domingo, 1 de junio de 2014

Un santafesino se graduó en Harvard: “Pude comprobar que todos llevamos un campeón dentro”

Un santafesino se graduó en Harvard: “Pude comprobar que todos llevamos un campeón dentro”

Eso piensa Leandro Grimaldi, quien obtuvo la Maestría en Salud Pública en la Universidad de Harvard. Su camino fue duro y sacrificado, aunque el relato resulta esperanzador.
  
 
Mariano Ruiz Clausen - Matías De Philippis / Diario UNO Santa Fe 

El joven médico santafesino Leandro Grimaldi, luego de acceder a diversas becas en la Universidad de Harvard, se graduó allí como magíster. Ahora, apuesta a doctorarse y a volver al país para ayudar a los sectores más postergados. En diálogo con Diario UNO, narró su enriquecedora experiencia.
—Felicitaciones. Logró algo que pocos latinoamericanos y argentinos consiguieron: ¿cómo sigue esto?, porque usted siempre “va por más”, “siempre detrás de otro sueño”, como le gusta definirlo.
—¡Muchas gracias! La verdad es que es un enorme orgullo haber podido llegar a graduarme de mi maestría en la Universidad de Harvard siendo el único argentino en mi programa. No ha sido fácil llegar hasta aquí, pero todo el esfuerzo y la lucha valen la pena cuando las metas se van concretando. El proyecto sigue ahora con una nueva etapa de formación que comenzará pronto. Harvard me otorgó, por mi desempeño académico, una beca de esponsoreo para continuar la formación en EE.UU., en el campo de la maestría que obtuve –Salud Pública, Políticas de Salud y el Liderazgo. El objetivo es aprovechar esta oportunidad para seguir perfeccionándome y adquiriendo la experiencia necesaria para ser un candidato aun más sólido, para lo que pretendo sea el corolario de mi formación en un futuro cercano: el doctorado.
—Sintéticamente: ¿qué le aportó esta experiencia, que pudiese contribuir desde un lugar de liderazgo, a construir un sistema de salud que garantice accesibilidad universal –o al menos equitativa– en países emergentes?, ¿qué otros actores, variables políticas-ideológicas y económicas deberían intervenir en ese proceso?
—Hoy considero estar capacitado para diagnosticar y resolver los principales problemas de salud a nivel poblacional. La maestría me ha dado herramientas para trabajar en los dos sectores de mi mayor interés: los países en vías de desarrollo –con un énfasis en poblaciones en riesgo–, y la reforma de salud de los EE.UU. Al tener la posibilidad de formarme e interactuar con aquellos que han llevado a cabo reformas de salud a lo largo y a lo ancho del planeta, uno adquiere destrezas para empezar a aplicar los conocimientos y construir planes de acción con el objetivo de garantizar una cobertura universal de salud para los individuos más vulnerables de la sociedad. Por otra parte, es fundamental comprender la demografía, arquitectura de la red sanitaria y distribución de efectores y profesionales de la salud del área en donde planeemos intervenir. Es fundamental, a su vez, conocer la epidemiología local-regional de enfermedades, los determinantes sociales y medioambientales de salud, las bases de la economía en salud y la cultura en general de un lugar. Si bien las teorías sobre cómo mejorar un modelo de salud son amplias, está claramente demostrado que a veces las soluciones más simples son las más efectivas. Finalmente, quiero destacar que la salud no es una isla. Es un bloque más que compone la base de los elementos esenciales de una sociedad, y como tal debe interactuar y trabajar interdisciplinariamente con diversos sectores, como el de la economía, la educación, la innovación y tecnología, el medio ambiente, entre otros.
—Se supone que no todo es “maravilloso” en Harvard y que hay áreas del conocimiento en donde Argentina u otros países “no se quedan atrás”: ¿qué lo asombró, qué le llamó la atención o qué lo angustió?
—La Argentina tiene grandísimos profesionales y un sistema de salud que ha sido un ejemplo en el mundo entero y un “adelantado” para Latinoamérica. Desafortunadamente, los padecimientos crónicos del país en materia económica han hecho que el sector salud sufra las consecuencias de estos vaivenes. La solidaridad que se encuentra en nuestro país, junto con el sentido de comunidad que se crea por nuestra idiosincrasia, es algo que debemos aprovechar para seguir mejorando en todos los aspectos y áreas, con el objetivo de poner al país en la senda de las realizaciones de fondo: en lo socio-económico. En el “mundo Harvard” existe otra realidad. Las amistades y vínculos interpersonales se basan, en un 90 por ciento, en relaciones académicas o de tipo laboral. Prácticamente no se piensa en socializar por socializar; todo tiene un trasfondo de “networking” (creación o conexión de redes o vínculos). Uno se acostumbra a vivir de esta manera, pero muchas veces se extraña la simpleza de algunas cosas cotidianas de Argentina. Sin lugar a dudas lo que más me sorprendió de Harvard ha sido el nivel de humildad que tienen todos aquí. Uno –quizás erróneamente– esperaba encontrarse con grandes catedráticos, ganadores de premios Nobel, autores de libros que han cambiado paradigmas, que no estarían prestos a debatir e intercambiar ideas con alumnos que recién empiezan su carrera. ¡Pero no fue así, en absoluto! Hoy, por ejemplo, soy amigo de mis cinco mentores. Me sorprendió día a día la cordialidad y el nivel humano que tienen los profesores y científicos; a su vez, he comprendido y profundizado mi convicción de tratar a todo el mundo con sumo respeto, conservando siempre la humildad y escuchando todas las voces con la misma atención, porque eso es algo que ellos mismos estimulan. Aquí, si uno no es humilde y agradable con los demás, no logrará una integración plena con los colegas.
—¿Qué profesor en la etapa de maestría lo ha marcado y por qué?
—Podría nombrarle una docena, pero voy a mencionar a tres. Primero, al decano de la Escuela de Salud Pública de Harvard, doctor Julio Frenk. Él fue quien, a través de un enorme esfuerzo y plan estratégico, logró incluir dentro del sistema de salud a 50 millones de mexicanos que no contaban con cobertura. Los índices de salud y parámetros de evaluación del sistema de salud han mejorado radicalmente. Segundo, al doctor John McDonoguh, profesor de Políticas de Salud, quien ha sido uno de los principales involucrados en desarrollar la reforma de salud en EE.UU. Con un gran sentido humanitario, siempre se ha preocupado por incluir a las minorías y a los sectores más pobres dentro de la cobertura de salud de Medicare y Medicaid, grandes sistemas dirigidos a sectores socioeconómicos más desfavorecidos. Tercero, aunque no por ello menos importante, al doctor Ken Rodríguez, argentino, destacado profesor de Traumatología y Ortopedia en la Escuela de Medicina de Harvard, quien fue uno de mis fundamentales apoyos y el que me alentó de un modo definitivo a migrar de la Investigación Clínica (la primera área de formación para la que fui allí becado) y la Cirugía, hacia la de la Salud de la Poblaciones y Salud Pública.
—Una vez dijo que “no hay nada que sea imposible”, lo cual puede sonar ingenuo, poco realista o hacer ruido a algunos: ¿cuál es el mensaje ahora?
—¡Exactamente el mismo! ¿Por qué cambiarlo? Todos venimos “equipados” a este mundo con las mismas herramientas. No hay excusas para no perseguir sueños, para no luchar. Tenemos la capacidad de frenarnos o decidir avanzar. Somos artífices de nuestro destino, incluyendo los fracasos y las victorias. Obviamente que los factores externos existen y fundamentalmente en Argentina donde la marginalidad y la fragmentación son enormes. De todos modos, el mensaje está dirigido a no perder las esperanzas. Uno no debe dudar de su potencial. En todas las personas hay un campeón. Claro que el Estado debe garantizar que lo saquemos afuera.

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