Huergo se pregunta “¿Cómo volvemos a comunicar la Universidad con la comunidad de la que formamos parte? Tenemos que dejar de pensar la academia fuera, y esto no se resuelve sólo en la militancia. ¿Cómo la Universidad se comunica con los movimientos de la complejidad cultural y la conflictividad social, en diálogo con la construcción de saber popular y de poder popular? Para esto, debemos alentar procesos de curiosidad, de elaboración de preguntas y de búsqueda ‘con’ esos movimientos y esas organizaciones, y no ‘para’ ellos o por fuera de ellos’”.La recuperación del sentido de la formación universitaria estará dada en poder recuperar la direccionalidad política de la educación popular, es decir en construir conocimiento con sus comunidades para incidir en las políticas sociales con perspectiva local pero también latinoamericana. El concepto del “pensar situado” del que hablaba el filósofo argentino Rodolfo Kusch debería volver a ocupar hoy un lugar en las aulas y sobre todo teniendo en cuenta la gran cantidad de nuevas casas de estudio que se han creado en los últimos años en varios partidos del conurbano bonaerense y que permiten que miles de jóvenes accedan a ellas, siendo los primeros universitarios de sus familias.En otras palabras, la Universidad podría atravesar el desafío de pensar lo cotidiano sin hacer “seguidismo intelectual” a los autores de moda para hacerlo desde un enfoque latinoamericano y animarse a intervenir y comunicar esas reflexiones que surjan de la interacción con la comunidad e incidir así políticamente modificando la calidad de vida de la población.
Las luchas de los movimientos sociales, los organismos de derechos humanos, las centrales sindicales y las organizaciones de la sociedad civil en general deben contar con vasos articulantes que comuniquen esas prácticas defensoras de los derechos del hombre, siendo ese el campo donde la universidad encontrara su función de ser.El sacerdote jesuita José “Pichi” Meisegeier, que vivió hasta sus últimos días trabajando junto a los vecinos de la Villa 31 de Retiro, decía en una de sus últimas apariciones públicas en la Universidad Popular de las Madres que la Universidad tiene su responsabilidad social en formar cuadros técnicos, profesionales que cuenten con las herramientas para acompañar los procesos de organización de los que menos tienen.
Entendemos que ese es el desafío actual de las universidades, su opción preferencial por los pobres, por los lugares adonde el Estado no llega y animarse a formar profesionales desde una dimensión ético-política enmarcada en lo que Carlos Eroles definía como “una praxis social de los derechos humanos”.O como decía Ernesto Guevara en su discurso al recibir el premio Honoris Causa en la Universidad Central de las Villas: “Y el pueblo que ha triunfado, que está hasta malcriado en el triunfo, que conoce su fuerza y se sabe arrollador, está hoy a las puertas de la Universidad, y la Universidad debe ser flexible, pintarse de negro, de mulato, de obrero, de campesino, o quedarse sin puertas, y el pueblo la romperá y él pintará la Universidad con los colores que le parezca”.
* Licenciado en Trabajo Social, docente universitario.

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