MEDIOS Y COMUNICACION
Comunicar de manera simple
Eugenia Etkin invita a buscar la
forma de comunicar de manera simple los temas complejos.
Las campañas de comunicación del
ámbito comercial pretenden cumplir objetivos lucrativos e intentan persuadir a
los consumidores a elegir éste o aquel producto. El rédito se medirá en la
compra del producto o servicio ofrecido.
En tanto las campañas de bien
público o las referidas a Organizaciones de la Sociedad Civil (OSC) pretenden
alentar a diferentes actores sociales a tomar conciencia y promover un cambio
(actitudinal o de conciencia) sobre determinadas problemáticas. Muchas de las
veces a mostrar temas complejos y que despierten en el tejido social
comportamientos positivos. Por ejemplo: la donación de sangre, construcción de
viviendas para sectores vulnerables o la prevención de enfermedades, para
mencionar sólo algunos de los temas que puede abordar una organización. Implicará
también potenciar comportamientos nuevos y promover cambios actitudinales hacia
el tema. (Prevenir accidentes de tránsito, tomar conciencia sobre la
desnutrición infantil, etcétera.)
Más allá del soporte de
comunicación que una organización elija para promocionar su causa (campañas
televisivas, web, acciones de prensa, etcétera), lo importante es pensar en la
construcción de un eje comunicativo que presente la problemática de la
organización de manera clara y sobre todo que indique soluciones simples y
precisas. Si bien esto parece una obviedad hay OSC que no logran comunicar sus
causas claramente y tampoco solicitar lo que necesitan.
Promover la comunicación de la
causa implica educar o llamar la atención a la comunidad sobre la existencia de
un problema al que la organización se dedica, y hacer sentir que el problema es
de todos. Por ejemplo: educación, desnutrición, enfermedades, violencia
familiar trabajo, niños en situación de riesgo... Muestra la génesis y
fundamento del tema que aborda haciéndolo significativo para la sociedad.
¿Cómo generar adhesión a la
causa? ¿Cómo hacer visible una problemática poco conocida por la comunidad? Las
entidades sin fines de lucro tienen un proyecto institucional que se sostiene
interna y externamente a partir de ciertas estrategias de comunicación,
planificadas o no. La comunicación en este sentido es un recurso estratégico
que, si se direcciona correctamente, supera la simple ejecución de instrumentos
comunicativos. Esto significa que la comunicación agregará valor al proyecto
institucional que propone.
A una comunidad le resulta
difícil responder a mensajes abstractos que invitan a participar o colaborar.
Uno sabe y entiende que ser solidario con causas ajenas es correcto, pero
muchas de las veces no se nos indica cómo participar o colaborar.
Comunicacionalmente se pueden utilizar recursos racionales que promuevan
adherencia a la causa (cantidad de muertes ocurridas por accidentes, cifras de
desnutrición y demás) o recursos emocionales (sensibilizar sobre la problemática
a partir de imágenes o palabras). Las racionales tienen la limitación de que no
dejan de ser abstracciones hacia acciones correctivas sugeridas. Y las segundas
se encasillan en estereotipar problemas o recurrir a sensiblerías. O como
manifiestan estudios compilados en el libro La publicidad de bien público: si
la acción es muy complicada será rechazada y si es muy simplista será
desestimada. La clave, entonces, será interrogarse sobre el eje comunicativo a
desarrollar ya sea con tono emocional o racional. En este sentido, estudios en
Gran Bretaña sobre campañas de bien público compilados en el libro referido dan
cuentan de que la gente actuaba cuando la solución al problema era comunicada a
través de una acción tangible, posible y positiva.
Este es un desafío para los
comunicadores de las OSC: convertir temas complejos en temas que impulsen a
lograr adherencia a la causa.
* Docente e investigadora.
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Ideólogos de
las divisiones
Pablo Bilyk analiza recientes
ataques periodísticos contra Ernesto Laclau y asegura que ésta es una
manifestación del neoliberalismo que se expresa en la forma de hacer
periodismo.
Ante los agravios dirigidos a
Ernesto Laclau por la revista Noticias se nos presenta el interrogante
inmediato que estas acciones producen: ¿Caben respuestas a golpes y operaciones
tan burdas? ¿Es necesario plantear contrapuntos que recuerden el valor fundamental
de la obra de Laclau? ¿No basta con la sola lectura del manoseo conceptual que
implican esa nota y esa tapa?
Planteado así, la pequeña tarea
aquí emprendida parece innecesaria o, al menos, prescindible. Sin embargo, se
intentará avanzar sobre un sentido de la discusión que este agravio implica.
Fontevecchia se ha jactado de su “no complicidad” con la dictadura, planteando
que su grupo se consolida luego de la misma, pero allí está una de las claves a
desarrollar. Perfil puede no haber sido cómplice de la dictadura, pero es un
grupo hijo de esa dictadura y, por ende, es un hijo del neoliberalismo.
Claramente el neoliberalismo no
es sólo una concepción acerca de la economía, se trata de un proyecto y, como
tal, tiene una definición respecto del periodismo. En este sentido, Perfil (y
la revista Noticias en particular) reproduce en sus relatos y sus estéticas el
decálogo neoliberal al pie de la letra.
El tipo de ataque que en esta
oportunidad hace foco en Ernesto Laclau marca la persistencia fuerte de esta
mirada. Persistencia que se materializa en sus modos de narrar, en la
construcción de una forma de concebir la política desde la frivolidad, y la
acción de resumir la complejidad de los procesos sociales, en supuestos
ideólogos que desde las sombras diseñarían el mapa político. Esto nos habla a
las claras del desprecio inocultable que el grupo tiene por las voluntades
populares y las acciones de las mayorías, cuando considera el mapa político el
resultado de un juego de marionetas digitado desde una estructura superior. El
mecanismo es burdo y la operación mediática absolutamente endeble, pero, en la
disputa cotidiana por los sentidos de lo político, resulta necesario marcar una
y mil veces lo sutil y lo grosero de estos ataques.
Dicho esto, si fuese factible
hablar de una “sociedad polarizada”: ¿Quién estaría ejecutando polarización?
¿Las reflexiones teóricas de Laclau o el periodismo amarillista que postula
desde su lugar político, un llamado constante a la antipolítica? ¿Quiénes
serían los verdaderos ideólogos de la división sino aquellos que están
dispuestos a todo por sostener sus posiciones dominantes para agraviar?
* Docente de la Facultad de
Periodismo y Comunicación Social UNLP.
MEDIOS Y COMUNICACION
Camino
sinuoso
Román Roncolato propone rescatar
el sentido de los 21 puntos planteados por la Coalición para la Comunicación
Democrática.
Se cumplieron tres años de la
sanción de la Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual y aún se escuchan
los ecos de aquellos argumentos que se instalaron desde la representación de
los grupos concentrados.
Potenciales “censuras” de
contenidos o un espíritu de contralor se constituyeron, desde entonces, como
fantasmas al acecho. Acompañados por títulos, acotaciones y representaciones
que embrollaron el verdadero eje de la discusión.
El temor a la regulación del
sector de radiodifusión sobre la propiedad de los medios, verdadero déjà-vu de
2009, sigue muy vigente. En un breve recorrido por los más de 25 años desde el
retorno democrático, resulta evidente que no se sustituyó la norma de facto
(Ley Nº 22.285) por los vaivenes que sufrió el tratamiento de proyectos de ley,
iniciativas o debates que se tiñeron de confusiones, silencios, presiones e
intereses económicos que primaron por encima de la democratización del sector.
Ni la peor ley sancionada en democracia, aun si fuera éste el ejemplo, sería
tan perjudicial como aquel decreto con peso de ley firmado por Jorge Rafael
Videla en 1980. Quienes desean perpetuar su relato hegemónico se situaron, una
vez más, cercanos a la actividad que alguna vez el Comfer propinó en sus épocas
más oscuras, con órdenes de decomiso y control de los contenidos. Una verdadera
máquina de impedir la expresión de nuevos actores, de esas “otras voces” que
seguimos sin escuchar.
Resulta interesante volver sobre
aquellos 21 puntos de la Coalición por una Radiodifusión Democrática,
contemplados en el corpus normativo actual. En sus planteos residen los nuevos
desafíos a implementar por la Afsca. ¿Quién vela por los sectores
invisibilizados? ¿Quién se preocupa por aquellas organizaciones no
gubernamentales que desean regularizar su actividad y obtener una licencia?
Asimismo, los efectos de la herencia de un mapa de medios concentrado que sigue
hegemonizando la agenda centralista de los argentinos. ¿Por qué no se puede
pensar en emisoras estatales que no operen como gubernamentales?
Como manifestó en alguna
entrevista Washington Uranga: “No hay desarrollo, en ningún campo, sin
comunicación democrática”. Y bajo esta premisa, la ley democrática puede perfeccionarse.
Debe aggiornarse. Pero para ello es vital su inmediata aplicación. Que los
medios de comunicación, como reconocidas instituciones políticas, se ajusten a
derecho es un primer paso. Aunque no pretenda ser ésta una reivindicación de
las teorías sobre la omnipotencia de los medios, mientras los propios regulados
pretendan seguir “regulando” e imponer su propia cosmovisión, será difícil que
este u otro gobierno pueda efectivizar la convalidación de las Políticas
Nacionales de Comunicación (PNC) con la norma que –audiencias públicas
mediante– trató el Congreso de la Nación y que fue promulgada por el Poder
Ejecutivo nacional (PE) el 10 de octubre de 2009.
En plena cuenta regresiva hacia
el 7D, la temática se vuelve interesante en la medida en que se logre realizar
un análisis profundo. Acompañado de un debate que nos cobije como sociedad y
que exceda el mero trasfondo político y mediático “Grupo Clarín vs. gobierno
nacional”, como un Boca-River en el que pierde la democracia.
* Licenciado en Periodismo
(USAL).
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