miércoles, 18 de abril de 2012

MEDIOS Y COMUNICACION
Determinaciones
Dos aportes sobre el periodismo y sus debates actuales. Para Maximiliano Senkiw, el periodismo independiente no es aquel libre de todo tipo de presiones, sino el que actúa con veracidad y franqueza intelectual en medio de un clima de ataduras.
 Por Maximiliano Senkiw *
¿De qué se habla cuando se habla de prensa y periodismo independiente? ¿Frente a qué y quién se es independiente? ¿Contra quién combate el periodista por su independencia? Las preguntas plantean una mirada sobre algunas determinaciones que se disponen al momento de la labor periodística
En su trabajo publicado bajo el título “Noticia=negociación política”, los periodistas Walter Miceli, Emiliano Albertini y Eugenia Giusti sostienen que “el proceso de valoración y determinación” de la noticia se encuentra sometido a las “negociaciones constantes entre los cronistas, los medios y el resto de los actores” que participan en lo que será la selección de lo publicable. Esta postura plantea un acercamiento a la práctica profesional como la combinación de una serie de negociaciones entre diversos protagonistas: otros medios, los políticos, las fuentes periodísticas, los anunciantes, los lectores y la empresa mediática. Sobre esa arena el periodismo trabaja, sobre tal arena el periodista escribe.
La idea divinizada del periodismo independiente ha calado hondo como consigna de libertad en el oficio de escribir y presentar hechos a un público. Se enarbola la independencia frente a las presiones del poder político y se entroniza la figura del periodista como el defensor de un noble interés ciudadano por sobre otras determinaciones. Es pues el periodista una insignia de la independencia que, con un mínimo y posible umbral de presiones y contaminación, relata los hechos “tal cual ocurren en la realidad”.
Cierto es que, como aseguraban Miceli, Albertini y Giusti, la labor del periodista, más que un acto de soberanía individual exaltada y defensa ciudadana, aparece en sus transformaciones modernas como un proceso de negociación que, si bien no deja de lado su tendencia a construir un discurso independiente y veraz, aparece altamente impactado por diversas instancias.
Por un lado, las fuentes presionan la tarea del periodista en un juego ambivalente de “te doy y no te doy”. Quienes suministran información al cronista se posicionan como vertientes interesadas de las que el periodista depende para obtener y corroborar datos confiables de rutina y también para proveerse de aquel bien tan valorado en el circuito comercial noticioso como es la primicia.
A la fuente se suman otros tres factores interconectados que impactan en la independencia del oficio periodístico: la empresa y la misión empresarial en la que se inserta el periodista, la relación y el lugar que esa empresa mantiene con el escenario mediático (la competencia con otros medios) y la tensión con los anunciantes y los departamentos de marketing. La ecuación intenta ser sencilla: la empresa influye para elaborar cierto estilo de producto periodístico, con ese producto sale a competir por nichos o segmentos de lectores (o audiencia) en el mercado frente a otros proyectos que, en una especie de “fase del espejo lacaniano”, se miran todo el tiempo uno al otro para reconvertir o afianzar sus estrategias. Frente a ese oleaje, el periodista produce su material. Material que, en ciertas ocasiones, debe también complementarse con la planificación que realizan los departamentos de marketing de las empresas periodísticas. La independencia, entonces, no solo se disputa frente al poder político sino también al interior de las redacciones.
El otro factor proviene de la audiencia o público lector y la relación que se establece con el medio. Cada empresa funda ante su público un modo de acercamiento a los hechos que resume una visión de mundo que comparte con los lectores. Será entonces el periodista quien deberá moverse y ensamblar en el “contrato de lectura” establecido por el medio con su público. Aunque no determinante, las características del público también modifican el escenario de la independencia.
Hay pues, en la práctica periodística, factores de influencia que se ejercen al interior de las redacciones y que se sitúan en el carácter negociado que implica la elaboración de noticias (fuentes, empresa, público, anunciantes) que habitualmente se omiten, se reprimen, se velan.
Solo como escudo y recurso para defender la estabilidad y los intereses económicos de las empresas periodísticas, la independencia se vacía de contenido y potencia. Velar esas intenciones, mistificando y refugiándose en la figura del periodismo independiente, no solo es sesgar intencionalmente la mirada sobre un tema de complejidad sino que también representa una muestra de deshonestidad respecto de la propia práctica cotidiana.
El periodismo independiente no es aquel libre de todo tipo de presiones sino aquel que puede contar y actuar con veracidad y franqueza intelectual en medio de un clima de ataduras.
* Periodista, director de Fractura Expuesta
MEDIOS Y COMUNICACION
Periodismo, oficio referencial
Según Fernando Martínez y Luis López, para mantener la legitimidad social del periodismo es necesario refundar la práctica periodística bajo un nuevo acuerdo deontológico y profesional que le devuelva su credibilidad.
 Por Fernando Martínez y Luis López *

“El ministro de Asuntos Exteriores de Taiwan exigía The New York Times todas las mañanas como prueba necesaria de la existencia de la Tierra. Era un barómetro de su presión, un evaluador de su cordura. Si el mundo existía, él sabía que eso sería debidamente atestiguado cada día en el Times.” Así describe el documental Page One el eco tenue de lo que alguna vez todos le hemos endilgado al oficio periodístico: aproximaciones certeras a la realidad para certezas aproximadas sobre el mundo. En Argentina versión 2012, esa función referencial deambula grogui por la cornisa donde independismo y militancia se disputan a empujones la patria potestad del ¿verdadero? ejercicio de un oficio que los excede.
Las disputas intrínsecas a la práctica periodística que hoy presenciamos, lejos de profundizar los debates sobre cómo refundarla de cara a los cismas tecnológicos y económicos del nuevo siglo, le dan mecha a un fenómeno con tufo a nocivo: la tergiversación del referente. En la maraña del combate, la información se va entremezclando difusamente con la opinión al tiempo que la referencia “real” del discurso es trastrocada con recursos ficcionales y efectos técnicos. Atrás quedaron los días en los que ministros taiwaneses y lectores pedestres aseguraban sin titubear que el periodismo era quien daba cuenta de hechos sociales y que, por lo tanto, esos hechos narrados funcionaban circularmente como los “referentes” del discurso. Lo dice la radio que dice el diario, decían.
Desde hace algunos años, las teorías sobre la comunicación mediática vienen postulando que el ocultamiento de las operaciones discursivas de construcción de la realidad es asegurado por la intervención de las ideologías periodísticas profesionales. En nuestra contemporaneidad, el mensaje periodístico yace rehén del efecto ideológico; efecto que no se ubica necesariamente en una tendencia político-editorial determinada. Hace unas semanas, los diarios Clarín y Tiempo Argentino publicaban títulos antagónicos sobre el complejamente abordable tema de la minería. “El kirchnerismo volvió a defender la megaminería”, publicaba el primero, mientras que el otro titulaba “La doble moral ambientalista de los diarios de Mitre y Magnetto” (16/2/2012). Ocultamiento y selección ideológicamente intencionada, dos operaciones básicas y cotidianas del periodismo actual.
A fuerza de caer en iteraciones innecesariamente presentes dentro de la propia construcción del discurso informacional diario, viene a cuento mencionar que la práctica periodística no puede ejercerse de manera neutra y sin los condicionamientos del medio en el que se desarrolla. Lo particular de nuestro aquí y ahora es que se observa –¿o se evidencia?– como nunca de qué manera esos intereses operan sobre el mensaje. El dilema que el oficio delega fuera del ringside periodístico resulta excesivo e inconducente: la tarea de informarse va mutando de legítima puesta en práctica de un derecho tan esencial como la democracia misma hacia una operación de rastreo paranoico sin fin.
Con la ruptura unilateral de pactos de lectura múltiples, las empresas periodísticas se están cargando a babucha el capital social del periodismo como institución. Detener este acarreo hacia el abismo resulta urgente. La misión es salir de esta encerrona, replanteando una noción de verdad y ética que reconozca los intereses reales dentro de los cuales la práctica periodística es ejercida. Una instancia superadora, por ejemplo, implicaría construir espacios de reflexión intra y extra muros capaces de abordar críticamente adjetivos, etiquetas, intereses de corporaciones y condiciones laborales que están obturando el pensamiento presente y futuro de la práctica periodística. Es a partir de zanjar estas discusiones que podrá refundarse la práctica periodística bajo un nuevo acuerdo deontológico y profesional que le devuelva su credibilidad. Sin esto, la legitimidad social del periodismo corre serio riesgo de supervivencia.
Mientras tanto, en Taiwan, el ministro de Asuntos Exteriores vigila el zócalo de su puerta. Suspira nostálgico; aún guarda ciertas esperanzas de que el evaluador de la cordura propia vuelva a deslizarse hacia sus manos. Que la Tierra exista espera. Y que el periodismo también. Esperamos.
* Integrantes del Departamento de Comunicación de la Sociedad Internacional para el Desarrollo, Capítulo Buenos Aires (
www.sidbaires.org.ar).

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