miércoles, 3 de octubre de 2012


MEDIOS Y COMUNICACION

El día siguiente

Pablo Hernández y Glenn Postolski plantean los riesgos que implica una lectura lineal o simplista del proceso de “desinversión” establecido por la Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual.

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Por Pablo Hernández y Glenn Postolski *

Como cada año, luego del 11 de octubre de 1943 llegó el 12. Ese día comenzaba a transmitir la American Broadcasting Company (ABC), una de las tres históricas cadenas de radiodifusión comercial de los Estados Unidos.

Lo hacía luego de que en mayo de ese año el Tribunal Supremo de los Estados Unidos de Norteamérica –en la causa National Broadcasting Co. v/United States– diera a conocer la sentencia judicial por la cual obligaba a la compañía NBC a desprenderse de una de sus dos redes (The Blue Network) por abuso de posición dominante. Su precio: ocho millones de dólares. Adecuación mediante nacía entonces una de sus principales competidoras destinada a enriquecer el debate democrático de la sociedad norteamericana.

Hasta el 3 de enero de 1870 circuló en nuestro país el diario La Nación Argentina, fundado en 1862 durante la presidencia de Mitre. Sus principales ingresos provenían de las arcas del Estado (publicidad oficial de la época). El día siguiente, 4 de enero de 1870, figura como la fecha fundacional del “prestigioso” e “independiente” diario La Nación.

Bajo una nueva razón social, plenamente privada pero manteniendo el control decisivo de Bartolomé Mitre, el nuevo medio tuvo plena continuidad con el anterior, al punto de que el folletín por entregas que se publicaba en uno se continuó sin interrupción en el siguiente.

Es posible entonces considerar a La Nación Argentina / La Nación como un solo diario que siguió funcionando en base a las donaciones realizadas por un grupo de amigos, que el por entonces presidente Sarmiento caracterizaba como: “... proveedores que mediante despilfarro de las rentas han ganado millones, como Lezica, Lanús, Galván, que al fin lo costearon casi en su totalidad (...) Mitre sabe que con un poco de insistencia, con amaños conocidos, con muchos hombres que le deben o la impunidad o la fortuna mal adquirida todo se puede conseguir...” (Sarmiento a Sarratea. Buenos Aires 17 de marzo de 1869. Archivo de la familia Sarratea Prats citado por Nieto del Río.)

El centenario medio nacía así de la voluntad militante de una clase por constituir su tribuna de doctrina, y del aporte interesado de un grupo de “proveedores del Estado” enriquecidos durante los aciagos años de la guerra con el Paraguay.

Numerosos ejemplos, locales o internacionales, se pueden citar sobre la compleja trama que compone la relación entre el Estado y los medios. Una lectura lineal, simplista o estática no puede dar cuenta de la densidad que se juega en la comunicación como herramienta transformadora de la sociedad.

Frente a la fecha que se avecina, quienes llevan adelante los destinos del grupo Clarín deberían dar una señal que los reconcilie con la sociedad. La adecuación de los medios de su propiedad a los términos que marca la ley marcaría la aceptación de las reglas definidas de forma democrática por la sociedad. Esto constituiría un hito trascendente en términos de respeto al Estado de derecho. Muy probablemente no lo hagan.

La Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual fue diseñada como una herramienta trascendente en la construcción de una sociedad profundamente democrática. Su aplicación completa es el umbral necesario para la realización de sus fundamentos. La actividad audiovisual funcionó durante 54 años con leyes producidas a medida de los intereses particulares. Sólo tres años lleva en vigencia el nuevo paradigma propuesto para el sector.

El proceso real de democratización no puede estancarse en el trueque de Clarín por Vila/Manzano o Moneta. Debe orientarse a la construcción de novedosas y enriquecedoras instancias de producción simbólica: nuevos medios y nuevos emisores, plurales, populares y diversos, tal como manda la ley.

Después del 7 (solo) llegará el 8 de diciembre y con él un desafío mayor para el campo popular: continuar la lucha por una comunicación verdaderamente democrática.

* Docentes. Carrera Ciencias de la Comunicación UBA.

MEDIOS Y COMUNICACION

Medios y vejez

Mónica Roqué debate sobre el tratamiento que los medios dan a los adultos mayores y hace propuestas para romper las barreras de sentido para que los viejos puedan ser actores protagónicos.

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Por Mónica Roqué *

Pensar el cambio social vinculado con los adultos mayores es una compleja labor donde intervienen múltiples actores. En nuestro país partimos desde una perspectiva de derechos que busca posicionar al adulto mayor no como un sujeto de la asistencia, sino como un titular de derechos. Este enfoque de empoderamiento permite a los mayores reconocer sus capacidades, incrementar los niveles de autonomía y generar reivindicaciones de derechos personales y colectivos.

Modificar el modo en que comunicamos la vejez no es menor para lograr esto. Un nuevo lenguaje surge como reflejo de representaciones sociales más positivas y donde cada palabra se convierte en un instrumento de cambio social. Es aquí donde los medios y periodistas juegan un papel importante en esta transformación social y cultural.

¿De qué modo los medios relatan hoy la vejez y cómo construyen vejeces diferenciadas? ¿En qué medida los marcos actuales de representación mediática propician identidades y roles adecuados a los adultos mayores de hoy?

Para encontrar respuestas podemos analizar algunas cuestiones vinculadas con el envejecimiento en los medios de comunicación. El ocultamiento es una de ellas: la falta de representatividad funciona como un velo porque se habla y muestra menos adultos mayores que otras edades. Sin embargo, un 14,3 por ciento de adultos mayores, casi seis millones de personas, son definidos como grandes consumidores de medios.

Los roles estereotipados es otra gran traba: cuando se habla de los adultos mayores las notas siempre refieren a unos pocos roles esperables (abuelos o jubilados, enfermos o limitados), invisibilizando otros muy valiosos como las nuevas ocupaciones y preocupaciones, tan amplias como en otras edades. Llamarlos abuelos o jubilados resulta reduccionista y despersonalizado. Las personas mayores tienen múltiples roles: esposos, amantes, profesionales, militantes políticos o sociales, dirigentes, algunos padres, algunas madres, algunos abuelos o abuelas, pero todos personas sujetos de derechos. Imaginemos: si nos encontramos con Estela de Carlotto o Hebe de Bonafini, ¿las llamaríamos abuelas o abuelitas?

Por otro lado, existe un cierto concierto de imágenes que apelan a la vejez para hablar en términos negativos, asociados al padecer, a la enfermedad o a la molestia para otros.

La falta de centralidad es otra variable que aparece en el análisis de los adultos mayores en los medios: es casi excepcional encontrarlos como protagonistas de una serie o telenovela.

Este enfoque sobre los mayores en los medios aparece como parte de una mirada prejuiciosa hacia la vejez, a la que el psiquiatra R. Butler denominó ageism, y que fue muy bien traducido a nuestra realidad local como viejismo por el profesor Salvarezza. Este concepto fue definido como una alteración en los sentimientos, creencias o comportamiento en respuesta a la edad cronológica percibida de un individuo o grupo.

A diferencia de otros prejuicios, donde los victimarios y las víctimas suelen reconocerse claramente, y donde el repudio es claro, el viejismo, o prejuicio hacia las personas mayores, puede operar sin ser advertido. No existen grupos que repudien explícitamente a las personas mayores, sin embargo tenemos cotidianamente actitudes que dan cuenta de este sutil rechazo y condena hacia la vejez.

En este contexto, la ausencia de un odio explícito hacia los viejos, por un lado, y una amplia aceptación de sentimientos y creencias negativas, por el otro, produce que el debate sobre esta temática se vuelva particularmente fructífero, ya que el prejuicio puede encontrarse en niveles no descubiertos de uno mismo y por ello poco controlables.

Fortalecer las imágenes positivas de la vejez no implica no dar cuenta de los factores negativos que puede tener el proceso de envejecimiento, sino equilibrar una balanza que se inclinó durante mucho tiempo sobre los aspectos negativos.

Es indudable que hoy los medios de comunicación tienen una mirada más positiva, pero es necesario pensar la reconstrucción de los espacios de representación, tal como sucedió con las mujeres u otros grupos, para poder cuestionar el modo en que percibimos la vejez: romper las barreras del sentido común para que los viejos puedan ser actores protagónicos y no sólo convidados eventuales a una fiesta que no es para ellos.

Este fue uno de los objetivos que nos motivó a iniciar, en este mes de octubre, la Campaña Nacional de Buen Trato hacia las Personas Mayores: modificar prejuicios y estimular una nueva vinculación de la sociedad con sus “mayores” integrantes.

* Directora nacional de Políticas para Adultos Mayores. Secretaria nacional Niñez, Adolescencia y Familia, Ministerio de Desarrollo Social

 

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