or Daniel Castelo
De Tato Bores a Lanata y Tinelli: el humor político en Argentina
De lo que alguna vez fueron sátiras televisivas brillantes y monólogos punzantes, hoy quedó poco: apenas un puñado de máscaras e imitaciones sin sustancia. Repaso por el derrotero de un género devaulado. Hablan los protagonistas.
Habría que remontarse a los aguijonazos de la revista Mosquito, allá por la década de 1860, para encontrar las primeras semillas de lo que es (o fue) el humor político en Argentina. Sin embargo, un salto hasta la satírica Caras y Caretas de principios del siglo XX, nos posiciona mejor para lo que significó luego, desde la televisión, el legendario Tato Bores.

Tato Bores
Los distintos ciclos que protagonizó Borenstein en televisión desde la década del 50 y hasta principios de los 90 marcaron el pulso del humor político nacional. A fuerza de monólogos picantes (heredados del teatro de revistas porteño) y parodias más o menos punzantes según la época, Tato marcó un rumbo que con los años fue continuado, corregido y aumentado, ya en Democracia, por ciclos de relevancia como “La noticia rebelde”,“Peor es nada”, “Canal K” y la primera etapa de“CQC”.
http://youtu.be/r0Yvj68w2Zo
Hoy, con una televisión que apuesta por lo seguro y el bajo costo de magazines plagados de panelistas, el humor político quedó relegado a un puñado de imitaciones que remiten a “Las mil y una de Sapag”, aquel programa de mediados de los años 80 en que el cómico Mario Sapag apelaba a latiguillos y buenos maquillajes para retratar a la fauna política local.

Tinelli y Roberto Peña como Sergio Massa
Nada nuevo bajo el sol. Marcelo Tinelli, emperador de la televisión (más allá del aparente declive actual) es quien marca el paso de la tendencia conservadora a seguir. Y como tal, su flecha indica que hay que profundizar lo tribunero, que no busque satirizar sino apenas parodiar. Y la diferencia entre ambas definiciones es vital: la sátira caricaturiza desde la crítica mordaz, la parodia es apenas una repetición de tics, más cerca de la burla (light en este caso) que de la crítica.
Sin embargo, la parodia crítica también existe y se ejerce hoy fuera de la caja chica y desde un medio gráfico, como lo hizo revista Humor hasta que dejó de editarse, en 1999. En este caso, el medio que marca época desde hace algunos años es Barcelona.

Tapa de Barcelona
Una de sus fundadoras, la periodista Ingrid Beck, analizó el fenómeno ante INFOnews y dijo preferir no encuadrar a la publicación dentro del humor político. “Prefiero hablar de parodia, porque el humor, en general, se relaciona con el ´efecto chiste´ y eso está lejos de Barcelona”, afirmó.
¿Desde dónde se satiriza, o se parodia, a la política? ¿Hay lugares intermedios? En una época en que la discusión Gobierno nacional-Grupo Clarín sigue siendo materia de discusión y de posicionamiento, el humor también parece parte de esa batalla. Jorge Lanata y su staff de imitadores hablan desde un lugar claro, dependiente de la línea bajada desde hace casi una década por el grupo manejado por Héctor Magnetto. Tinelli, desde que volvió con su ciclo en canal 13, se subió al tren.
¿Y Barcelona? “Quienes leen la revista saben que no perdonamos a nadie”, señala Beck y apunta a los que los acusan de estar cerca del kirchnerismo: “A los que chicanean no tengo nada para decirles. Lo único que es cierto tiene que ver con que nosotros nacimos contra Clarín y cuando el Gobierno se enfrentó con el grupo, quedamos parados en una vereda parecida. En eso”.

De Narváez y Roberto Peña en Showmatch
La idea de un humor político pasteurizado o alejado de cualquier tipo de sátira es lo que, en los dichos, parece representar Tinelli con su show. Esa idea es incluso subrayada por Roberto Peña, imitador y quien por estos días le pone el cuerpo a Sergio Massa en Showmatch, pero que hace un lustro se puso la camisa celeste y el pantalón oscuro deFrancisco De Narváez en el mismo ciclo. En diálogo con INFOnews, el comediante dice sin dudar que vivió a su personaje de 2009 "por fuera de lo que políticamente podía significar".
http://youtu.be/AfnnKRJ2k4s
Con la intención de no quedar pegado con el personaje que ayudó a construir, Peña asevera: "No le veo un lado político" a las imitaciones. En ese sentido,.busca alejar a su trabajo de la inevitable sospecha que genera porque, en los hechos, se trata de imitaciones a dirigentes políticos que, además, suelen estar en campaña. Por otro lado, las constantes referencias irónicas al Poder Ejecutivo Nacional que hace Marcelo Tinelli en su programa y a través de su cuenta de la red Twitter, lo ponen siempre en un lugar de clara militancia, aunque su posicionamiento varíe según la coyuntura de su lugar como empresario.
Luego de las legislativas de 2009, que marcaron el triunfo de Francisco De Narváez en la provincia de Buenos Aires, se habló mucho de la influencia de esa imitación y el impacto que tuvo en el espectador/votante. “Cubrí el acto final de la campaña con la máscara puesta”, reconoce Peña, que en la práctica formó parte de la campaña del empresario. De hecho, relata que tras la victoria del dirigente conservador alguien le dijo: "Yo lo voté porque me hacías reir mucho".

En este contexto, ¿en qué lugar ponemos a "Peter Capusotto y sus Videos"? Es probable que, en contraste con la ramplonería que parece dominar la comicidad televisiva, el programa de Diego Capusotto y Pedro Saborido sea lo más destacado, por lejos, con lo que cuenta la comicidad nacional y popular. Si bien Capusotto dice que no le gusta el humor político, los pasajes del ciclo que remiten a la liturgia peronista (con Bombita Rodríguez y los videos “inéditos” de Perón) son lo más lúcido del humor político (perdón Diego) que se hizo en el país desde "Good Show", el último ciclo de Tato Bores.
El país vive hace años una etapa que dio espacio a un debate inédito en torno a la política, las corporaciones y la concentración del discurso. El concepto de "relato", al que le temen desde los sectores que durante décadas lograron imponerlo, está en discusión como nunca pero esa interpelación a la forma de pensar (y reirse de) el poder no alcanzó para que el humor televisivo recobre algo de lo que alguna vez fue. Al contrario, el adormecimiento de guionistas y autores parece la norma y sólo resta cerrar el planteo con una pregunta: ¿Volverá el humor político a ser lo que fue?
Por ahora, la inquietud encuentra una sola respuesta, una mueca plástica, sin la gracia del punzón retórico de Tato, sin la rebeldía de Castelo y Guinzburg, sin los micrófonos incómodos del antiguo CQC. Apenas unas máscaras de goma reciclables y baratas, a pura careta y conveniencia empresarial.
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