Política y
medios, herramientas de construcción social
La mediática
puberfobia de la
Argentina
Por Sergio
Espinoza
Periodista de
Chubut
Los adolescentes
argentinos se han convertido nuevamente, gracias a intereses pocos claros y de
diferente tinte, en el nuevo peligro de la sociedad moderna.
Su forma de
vestir, andar y la música que escuchan. Parados en la esquinas, caminando por la
calle o mirando vidrieras en pares o a grupitos, ya son mirados con desconfianza
por el resto de la gente.
No nos sorprende
que aún sean los adolescentes y niños los que en cualquier comercio sean
seguidos por el personal de seguridad. Recuerdo la indignación de un padre al
saber que sus hijos fueron discriminados en un museo de acceso libre y gratuito.
Los chicos fueron seguidos por personal de seguridad durante toda la visita
guiada. Ejemplos como éste, se suceden a montones.
Los
adolescentes, estigmatizados a más no poder por los medios y sus formadores de
opinión, se han vuelto un sector de la población proclive a ser identificados
como los poseedores de todos los males. Los púberes argentinos se han convertido
en su conjunto, la representación de la inseguridad que aqueja a la sociedad
argentina actual.
Deconstrucción
de un Proceso
Desde tiempos
atrás, los jóvenes eran aquellos que proponían una rebelión a lo establecido.
Eran los iracundos, inadaptados, entre otros epítetos que encuadraban en la
figura de lo “antisocial”.
De diferentes
maneras, este sector demostraba su inconformismo ante una sociedad apática, que
sólo gustaba de la quietud de los estratos sociales que la
componían.
Aquellas
organizaciones que proponían modificaciones en el riñón mismo de dichas
comunidades, solían captar la atención de la juventud de su momento.
La lectura, el
estudio y la práctica de diferentes doctrinas ideológicas, eran tomadas por los
jóvenes como herramienta de acción para demostrar su disconformidad y la
necesidad de cambio.
En Argentina,
todos sabemos cómo terminó esta historia.
Exilios,
desapariciones y muertes, entre otras aberraciones, sumados a un control férreo
del todo social por parte del Estado, fue el mecanismo adoptado por aquellos que
vieron amenazados sus particulares intereses.
Lo que dejó éste
modo de respuesta, fue una sociedad diezmada, temerosa, sin conciencia crítica y
vulnerable. Servida en bandeja a merced de algunos pocos. Aquellos que siempre
tuvieron la oportunidad de jactarse de ser los dueños del patrimonio del
conjunto. Con una democracia incipiente que buscaba constituirse en el modelo de
estado de derecho de toda la ciudadanía.
Ante una
sociedad con tan alto grado de indefensión, se sucedieron políticas de Estado
que fueron acompañadas con una progresiva influencia mediática dirigida a la
construcción de nuevos íconos sociales, cuyo referentes inmediatos eran los
“bien pensantes” enquistados en el centro de la escena de la información
pública.
Durante la
década de los noventa se fue potenciando este modelo, desmantelando todo un
Estado que tenía rezagos de contención ciudadana y con un marcado acento en la
fuerza del trabajo, (producto éste, de políticas populares implementadas por
gobiernos democráticos de mediados de Siglo XX).
A su vez, se fue
constituyendo un mecanismo perverso de manipulación del imaginario social,
gracias al avance de la tecnología, más precisamente en las comunicaciones.
Direccionando de esta manera y a voluntad, la construcción de nuevos valores con
los que se fue edificando la sociedad del nuevo milenio. Logrando de esta manera
un ensueño colectivo que despertó un día de diciembre de 2001.
Se busca
responsables
Fue así que
política y medios, fueron las dos herramientas que desmantelaron toda una
estructura de valores sociales que hoy los portadores de la imagen pública,
sinónimos de los de ayer y de los de siempre, añoran con total hipocresía. Ya
que ellos fueron el eslabón de una cadena de acciones que provocó la caída de
una estructura de referencia social que se apuntalaba en tres pilares
fundamentales: El esfuerzo del trabajo, la virtud del estudio y el sentimiento
de solidaridad hacia el prójimo.
Aquellos que
cantaban a coro la letra del armonioso tema de Fito Páez que hablaba sobre dos
pibitos que vendían flores en La Paz,
una década después y con los pibes ya crecidos, ahora y con los estados
emocionales alterados, piden a gritos que termine esa recordada canción,
transformada en la más heavy de las melodías.
Hoy se busca
identificar a un nuevo fenómeno en donde depositar todas nuestras frustraciones
como sociedad. Como electores de un modelo que resultó perverso y que creímos
con toda firmeza que era, “el válido”.
Desde nuestra
miradas pequeño burguesas, seguimos inmutables buscando al culpable que
justifique todos nuestros pesares. Todos nuestros fracasos como pueblo y como
Nación. Pidiendo que las pequeñas víctimas de los noventas, nuestros niños y
adolescentes, sean ocultas como si fueran una malformación de nuestra penosa
construcción social.
Recogerás tu
siembra, dice el saber popular. Mientras vivimos recogiendo los desagradables
resabios de una fiesta neoliberal, que sirvió para emborrachar las conciencias
de una clase media errante y que hoy, como resaca mal curada, no recuerda que
fue lo que desencadenó esta triste realidad que les toca vivir.
Pueberfobia:
Caprichosa creación, por este periodista, de una palabra compuesta para definir
el temor desmedido a los adolescentes o niños que se encuentran en la etapa de
la pubertad.
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