viernes, 31 de agosto de 2012

Cómo volver a la vida real

Por Ana Macpherson / La Vanguardia-Clarín

Las redes sociales pueden provocar adicción y quienes la sufren necesitan apoyo para superarla. Entre otras cosas, los especialistas recomiendan encontrar mayor motivación en la vida "off line". El apoyo familiar, fundamental.
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BARCELONA. La unidad de Juego Patológico del hospital de Bellvitge ya atiende a 52 adictos a las redes sociales. No son muchos, pero ya suponen el 2,1% de los pacientes que tratan. "Cuesta mucho llegar al tratamiento, porque no es fácil reconocer que uno tiene un problema por su manera de usar Internet y que necesita ayuda para salir", explica la doctora Susana Jiménez, la responsable del equipo.

Llegan hasta esta unidad -es la más potente, pero en Cataluña funcionan otros seis equipos expertos en este tipo de adicciones- arrastrados por la familia o, al menos, empujados por ella. Porque la diferencia principal entre un uso exagerado de todo lo que te puede dar una pantalla y ser un adicto se encuentra más en lo que se deja de hacer que en lo que se hace.

"Me di cuenta un día que había dejado de hacer tortilla de patatas a cambio de algo rápido a la plancha para ponerme ante el ordenador; había dejado de pasear el perro con mi marido, ya no veíamos la tele juntos por la noche y llegaba a ponerme el despertador a las cinco para cuidar mi huerto en Facebook antes de ir a trabajar", describe M. A., 52 años, un buen empleo, casada desde hace 31 años, con dos hijos en casa pero independientes económicamente.

"Tienes un problema cuando el día no puede empezar sin encender la pantalla (del móvil, del ordenador, de la tableta) para mirar mensajes o consultar correos, la cuenta de Facebook, los tuits", enumera la psiquiatra de la unidad de Bellvitge.
"Cuando esa conexión es la primera actividad de tu día y probablemente la última, cuando la vida on line pasa por delante de todo lo demás y llegas a abandonar el resto de tu vida off, la de comer, dormir, cuidar a los niños, acompañarlos en los deberes o charlar con los compañeros durante el almuerzo, sufres una adicción, estás enganchado".

Señales de alarma
Cada vez se necesita más para obtener igual satisfacción
Comparte perfil con todas las adicciones asociadas a la conducta y es muy distinta de las adicciones a una sustancia. Pero, igual que ocurre cuando uno se engancha a una droga, los adictos a las redes, a Internet o a los videojuegos on line -las videoconsolas ya son una preocupación del pasado-, se genera tolerancia. Y cada vez se necesita más actividad para obtener la misma estimulación.

"Estamos viendo casos con picos de actividad de quince y dieciséis horas diarias y con una dedicación media, entre mensajes, búsqueda en Internet y juegos de las propias redes, de 7 y 8 horas diarias", explica la doctora Susana Jiménez.

Uno de sus pacientes más absorbidos estaba dedicado en cuerpo y alma a su otra vida, la de Second Life, un juego de realidad virtual que existe desde hace una década y sigue, aunque se oiga poco de él.
El adicto llegaba a dormir sobre el teclado. "Acudió a nuestra unidad muy presionado por sus familiares, que temían por las consecuencias de la falta de sueño, pero él estaba encantado con su otra vida. Obtener en la vida real lo que tenía en la virtual era agotador".
Por eso, la abstinencia le daba horror. "Muchos pacientes tienen esa sensación de angustia frente a la abstinencia y no pueden someterse a ella de forma inmediata. A los jóvenes les cuesta especialmente y hay que armarse de paciencia, porque la motivación para frenar en esa actividad a la que están enganchados es cero", cuenta la psiquiatra.

Perfil de vulnerabilidad
Entre la impulsividad y la dificultad para dirigir tu vida
El potencial adictivo de las redes sociales es enorme: acceso las 24 horas, en el entorno que quieras, con cifras (amigos agregados, puntos del juego, seguidores en Twitter) que refuerzan continuamente el ánimo.
"Pero la adicción, y un problema importante por lo tanto, se combina con una personalidad en la que suele haber impulsividad, siempre en busca de sensaciones, baja autoestima y poca confianza en uno mismo para manejarse ante una dificultad", relata la doctora Jiménez.
También coexiste con una baja capacidad de autodirección, personas a las que le cuesta llevar las riendas de su vida, persistir, creer en sí mismas y a las que les es fácil dejarse llevar por el impulso del momento.
"Pero no todas las personas enganchadas son iguales, como no lo es lo que les lleva a engancharse a las redes sociales -señala la psiquiatra-. Hay quien encuentra una vía de escape, de evasión y quien consuela su soledad".

"Mi adicción creo que tiene relación con ser una compradora compulsiva. Para alejarme del gasto absurdo, me refugié en el ordenador. Primero sólo miraba el correo y hacía solitarios, y un día alguien me invitó a Facebook y empecé a jugar", explica M.A., una de los 52 ciberpacientes de Bellvitge. "Pero creo que influyó el momento que vivía. Mis hijos ya no me necesitaban, me aburren los deportes que tanto le gustan a mi marido. Él tenía su pasión, yo no".

Entre los rasgos de los pacientes, se detectan casos exageradamente extrovertidos como lo contrario. Unos buscan más el número de contactos y el riesgo; los otros, compensar esa dificultad de relacionarse. Pero todos los enganchados acaban dedicando un número enorme de horas a esa vía de placer-compensación. Y eso genera problemas con los suyos de la vida off y les conduce a exponerse a más riesgos, sobre todo sexuales, en la vida on. Y no saben cómo salir.
Salidas
Reconocer todo lo que está pasando y frenar
Casi todos los pacientes llegan de la mano o de la amenaza de la familia. Ella sí se da cuenta. "Y me lo decían: ¿qué hacés siete horas del sábado en el ordenador, mamá? Y fui al médico de cabecera y él me remitió a la unidad de Bellvitge. Creo que tuve mucha suerte y me trataron muy a tiempo", reconoce M. A., en tratamiento desde enero.

Lo primero fue no usar el ordenador. "Mis hijos pusieron una contraseña para ayudarme a no entrar. No es que cueste mucho, pero los primeros días pensaba continuamente en cómo estarían mis siembras en la granja de Facebook y que todo se habría podrido".

La restricción va cediendo poco a poco. Al mes, sus familiares abrían el ordenador para ella un tiempo corto y vigilaban. M. A. asegura que en ese momento ya no sentía grandes deseos de entrar en las redes, podía contenerse bien. "Pero, sobre todo, me fue muy útil hablar: explicarlo me permite verlo".

El tratamiento es diferente según el caso. Hay muchos adictos a los que no se puede proponer la abstinencia total, sino una reducción. "Y no sirve para nada quitarles el router o el móvil a los adolescentes -advierte la doctora Jiménez-. Puede incluso provocar una reacción violenta".

El objetivo es el aprendizaje del uso razonable, calcular mejor los riesgos, reducirlos en las personas más vulnerables, ayudar a aflorar los recursos que tiene uno para protegerse ante la fascinación de una herramienta sin fin. Y eso lleva su tiempo

"A veces, se notan síntomas de abstinencia, ansiedad, molestias intestinales, dolores de cabeza, aunque mucho menos intensos que en el juego con apuestas y dinero de por medio", explica la experta en juego patológico.

Prevenir
Una vida más estimulante y compartir un poco la vida on
M. A., cree que es imprescindible la complicidad de su familia en el tratamiento. "La monotonía también nos influyó, y mis hijos y mi marido están poniendo mucho de su parte. Yo, también".

La mayoría de los adolescentes que llegan casi de los pelos a la consulta consideran la vida off extremamente aburrida. "Las familias tienen mucho que hacer, empezando por jugar un rato con ellos en la pantalla, aunque no te guste", señala Susana Jiménez. Eso proporciona más información acerca de lo que sienten los hijos ante la pantalla y, a la vez, les permite a éstos no ver a los adultos como absolutamente ajenos a su estimulante actividad.

Como en el caso de M.A., hay que encontrar estímulos off line, recuperar amigos, conversaciones, cine, aficiones. Ella ya es "libre" para conectarse a la red de amigos con la que quedó atrapada, pero no puede jugar, "al menos de momento; es lo más adictivo". Ha eliminado uno a uno a más de 200 amigos totalmente desconocidos y, si alguno de los 400 conocidos le invita a jugar, lo rechaza.

Desmitificar
Disciplina para no caer en la fascinación
La inmediatez, la velocidad a la que un ciudadano de a pie puede ser leído en millones de móviles de todo el mundo por escribir en Twitter una frase ingeniosa; la aparición de continuas novedades tecnológicas y el prestigio de tener siempre lo último; el pertenecer a una comunidad al margen de la edad y la capacidad de éxito; el estar on en cualquier momento del día y de la noche y recibir continuos ding porque alguien te envía un Whatsapp "son fuerzas muy potentes", explica el el psicólogo Ricard Cayuela. "Por eso deberíamos concretar una especie de disciplina para hacer frente a esa fascinación, ser conscientes de las trampas, de que 500 agregados no te convierten en un tipo popular".

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